
Las quince promesas de Nuestra Señora y el poder del Rosario
La Fiesta de Nuestra Señora del Rosario , instaurada por San Pío V en el siglo XVI, nos recuerda que el rezo del Rosario no es una mera práctica devocional, sino un verdadero camino hacia la salvación y la paz. Nacida tras la victoria de Lepanto, lograda gracias a la oración del Rosario invocada por el Papa y difundida entre los fieles, esta conmemoración litúrgica nos recuerda cada año la confianza en el poder de la oración mariana.
En el mes de octubre, dedicado íntegramente al Santo Rosario por la Iglesia, el llamado a redescubrir su valor se hace aún más urgente. El Papa León XIII, a menudo recordado como «el Papa del Rosario» , también animó a los cristianos con palabras que siguen siendo actuales: « A principios de octubre, mes dedicado al Santo Rosario, los invito a rezar el Rosario todos los días por la paz en nuestro mundo ».
Cada Avemaría, cada misterio meditado, nos lleva de la mano hacia María, permitiéndonos contemplar a Jesús a través de su mirada maternal. El Rosario, de hecho, no es una simple repetición de palabras, sino un viaje espiritual basado en las Escrituras, que nos sumerge en los momentos más importantes de la vida de Cristo.
En un mundo atribulado y dividido, esta antigua oración sigue siendo un salvavidas. A través de ella, Nuestra Señora continúa prometiendo gracia, protección y luz a quienes la rezan con fe.
Las quince promesas de la Virgen María a quienes rezan devotamente el Rosario revelan la profunda conexión entre esta oración y la misericordia divina. María asegura protección, conversión y perseverancia en la gracia, ofreciendo a sus hijos un camino seguro al Cielo.
Entre sus promesas destacan palabras de consuelo y esperanza:
1) A todos aquellos que recen devotamente mi Rosario, les prometo mi especial protección y grandes gracias.
2) Los que perseveren en el rezo de mi Rosario recibirán una gracia especial.
3) El Rosario será una armadura muy poderosa contra el infierno; destruirá el vicio, nos liberará del pecado y disipará la herejía.
4) El Rosario hará florecer la virtud y las buenas obras, y obtendrá para las almas las más abundantes misericordias divinas. Apartará los corazones de los hombres del amor al mundo y sus vanidades, y los elevará al deseo de las cosas eternas. ¡Oh, cómo se santifican las almas por este medio!
5) Aquellos que se encomiendan a Mí por medio del Rosario, no perecerán.
6) Quien reza mi Rosario, meditando con devoción en sus misterios, jamás será vencido por la desgracia. No experimentará la ira de Dios ni sufrirá una muerte imprevista. El pecador se convertirá; el justo perseverará en la gracia y merecerá la vida eterna.
7) Aquellos que son verdaderamente devotos de mi Rosario no morirán sin los sacramentos de la Iglesia.
8) Los que sean fieles en el rezo de mi Rosario tendrán durante su vida y en su muerte la luz de Dios y la plenitud de sus gracias y participarán de los méritos de los bienaventurados.
9) Yo libraré prontamente a las almas del purgatorio dedicadas a mi Rosario.
10) Los verdaderos hijos de mi Rosario gozarán de gran gloria en el cielo.
11) Rezando el Rosario obtendréis todo lo que me pidáis.
12) A quienes propaguen mi Rosario, les prometo ayuda en todas sus necesidades.