La acción del maligno

La acción del maligno

3 de julio de 2024 0 Por Gospa Chile

Tiene una potencia natural muy superior a la del hombre y puede obrar con ella cosas prodigiosas. (R. P.  Antonio Royo Marín)


En medio de los asaltos y torturas de los demonios, la voluntad humana siempre permanece libre.

El demonio actúa de diferentes formas en la vida del hombre:

En primer lugar, el demonio actúa por una acción ordinaria a través de la tentación, que es la incitación a pecar ya sea por la persuasión o por la propuesta de algún bien o placer, explica el P. Doriam Rocha (Colombia). Esta acción es la alcanza mayor eficacia, con consecuencias no solo eternas, que es el mal más grande que se esta causando a la humanidad, con la condenación y perdición de las almas, sino que también produce consecuencias en el horizonte temporal, fruto de la oscuridad interior, que produce el pecado, que fluye en tinieblas de homicidio, guerra, aborto, violencia, terrorismo, drogadicción, perversión, pedofilia, corrupción, eutanasia, etc. Este veneno diabólico abre la puerta para otro tipo de acción maligna, que se hace más que frecuente y que será detallada luego.

Y en segundo lugar actúa a través de una acción extraordinaria, la cual se subdivide en cuatro:

1. Opresión demoníaca

“La primera se llama opresión demoníaca que es crear una dependencia. Por ejemplo, dependencia del alcohol, drogas, sexo desenfrenado, ludopatía, obsesión por el dinero, que parte de heridas emocionales, desórdenes, situaciones que marcaron de muy pequeño”, indicó el P. Rocha.

2. Infestaciones

También reciben el nombre de “contaminaciones”. Por ejemplo, el presbítero asegura que suelen contaminarse “lugares, ropa, vestidos o alimentos a través de entierros, vudú, muñecos que representen el cuerpo de la persona o alimentos para que crear trastornos”.

“Afectan la cabeza con migrañas continuas, insomnio, pesadillas, miedos, fatigas excesivas, asco a todo, tristeza sin causa, angustia, problemas para dirigir, anorexia, bulimia, tentativas de vómito desordenado, espuma blanca, aversión a lo sagrado, se distraen en Misa, imposibilidad de rezar, fatigas, somnolencias, bostezos, desagrado a encontrarte en un lugar santo”, indica el P. Rocha.

En ese sentido, afirma que todo eso lo hace el demonio para interferir en la vida espiritual.

“El demonio ataca las emociones y el espíritu con inquietudes, de presión, cólera, odio, miedo, obsesión, celos, tristeza, confusión, indecisión, pérdida de memoria, imposibilidad de concentrarse”, etc.

3. Vejaciones

El P. Doriam indica que una vejación “es la presencia de un espíritu o de un demonio en la vida de una persona”.

“Son dos cosas distintas, un demonio es un ángel que se rebeló cuando se rebeló Satanás, y el espíritu es el alma de una persona que había sido mala y que el demonio la está trabajando. Esta última es colocada en una persona causando accidentes, enfermedades, hay espíritus de ruina, muerte, depresión, de sin sentido, eso lo hace el demonio”, sostuvo.

4. Posesiones

El sacerdote detalla que en su tiempo de actividad, con lo más duro que se ha tenido que enfrentar son las posesiones demoníacas.

“Tuve el caso de un chico que participó del rito Niño en Cruz, pertenecía a un cartel y que le había preparado para que venda su alma al demonio y las balas no le hicieran daño. Le pidieron que mate a un familiar, él se resistió y de ahí vino un proceso de posesión”, aseveró el P. Rocha.

En relación a los  fenómenos aparentemente místicos, hemos de contentarnos con algunas indicaciones del Padre Antonio Royo Marín. 

1. Es de fe que existen los demonios, o sea, un número considerable de ángeles que fueron creados buenos por Dios, pero que se hicieron malos por su propia culpa.

2. Los demonios ejercen, por permisión de Dios, un maligno influjo sobre los hombres, incitándoles al mal y a veces invadiendo y torturando sus mismos cuerpos.

