
Derogado Decreto Perić
Padre Jozo puede trabajar en Diócesis de Mostar
El Padre Jozo Zovko recibió del Cardenal Victor Manuel Fernández, Jefe del Dicasterio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la decisión de la derogación del decreto del Obispo Ratko Perić, que le prohibía trabajar en la Diócesis de Mostar.
Padre Jozo Zovko, párroco de Medjugorje en el momento en que comenzaron las apariciones, cumplió condena bajo el comunismo porque se le consideraba el instigador de los niños «a mentir diciendo que Nuestra Señora se les había aparecido». Es conocido que la primera reacción del Padre Jozo ante las apariciones fue la de resistirse a creer. Sin embargo, incluso en los tres años y medio que duró la sanción y la cárcel, contra del P. Jozo, los comunistas no lograron «quebrar» a los niños videntes.
Padre Jozo Zovko nunca fue suspendido. Como Él mismo lo dijo, «continuó predicando y testificando sobre Medjugorje y el obispo Ratko Perić le emitió un decreto prohibiendo sus actividades en la diócesis de Mostar.»
Sabemos por fuentes fidedignas que el P. Jozo Zovko recibió una resolución del cardenal Fernández, jefe del Dicasterio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, revocando el decreto del obispo Ratko Perić que le prohibía trabajar en la diócesis de Mostar.
El padre Jozo es un franciscano croata que nació en el seno de una familia numerosa en Uzarice, el 19 de marzo de 1941. Realizó sus estudios en Sarajevo, Lubjana y en Graz (Austria) e inició su carrera franciscana en 1962. Fue ordenado sacerdote en 1967. Destacamos su carácter emprendedor y profundamente místico.
Durante la guerra étnico-religiosa de los Balcanes que enfrentó a bosnios, serbios y croatas, pudo escucharse con claridad una voz que clamó auxilio mientras centenares de miles de bombas se abatían sobre pueblos y ciudades que en cuatro años matarían a un cuarto de millón de personas.
Era el pedido de colaboración de Jozo Zovko desde el monasterio de Siroki Brijeg enclavado en el terreno áspero de Bosnia-Herzegovina para atender a los hijos que cada día quedaban huérfanos. Así fue como, en el segundo año de la brutal guerra que asoló la región desde 1991 hasta 1995, fundó junto con un grupo de personas la Asociación Internacional de Padrinos de los Niños de Bosnia-Herzegovina.
Hoy la “International Godparenthood Asociation to Herceg Bosnian Children Association” tiene más de 4 mil niños registrados, la mayoría de los cuales está sostenida económica y espiritualmente por personas que asumen el padrinazgo hasta que cumplan los 18 años o finalicen su formación universitaria.
Desde Suiza, Alemania, Canadá, Australia, Estados Unidos, Italia, Dinamarca, Holanda, Irlanda, Inglaterra, Italia y Austria, los protectores aceptan “cuidarlos, ocuparse y rezar por ellos” además de que muchos protagonizan encuentros emotivos con sus ahijados en las vacaciones estivales en la Isla de Jakljan también conocida como la Isla de la Paz. Este proyecto de asistencia social es exitoso porque, como reconoce Zovko, construye a través de la “sanación de las heridas del alma y no está basado sólo en los hechos o en la voluntad humana, ni tampoco en la fuerza del dinero”. Además los padrinos, los que ayudan, también sanan porque “probablemente reciben mucho más de lo que dan ya que el amor es mucho más fuerte que cualquier otra fuerza”.
¿Qué convenció a Fray Jozo Zovko de la veracidad de las apariciones?
El mismo responde en una entrevista para el P. ZVETOZAR:
«Esos días fueron difíciles. Es increíble. Algo pasó en mí, que me forzó a cambiar de actitud, y a no ser un simple testigo de los relatos que me hacían los jóvenes. Déjame contarte algo que para mi fue esclarecedor:
Los funcionarios del gobierno fueron enviados aquí para detener el curso de los acontecimientos; esta gente, que era creyente, no hacían su trabajo con satisfacción. Las dos asistentes sociales encargadas de hacer cambiar a los jóvenes, usando la mentira y la astucia, presentaron su renuncia a causa de la experiencia que habían vivido. Así la policía tuvo que intervenir directamente. Fueron a ver a la mamá de Vicka para decirle: «Zlata, no deje a los jóvenes ir más a la Iglesia. Hágales abandonar todo esto». Ella respondió: «Ya veré. No sé quién podrá convencer a los jóvenes que cambien de actitud».
