
Carlo Acutis: Eucaristía y vivida
Y los Milagros Eucarísticos
Carlo Acutis murió en 2006 de leucemia. Tenía quince años. Resulta que, como los demás santos de la Iglesia católica, su «normalidad» es relativa. Carlo pidió recibir la Primera Comunión a los seis años. Desde entonces, comulgaba a diario. Mi hijo de once años y mi hija, que va a recibir la Primera Comunión, asisten a misa semanalmente con reticencia. A veces, yo también asisto a misa con reticencia. Carlo llevó una vida ascética. Sí, tenía una consola de videojuegos, pero la jugaba una hora a la semana. Como hombre de cuarenta y dos años, sigo jugando videojuegos más tiempo a la semana que Carlo a los quince. Si Carlo recibía algo (una bicicleta, ropa o un par de zapatos nuevos), lo donaba a los pobres. Su familia era acomodada, pero todo lo que recibía, lo donaba a las personas sin hogar de Milán. Su misa funeral estuvo llena de personas que fueron beneficiarias de las obras de caridad ocultas de Carlo.
Desde niño Carlo expresó su deseo por recibir la primera comunión. El padre Aldo Locatelli, quien lo acompañó espiritualmente, pidió autorización para que celebrara este sacramento a Monseñor Pasquale Macchi (quien fue secretario de Pablo VI). Después de interrogar a Carlo, Mons. Macchi garantizó la madurez y la formación cristiana del niño para recibir el sacramento. Sólo les hizo una recomendación a sus padres: que la celebración se desarrollara en un lugar idóneo para privilegiar el silencio y el recogimiento interior, sin distracciones.
Así fue como el 16 de Junio de 1998, a los 7 años, Carlo recibió el sacramento de la Comunión en el Monasterio de la Bernaga en Perego y comenzó su amor a la Eucaristía, a la que llamó «mi autopista hacia el cielo”. Diariamente asistía a Misa y rezaba el rosario, su madre (Antonia Salzano) relata que su hijo también realizaba un momento de adoración eucarística antes y después de la celebración. Sus modelos de santidad fueron san Francisco y santa Jacinta Marto, santo Domingo Savio, san Luis Gonzaga y san Tarcisio; y era muy devoto de la Virgen María, más precisamente de las advocaciones de Fátima y Lourdes.
La eucaristía como lugar de encuentro personal con Jesús
En el año 2002 acompañó a sus padres al Meeting de Rímini. Su madre iba a participar en un encuentro para presentar el “Pequeño catecismo eucarístico». Quedó fascinado por la gente y las exposiciones que vio. Y entonces se le ocurrió una idea: una exposición sobre los milagros eucarísticos. Cuenta Antonia: “Estaba convencido de que la gente así podría darse cuenta de que verdaderamente en el pan y en el vino consagrado están el cuerpo y la sangre de Cristo. Que no hay nada simbólico, sino que es la posibilidad real de encontrarse con Él.”
Alrededor de sus 11 años se le pidió ayudar en la catequesis y luego fue catequista. “Creía que este sería un modo nuevo de acercar al Misterio eucarístico”, comenta su madre.
Este sábado, Carlo Acutis será declarado beato en Asís, su “lugar favorito en el mundo”. Un chico normal, con sus defectos y virtudes, que luchó por colocar a Dios en primer lugar y que usó internet para evangelizar. Antonia Salzano, madre de Carlo, abre su corazón sobre aquello que más le impactó de su hijo, y su gran amor a la Eucaristía. Amor que le llevó a pasar horas y horas de trabajo de investigación para crear una página web y una exposición con los principales milagros eucarísticos que, hoy todavía sigue siendo visitada por miles de personas de todo el mundo. Y no es para menos, como él decía, “La Eucaristía es mi autopista hacia el cielo”.