3. En medio de los asaltos y torturas de los demonios, la voluntad humana siempre permanece libre. La razón es porque —como explica Santo Tomás — la voluntad sólo puede ser inmutada de dos maneras: intrínseca o extrínsecamente. Ahora bien: sólo Dios puede moverla intrínsecamente, ya que el movimiento voluntario no es otra cosa que la inclinación de la voluntad a la cosa querida, y sólo Aquel que ha dado esa inclinación a la naturaleza intelectual puede inmutarla intrínsecamente; porque así como la inclinación natural procede del Autor de la naturaleza, así la inclinación voluntaria no viene sino de Dios, que es el autor de la misma voluntad. Extrínsecamente, la voluntad puede ser movida de dos maneras: 

a) Efficaciter, o sea, actuando sobre el mismo entendimiento y haciéndole aprehender el objeto como bien apetecible (y en este sentido sólo Dios puede mover eficazmente la voluntad, porque sólo Él puede penetrar directa e intrínsecamente en el entendimiento), y 

b) Inefficaciter, o sea, a modo de simple persuasión (“per modum suadentis tantummodo”). Y éste es el modo que corresponde a los ángeles —buenos o malos— y a los demás seres creados, que pueden influir sobre nosotros. El demonio, pues, sólo puede mover la voluntad extrínsecamente “per modum suadentis”, esto es, ofreciendo a los sentidos externos e internos las especies de las cosas que incitan al mal o excitando el apetito sensitivo para que tienda desordenadamente a esos bienes sensibles; jamás inmutando intrínsecamente la misma voluntad.

4. Los ángeles buenos y los demonios pueden inmutar intrínsecamente la imaginación y los demás sentidos internos y externos:

 La razón es porque esta inmutación puede producirse por el movimiento local de las cosan exteriores o de nuestros humores corporales, y la naturaleza corporal obedece al ángel en cuanto a su movimiento local, como explica Santo Tomás.

5. Los demonios no pueden hacer verdaderos milagros, como quiera que éstos excedan por definición las fuerzas de toda naturaleza creada o creable. Pero como la potencia de la naturaleza angélica —que conservan íntegra después de su pecado —excede con mucho las fuerzas naturales humanas, pueden los demonios hacer cosas prodigiosas, que exciten la admiración del hombre en cuanto que sobrepasan sus fuerzas y conocimientos naturales.

El demonio, pues, tiene una potencia natural muy superior a la del hombre y puede obrar con ella cosas prodigiosas, que, sin ser verdaderos y propios milagros, exciten la admiración de los hombres y planteen verdaderos problemas para el discernimiento de esos fenómenos en su relación con los naturales y los sobrenaturales. En su lugar señalaremos las principales reglas de discernimiento en cada caso; pero bueno será que ya desde ahora adelantemos, en sintética visión de conjunto, lo que el demonio no puede hacer de ninguna manera por exceder en absoluto sus fuerzas naturales y lo que de suyo no excede su capacidad y potencia natural, y podría por lo mismo realizar con la permisión divina.

A) LO QUE EL DEMONIO NO PUEDE HACER.

1) Producir un fenómeno sobrenatural de cualquier índole que sea. Es algo que rebasa y trasciende toda naturaleza creada o creable, siendo propio y exclusivo de Dios.

2) Crear una substancia. Supone un poder infinito el hacer pasar una cosa de la nada al ser. Por eso, las criaturas no pueden ser utilizadas por Dios ni siquiera como instrumentos de creación.

3) Resucitar verdaderamente a un muerto. Únicamente podría simular una resurrección aletargando a un enfermo o produciendo en él un estado de muerte aparente para producir la ilusión de su maravillosa resurrección.

4) Curar instantáneamente heridas o llagas profundas. La naturaleza —incluso en manos de la potencia angélica—requiere siempre cierto tiempo para poder realizar esas cosas. Lo instantáneo está tan sólo en manos de Dios.

5) Las traslaciones verdaderamente instantáneas. Suponen una alteración de las leyes de la naturaleza, que únicamente puede realizarla su Autor.

El demonio, como espíritu puro, puede trasladarse de un sitio a otro sin pasar por el medio. Pero no puede trasladar un cuerpo sin que éste tenga que recorrer todo el espacio que separa el punto de partida (término a quo) del punto de llegada (término ad quem); y esto no puede hacerse instantáneamente por muy rápido que supongamos ese movimiento.

