Abandonar la Vanagloria

Abandonar la Vanagloria

9 de noviembre de 2024 0 Por Gospa Chile

Esclavitud de amor a María Santísima Reina de la Paz 

Ofrecemos nuestra Consagración a nuestra Madre Santísima en los 40 años de Medjugorje


El que se ensalza, será humillado

QUE NINGÚN BIEN TIENE EL HOMBRE DE SUYO NI COSA ALGUNA DE QUE ALABARSE


San Lucas 18, 13-14

“Mas el publicano, estando lejos, no osaba ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho diciendo: Dios, muéstrate propicio a mí, pecador. Os digo que éste, y no aquél, descendió justificado a su casa; porque todo hombre que se ensalza, será humillado, y el que se humilla, será ensalzado.” 


La vanidad espiritual puede privar del cielo al que no se proteja contra ella, mientras que la humildad saca al hombre del abismo de sus pecados. Humildad fue la que salvó al publicano con preferencia al fariseo; al buen ladrón le dio el paraíso antes que a los apóstoles. El orgullo, en cambio, ha entrado y envenenado incluso a los poderes incorporeos, como los ángeles rebeldes. 


Mensaje, 25 de septiembre de 2010

“¡Queridos hijos! Hoy estoy con ustedes y los bendigo a todos con mi bendición maternal de paz, y los exhorto a vivir aún más su vida de fe, porque aún son débiles y no son humildes. Los exhorto, hijitos, a hablar menos y a trabajar más en su conversión personal, para que su testimonio sea fecundo. Y que su vida sea una oración continua. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


“El Espíritu Santo, que no produce otra persona divina, se ha hecho fecundo por María, con quien se ha desposado. Con Ella, en Ella y de Ella ha producido su obra maestra, que es un Dios hecho hombre; produce todos los días y producirá hasta el fin del mundo los predestinados, que son los miembros del cuerpo de esa cabeza adorable; por eso cuanto más encuentra a María su cara e indisoluble Esposa, en una alma, tanto más deseoso y decidido se muestra a producir a Jesucristo en esa alma, y a esa alma en Jesucristo.”  (Tratado de la V.D. 20)

“Así como en el orden de la naturaleza es necesario que tenga el niño padre y madre, así en el orden de la gracia es necesario que el verdadero hijo de la Iglesia tenga por Padre a Dios y a María por Madre; y el que se jacte de tener a Dios por padre, sin la ternura de verdadero hijo para con María, engañador es, que no tiene más padre que el demonio.” (El Secreto de María 11)

El Papa Benedicto XVI explica que quien aspira a «aumentar su propio prestigio personal y su propio poder» tergiversa el sentido de su vocación, y quienes se han comprometido a luchar contra el pecado que obstaculiza el camino a Dios, terminan siendo un obstáculo para el Señor, en la victoria contra el pecado.

«Quien sobre todo quiere realizar una ambición propia, alcanzar su propio éxito, será siempre esclavo de sí mismo y de la opinión pública», aseguró Benedicto XVI, puesto que «deberá adular y «adaptarse al cambio de las modas y de las opiniones», lo que le llevará a «condenar mañana lo que habrá alabado hoy» para lograr ser considerado. La vanagloria, la vanidad y el orgullo, son enemigos del Reino del Señor y el bien verdadero de nuestras almas.

Quien intenta, con la heredad de Dios alcanzar la seguridad en la propia vida temporal o para garantizarse una posición social”,  «no ama verdaderamente a Dios y a los demás, sino sólo a sí mismo”.

El mismo Papa Benedicto presenta la grandeza del testimonio de San Juan Bautista, que “no se limita a predicar la penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como «el Cordero de Dios» que vino a quitar el pecado del mundo (Jn 1, 29), tiene la profunda humildad de mostrar en Jesús al verdadero Enviado de Dios, poniéndose a un lado para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido. Como último acto, el Bautista testimonia con la sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios, sin ceder o retroceder, cumpliendo su misión hasta las últimas consecuencias. San Beda, monje del siglo IX, en sus Homilías dice así: «San Juan dio su vida por Cristo, aunque no se le ordenó negar a Jesucristo; sólo se le ordenó callar la verdad» (cf. Hom. 23: CCL122, 354). Así, al no callar la verdad, murió por Cristo, que es la Verdad. Precisamente por el amor a la verdad no admitió componendas y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a quien había perdido el camino de Dios.” (Benedicto XVI, 27 de Enero 2013)