
Denles de comer ustedes. Lunes XVIII
«Cada uno de ustedes es querido a mi Corazón y agradezco a todos aquellos que han incrementado la oración en sus familias. Gracias por haber respondido a mi llamado! ” (Mensaje 28 de Marzo de 1985)
Evangelio Diario y Meditación
Oración al Espíritu Santo
Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi director, mi luz, mi guía, mi fuerza, y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús. Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén
Santo Evangelio
Evangelio según San Mateo 14, 13-21
Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, sanó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: “Éste es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos”.
Pero Jesús les dijo: “No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”.
Ellos respondieron: “Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados”.
“Tráiganmelos aquí”, les dijo.
Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.
Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Meditación Patrística:
Primer Punto: El es el que da los frutos y el que dijo al principio del mundo: «Que la tierra germine hierba verde» ( Gén 1,11). Porque no es menor obra que ésta la que ahora va a hacer, porque indudablemente no es operación más pequeña el alimentar con cinco panes y dos peces a tan numerosa multitud, que el hacer que la tierra produzca frutos, y las aguas reptiles y otros seres animados; todo lo cual nos prueba que El es Señor de la tierra y del mar. El ejemplo de los discípulos debe enseñarnos que aunque sea poco lo que poseamos, conviene que lo distribuyamos entre los necesitados; porque al mandar el Señor a sus discípulos que trajeran los cinco panes, no dicen éstos: Y nosotros, ¿con qué apagaremos nuestra hambre? Y por eso sigue: «Y habiendo mandado a la gente que se recostase sobre el heno, tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo», etc. ¿Y por qué alzó los ojos al cielo y bendijo? Porque quiso hacernos ver que El venía del Padre y era igual a El, demostraba que era igual al Padre por el poder, y que venía del Padre refiriéndolo todo a El e invocándolo en todas sus obras. Y para demostrar las dos cosas, unas veces obra los milagros con poder y otras con súplicas. (San Juan Crisóstomo)
Segundo Punto: Los manda sentar sobre el heno, y según otro evangelista ( Mc 6), en grupos de cincuenta y ciento, a fin de que, después de haber pisado su carne y los placeres del mundo, como si fueran heno seco, ascendieran por la penitencia desde el número cincuenta al de ciento. Y mira al cielo para enseñarles a dónde deben dirigir sus ojos. Rompe la ley y los profetas, y les pone delante los misterios, a fin de que lo que no les alimentaba cuando estaba entero, alimente dividido en partes a multitud de gentes. (San Jerónimo)
Tercer Punto: Y se entregan los panes a los Apóstoles, porque mediante ellos debían de ser dados los dones de la gracia divina. El número de los convidados es el de los futuros creyentes. Porque se dice en el libro de los Hechos de los Apóstoles ( Hch 4,4), que del gran número del pueblo de Israel, que se hallaba presente, sólo creyeron cinco mil hombres. (San Hilario)
Mensaje:
“Queridos hijos, ¡grande es el amor de mi Hijo! Si conocierais la grandeza de su amor, no dejaríais de adorarlo y agradecerle. Él está siempre vivo con vosotros en la Eucaristía, porque la Eucaristía es su Corazón. La Eucaristía es el corazón de la fe.
Él nunca os ha abandonado: aun cuando habéis procurado alejaros de Él, Él de vosotros no se ha alejado. Por eso mi Corazón materno se siente feliz cuando ve que, llenos de amor, regresáis a Él; cuando veo que acudís a Él por el camino de la reconciliación, del amor y de la esperanza.
Mi Corazón materno sabe que, cuando vosotros emprendéis el camino de la fe, sois brotes, capullos, pero, con la oración y el ayuno, seréis frutos, mis flores, los apóstoles de mi amor. Seréis portadores de luz e iluminareis, con amor y sabiduría, a todos alrededor vuestro.
Hijos míos, como Madre os pido: orad, reflexionad, contemplad. Todo lo hermoso, doloroso, alegre, santo, que os ocurre, os hace crecer espiritualmente; hace que en vosotros crezca mi Hijo. Hijos míos, abandonaos en Él, creedle a Él, confiad en Su amor; que sea Él quien os guíe. Que la Eucaristía sea el lugar donde alimentéis vuestras almas, y luego difundid el amor y la verdad, y testimoniad a mi Hijo. ¡Os doy las gracias! ” (Mensaje 2 de Febrero 2020)
Coloquio
Dios, Padre nuestro, en nombre de Tu Hijo Jesús, junto con María, Tu humilde sierva, la Reina de la Paz, queremos darte gracias por el amor que nos tienes. Queremos, sin embargo, pedirte ahora que el Espíritu Santo ilumine nuestro corazón, a fin de que podamos responder al llamado de María Santísima a la oración y que, en la oración, podamos abrirnos a Ti. Danos la gracia de poder reconocer de manera especial Tu amor por nosotros a través de las apariciones de María. Que a lo largo de toda nuestra vida podamos responder a Tu amor por nosotros. (Fray Slavko , Enero 29, 1999).
Comunión Espiritual
“Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.” (De Santa Margarita María Alacoque)