Seguidamente la policía se puso en la búsqueda de los jóvenes para arrestarlos, ya que las asistentes sociales habían fracasado. Sabiendo que estaban en el campo, se lanzaron a su captura. Los muchachos huyeron hacia la Iglesia, atravesando los viñedos, en el camino se habían cambiado de ropa. Mientras tanto, yo estaba en el templo orando con la Biblia y el breviario, sentía la gran responsabilidad que incumbía delante de Dios como párroco. Era necesario que dijera alguna palabra a la gente, a los sacerdotes, a las hermanas, a los creyentes. Me sentía como Moisés delante del Mar Rojo, sabía que Dios era mi único recurso. La gente que iba y venía se sentía, desde luego, menos afectada. Yo trataba de orar como Moisés en esta situación difícil, para saber si era Dios verdaderamente el que conducía todo esto: «Señor, yo sé que tú has hablado a Abraham, a Moisés y a muchos otros. Millares de personas se encuentran aquí, dime al menos cuáles son los argumentos a favor, y el alcance de este asunto». Estaba solo en la Iglesia y sentí como un llamado, una gracia especial de revelación. Escuché durante mi oración una voz que me decía: «Sal y protege a los jóvenes». Dejé mi Biblia y el breviario, hice una genuflexión y sin reflexionar mucho, salí. Tenía aún la mano en la cerradura cuando ví a los jóvenes correr hacia mí; intentando huir de la policía, gritaban: «La policía nos persigue, escóndanos», y se pusieron a llorar. Ana, la hermana de Vicka, estaba con ellos, entonces abracé a los jóvenes, los conduje a la casa cural a una pieza desocupada y los encerré bajo llave. Poco después llegaron los policías corriendo y me preguntaron: «¿vió usted a los jóvenes?» «Sí, los ví» – respondí -; pero continuaron corriendo hacia Bijakovici con el fin de arrestarlos. Cuando los agentes se alejaron me reuní con ellos para hablar. Les pedí que para más seguridad no se fueran y fue así como tuvieron en la casa cural la aparición. Más adelante, hubo siete más en esta misma habitación.»
Como la noticia del acontecimiento se había extendido muy pronto y aumentaba considerablemente la afluencia de los peregrinos, el régimen marxista mandó encarcelar al párroco acusándolo de querer destruir el sistema. Le dieron la condena de tres años y medio, pero al año y medio fue puesto en libertad. Le dijeron entonces que «si hubiese tomado unas vacaciones o se hubiese trasladado, no habría sido detenido».
Cuando fue puesto en libertad el Padre Jozo declaró:
«Con las apariciones se presentaban cruces, sufrimientos y dificultades. Pronto me sentí dispuesto a lo que viniera. Recuerdo que me llevaron a prisión como se lleva un malhechor. Cuando encontré en mí la certeza que buscaba, en relación con las apariciones, me sentí dispuesto – aun conociendo mi debilidad – a atestiguar mi fe, aún a costa de mi propia vida. Cualquier cosa que hubiese hecho, en vez de quedarme allí, habría sido para mí como el beso de Judas. Pensé que por este don a nuestro tiempo, a la parroquia, a mi pueblo, a la Iglesia entera y al mundo, debía soportar estos sacrificios. Nada alteró mi serenidad, nada pudo provocarme, a pesar de que ellos tienen métodos que saben utilizar muy bien. En realidad Dios estaba conmigo, ni interrogatorios, ni torturas, me hicieron desfallecer. Después me sentí feliz, más satisfecho y seguro de mí mismo. En fin, fue para mí una experiencia de misericordia desde el primer momento.»
Sobre los videntes el Padre Jozo mencionaba:
Los jóvenes videntes llegan al templo a eso de las seis de la tarde, rezan con el pueblo el santo rosario y luego pasan al cuarto lateral. Allí son esperados por sacerdotes, religiosas y algunos enfermos. Sobre la mesa colocan objetos para ser bendecidos por la Virgen (rosarios, cartas, crucecitas, medallas, etc.) De pronto perciben una luz, caen de rodillas y entran en seguida en diálogo con la Madre celestial. Las personas que los acompañan en este momento no ven ni oyen nada, solo captan que el semblante de los muchachos cambia, ven mover sus labios como si realmente hablaran con una persona, sus ojos permanecen atentos y muy abiertos, dirigidos a un mismo punto, sus rostros irradian una gran paz y un brillo celestial. A veces sonríen, reflejan tristeza o lloran; luego, al terminar la aparición, la Virgen se reintegra a la luz y desaparece.
En ciertas ocasiones han presenciado después de la aparición los símbolos del sol, de la cruz y de un corazón, al respecto Vicka comentó: «La Virgen nos dijo que el sol es símbolo de Dios Padre que nos ilumina; la Cruz es símbolo de la salvación, y el Corazón es el símbolo del Amor de la Madre para todos sus hijos; sobre todo para los pecadores».