“Carlo fue mi salvación”, revela su madre. El amor apasionado que su hijo sentía por Jesús, llevó a que esta mujer, joven, exitosa, de una familia intelectual y alejada de la fe, se cuestionara su forma de vivir. Había ido tres veces a Misa en su vida: su Bautismo, su primera Comunión y la boda. Hasta que el pequeño Carlo, de cuatro años, la llevó a “entrar en las iglesias para decirle ‘hola’ y mandarle ‘besos’ a Jesús en la Cruz”. Se apuntó a unas clases de teología para responder a las miles de preguntas de su inquieto hijo y poco a poco tuvo una conversión. Habría que matizar aquí que fue su niñera polaca, Beata, quien le habló primero de Dios. Quizá fue ella la responsable de todo.
La piedad del pequeño no hacía más que crecer y a los 7 años recibió su primera comunión en el silencio del monasterio de Bernaga en Perego, para evitar distracciones. Desde entonces, Carlo asistía a Misa diaria, rezaba el Rosario y dedicaba un rato de adoración antes o después de la Eucaristía. “No hablo con palabras, solo me recuesto sobre su pecho, como San Juan en la Cena”, así describía su forma de orar.
Hoy, Carlo sigue evangelizando a la familia. Antonia tuvo mellizos en 2010, Francesca y Michele, cuando ya había cumplido 44 años, cuatro años después de la muerte de su hijo. Los mellizos siempre han escuchado hablar de su hermano, así que para ellos es natural tener un Santo en la familia. “Son niños muy devotos y aunque se pelean por ver quien reza el rosario, son muy especiales. Estoy segura de que Carlo está intercediendo por ellos desde el cielo” dice su madre.
Su gran amor por la Eucaristía
La Feria de Rimini, el mayor evento cultural católico italiano, organizado por Comunión y Liberación, con una masiva participación de jóvenes, fue donde Carlo se inspiró para su gran proyecto. En este festival de exposiciones y encuentros que profundizan sobre la sociedad, la cultura y la fe, nace en Carlo el deseo de crear una exposición sobre los distintos milagros eucarísticos que tuvieron lugar en la historia. Su trabajo de investigación, que comenzó cuando tan solo tenía 11 años, dio como resultado una obra que explica los hechos milagrosos en torno a la Eucaristía en 20 países, con 160 paneles que pueden descargarse de Internet en su web http://www.miracolieucaristici.org y que han recorrido más de 10.000 parroquias en todo el mundo. Su madre no oculta su emoción al contar lo impresionante que era “ver a un niño tan joven pasar horas y horas trabajando con el ordenador en vez de jugar a los videojuegos o con sus amigos. Quería que todos amasen a Dios y comprendieran que “la Eucaristía es lo más increíble que hay en el mundo”. Y más que impresionante, porque para su obra agotó 3 ordenadores y pidió a sus padres acompañarle por un viaje por toda Italia y parte de Europa para recabar material fotográfico.
Las luchas de Carlo
Carlo era un poco “glotón y goloso, porque le encantaba comer Nutella y helados” dice su madre entre risas, porque cuando se le pregunta sobre Carlo, tiene muchísimas anécdotas que contar. Recuerda que hubo un momento que comer tanto hizo que ganara eso y engordó, lo que le llevó a adquirir un sentido del equilibrio y luchó por la virtud de la templanza. Le habían regalado un diario que utilizó para su mejora personal, colocando notas por su comportamiento, por ejemplo, “cómo me comporto con mis padres, compañeros y profesores”. Esto demuestra “la lucha que tuvo consigo mismo, era muy estricto y no dejaba pasar ni una” dice Antonia, mezclando italiano, español e inglés. Carlo tenía también detalles con las señoras que venían a limpiar la casa. Algunos de los cuales están grabados en la memoria de Antonia: “A pesar de que era su trabajo, a Carlo no le parecía bien que tuvieran que recoger su desorden. Intentaba despertarse un poco antes para tener la habitación limpia y hacer la cama”. La revista Huellas recoge el testimonio de uno de los empleados del hogar: “Rajesh era hindú. Entre él y Carlo nació una profunda amistad, hasta el punto de que Rajesh se convirtió y pidió recibir los sacramentos. Cuenta Rajesh que: «Me decía que sería más feliz si me acercaba a Jesús. Pedí el Bautismo cristiano porque él me contagió y cautivó con su profunda fe, su caridad y su pureza. Siempre le consideré como alguien fuera de lo normal, porque un chico tan joven, tan guapo y tan rico normalmente prefiere llevar una vida distinta».