6) Las leyes actuales no permiten en modo alguno la compenetración de los cuerpos sólidos. El demonio, espíritu puro, puede, sin duda, atravesar a su arbitrio las substancias materiales; pero conferir a un cuerpo el privilegio de compenetrarse con otros—atravesando, v.gr., una pared—supone una virtud trascendente que Dios se reserva para sí.

7) La profecía estrictamente dicha sobrepasa las fuerzas diabólicas, aunque puede el demonio simularla con ayuda de previsiones naturales, de fórmulas equívocas o de mentiras audaces. Sin embargo, Dios puede valerse de falsos profetas para anunciar alguna cosa verdadera, como en el caso de Balaam o de Caifas; pero entonces aparece claro por el conjunto de circunstancias que el falso profeta es utilizado por aquel momento como instrumento de Dios.

8) El conocimiento de los pensamientos y de los futuros libres escapa igualmente al control de Satanás; sólo puede valerse de conjeturas. Pero téngase presente que para la extraordinaria potencia intelectual de la naturaleza angélica las conjeturas son mucho más fáciles que para el psicólogo más eminente; el temperamento, los hábitos adquiridos, las experiencias pasadas, la actitud del cuerpo, la expresión de la fisonomía, el conjunto de circunstancias, etc., etc., hacen adivinar fácilmente a los espíritus angélicos las meditaciones silenciosas de nuestro entendimiento y las determinaciones secretas de nuestra voluntad.

9) El demonio no puede producir en nosotros fenómenos de orden puramente intelectual o volitivo. Ya hemos señalado más arriba la razón: en el santuario de nuestra alma, nadie, fuera de Dios, puede penetrar directamente.

Estas son, brevemente expuestas, las principales cosas que el demonio no puede hacer, relacionadas todas con los fenómenos místicos. Omitimos muchas otras cosas que no interesan a nuestro propósito.

B) LO QUE EL DEMONIO SI PUEDE HACER PERMITIÉNDOLO DIOS

1) Producir visiones y locuciones corporales o imaginarias (no las intelectuales).

2) Falsificar el éxtasis (produciendo un desmayo preternatural).

3) Producir resplandores en el cuerpo y ardores sensibles en el corazón.

Hay más de un ejemplo de “incandescencia diabólica”.

4) Producir ternuras y suavidades sensibles.

5) Curar, incluso instantáneamente, ciertas enfermedades extrañas producidas por su acción diabólica. Claro está que no se trata propiamente de Curación, sino tan sólo de “dejar de dañar”, Como la pretendida enfermedad era debida exclusivamente a la acción de Satanás, cesando la causa, desaparece instantáneamente el efecto.

6) Producir la estigmatización y los demás fenómenos corporales y sensibles de la mística, tales como los olores suaves, coronas, anillos, etc. Nada de esto sobrepasa las fuerzas naturales de los demonios.

7) No puede el demonio derogar las leyes de la gravedad, pero puede simular milagros de este género por el concurso invisible de sus fuerzas naturales.

Téngase presente para la cuestión de la levitación: pueden darse levitaciones diabólicas, como en el caso de Simón el Mago.

8) Puede substraer los cuerpos a nuestra vista interponiendo entre ellos y nuestra retina un obstáculo que desvíe la refracción de la luz o produciendo en nuestro aparato visual una impresión subjetiva completamente diferente de la que vendría del objeto.

9) Puede producir la incombustión de un cuerpo interponiendo un obstáculo invisible entre él y el fuego.

En resumen: todos los fenómenos que puedan resultar de un movimiento natural de fuerzas físicas, aunque el hombre no sea capaz de producirlas ni siquiera llevando hasta el límite máximo sus energías naturales, puede en absoluto producirlas el demonio—supuesta la permisión divina—en virtud de su propia potencia natural, extraordinariamente superior a la del hombre. Pero, cualquiera que sea la naturaleza del fenómeno producido por las fuerzas diabólicas, no rebasará jamás la esfera y el orden puramente natural. Lo sobrenatural no existe aquí más que por relación al hombre, esto es, en cuanto que los fenómenos producidos sobrepujan las fuerzas humanas; pero, considerados en sí mismos, se trata de realidades pura y simplemente naturales. Es un caso típico de sobrenatural relativo, que debe llamarse, con mayor precisión y exactitud teológica, “preternatural”.