Cosas sencillas, pequeños detalles que mejoraban la vida de los demás. En este sentido, su madre cuenta impresionada la “caridad y la generosidad que Carlo tenía con todos” que es lo que contesta cuando se le pregunta sobre lo que más le impactaba de su hijo. Con sus primeros ahorros le compró un saco de dormir a un mendigo que siempre veía camino de Misa. En su cuaderno de apuntes personales escribió: “La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos”.
Paralela a la gran labor entre sus compañeros, Carlo también tenía que luchar por una tendencia natural a hacer “el payaso” y hacer reír a la clase, incluso a sus profesores. Pero se daba cuenta que molestaba, de modo que se esforzó en mejorar en este aspecto también. Solía decir: “De qué sirve ganar 1.000 batallas si no puedes vencer tus propias pasiones. La verdadera batalla tiene lugar dentro de nosotros mismos”.
Sobre el tema de la castidad, la madre cuenta como Carlo “tenía muchas chicas que estaban enamoradas de él: era un joven guapo, rico y con éxito. No le hubiese sido difícil tener muchas novias si hubiese querido”. Pero era consciente de la “gran dignidad de cada ser humano y de que cada persona refleja la luz de Dios”. Estaba verdaderamente convencido de que “el cuerpo es templo del Espíritu Santo”. En esa línea tenía claro, reflexiona Antonia, “que la sexualidad era algo muy especial y que tenía que ser para el propósito que Dios la había creado”. Así que solía hablar con sus compañeros de clase y los animaba a la castidad. Le dolía mucho ver cómo los jóvenes usaban la pornografía para su propio placer, lo que era una falta de caridad y de alguna manera, “era traicionar el proyecto que Dios tenía para ellos”. Su madre explica que Carlo se confesaba con frecuencia, ya que “igual que para viajar en globo hay que descargar peso, también el alma para elevarse al Cielo necesita quitarse de encima esos pequeños pesos que son los pecados veniales”.
Un milenial muy Santo
“Hay algo muy oscuro de Internet que puede ser transformado si la tecnología es usada para un buen propósito” dice Antonia, “Carlo lo hizo para evangelizar y es un gran signo de esperanza”. No puede más que enorgullecerse de la gran labor que hizo su hijo con la tecnología y por ser ejemplo para tantos jóvenes de su generación. Carlo les decía a sus amigos que para ellos también había “un propósito especial de Dios desde la Eternidad”. Y que ellos también pueden hacer mucho más de lo que él hizo, “pueden ser Santos, lo importante es quererlo”, les decía.
Inesperadamente…
Verano de 2006 y Carlo le pregunta a su madre: “¿Crees que debo ser sacerdote?” Ella le responde: “Lo irás viendo tú solo, Dios te lo irá revelando”. Ese comienzo de curso no se encontraba bien… parecía una gripe normal. Nadie se lo esperaba. Al entrar en el hospital, confió a su madre: “De aquí ya no salgo”. Efectivamente, se le diagnosticó una de las peores leucemias, de tipo M3. Diría a sus padres: “Ofrezco al Señor los sufrimientos que tendré que padecer por el Papa y por la Iglesia, para no tener que estar en el Purgatorio y poder ir directo al cielo”. Pidió la Unción de Enfermos y murió el 12 de octubre. En el funeral no cabía nadie más: muchas personas que la familia no había visto en la vida. Y es que Carlo, a escondidas, había ayudado a un innumerable número de almas, como inmigrantes y personas sin techo en la calle, con quienes compartía su comida. ¡En el funeral había muchísimas personas sin recursos! “Un montón de gente me hablaba de Carlo, y yo no sabía nada. Me daban testimonio de la vida de mi hijo, y yo me sentía huérfana”, confiesa Antonia.