
El Fiat de la Virgen María, un grito por la vida del no nacido
María Santísima dijo «Fiat», cuando aun Jesús no había nacido…
Contemplemos el Fiat de la Virgen María, que puede ayudar a la humanidad a abrir los ojos y dejar de ofrecer sacrificios humanos que dan culto al diablo. La respuesta de María al Ángel «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» muestra claramente que decirle que iba a ser madre no estaba en los planes de María, sino el permanecer virgen, aunque estuviera casada con San José (ver Nm 30, 4-8; San Gregorio de Nisa y San Agustín son de esta postura).
El Fiat de María, esa respuesta «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» es desconcertante con la perspectiva de la sociedad actual: ¿no calculó que cuando se enterara San José, probablemente no entendería cómo podía haber quedado embarazada y eventualmente podría denunciarla como adúltera y moriría apedreada? ¿No era menos arriesgado y comprometido un “No, gracias” egoísta a la invitación de Dios y así seguir viviendo sus planes de vida?
Para dar ese Fiat, la confianza y el abandono en Dios de María era completo y total. Una confianza en que la Divina Providencia se va a encargar de nuestro futuro vital, sólo quiere nuestra voluntad, nuestro corazón. Es pensar: esto es imposible humanamente, pero que se haga la Voluntad de Dios y no la mía: Él es el Señor de la historia pasada, presente y futura, y «nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8, 28).
Podemos pensar que, además del gozo de hacer la Voluntad de Dios, María podría haber tenido un dolor de dejar sus planes de vida, ¡pero fue amar hasta que duela! Fue un Fiat con una confianza a ciegas, un amor que superó con creces los temores propios de nuestra fragilidad, como el de una niña con sus padres, que la van a proteger frente a los peligros. Tuvo el amor que le faltó a Adán y su mujer, que no amaron hasta que les doliera, y cedieron a la tentación. Un Fiat filial amoroso inquebrantable ante las adversidades, como tener que huir a Egipto o presenciar la muerte más infame que tuvo su Hijo a mano del resto de sus hijos. Un Fiat desinteresado que dio el fruto de que la Palabra se hiciera carne, que el Autor de la Vida nos diera vida en abundancia, y trajera la Salvación a toda la humanidad, una sola familia.
Ese Fiat de María nos muestra que Jesucristo también quiso ser un no nacido, y de esa manera muestra que todos los no nacidos son verdaderas personas: ¡el No Nacido Jesucristo es nuestro Señor! Ese Fiat también nos da una buena perspectiva para mirar los abortos provocados en la actualidad: ¿no habrá algo de comodidad, de falta de generosidad con la vida, de estar lejos de Jesucristo? Estamos en un mundo atornillado al consumismo y la comodidad, donde en vez de tener hijos se tienen mascotas.
María nos invita al arrepentimiento, nos recuerda que su Hijo siempre nos está esperando con los brazos abiertos para darnos su perdón y su amor sin límite. El Sagrado Corazón de Jesucristo y el Inmaculado Corazón de María quieren que les demos nuestro corazón, que nos refugiemos en esos dos Corazones, que aprendamos del anonadamiento de Jesucristo en un no nacido para anonadar nuestro ego, porque fuimos creados para amar: «Dame, hijo mío, tu corazón» (Pr 23, 26).
Las heroínas actuales
Esta frase que oí no hace mucho, “Yo hago la paz cada vez que cambio un pañal”, me ha quedado resonando: todo está conectado y mi acto de amor cotidiano con mis hijos lleva la paz al mundo. Jesucristo es muy claro cuando dice que: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25, 40), y no hay nada más pequeño, indefenso e inocente que un no nacido.
Las madres solteras, las madres menores de edad, las madres abandonadas por su pareja, las que tuvieron a un hijo después de ser violadas, las que decidieron tenerlo bajo la presión de su compañero que no quería, las que decidieron tenerlo aunque estaba su vida en riesgo, etc., esas son nuestras heroínas, nuestros Abeles de la actualidad, porque priorizaron la vida sin hacer cálculos de cómo se vería en la sociedad/familia, o de las incomodidades, o de la propia subsistencia. Ese no nacido es Templo de Dios o está camino de serlo, es tierra sagrada, es lo más valioso del universo. Demos gracias al Fiat de María a quedar embarazada aunque no estuviera en sus planes y pareciera imposible, un acto de valentía y confianza, donde venció el amor en su corazón bendito, del que se ha beneficiado toda la humanidad.
Cedamos el control de nuestras vidas a la Providencia de Dios que lleva a la vida, y si una mujer queda embarazada, que dé gracias a Dios: ¡a cuántas les gustaría ser mamás y no pueden! Ser mamá es amar hasta que duela, es un compromiso de por vida, pero ya sabemos que seguir a Cristo, ser cristianos, es abrazar nuestra cruz y también introducirnos en Su océano de Bondad, con la esperanza de la vida y el gozo eternos. Pero también ser mamá es llenarse de gozo por un amor fecundo que forma familia, por esos hijos, nietos y bisnietos. Porque la vida es un regalo, y el no nacido es el milagro de la vida acunado en el vientre de una mujer, que cuenta con nuestro amor, nuestra acogida, nuestra cercanía, nuestra compasión, nuestra ternura, y nuestra presencia.
A las que volverían a abortar
Para las que volverían a abortar porque consideran al no nacido un cúmulo de material biológico, y no coinciden con lo expuesto hasta ahora, les digo que no las juzgo. Todos somos pecadores en la Iglesia, y siempre hay lugar para uno más. Con gusto me ofrezco para tener una conversación sincera. Sí les pido mucha oración a Dios, a quien aman, y que pidan la intercesión de nuestra Madre María, para que Jesucristo les hable al corazón y les dé fuerza en situaciones difíciles para evaluar otras alternativas.
También contemplar el sí de nuestra Madre María a la Vida, para que el sí a la Voluntad de Dios se haga el canto de nuestra vida, recibiendo la ayuda de la Palabra en nuestra fragilidad, que nos dice “¡Ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).
Y por último, distanciarse de las “verdades” de la sociedad en que vivimos, una sociedad de espaldas a Dios que muchas veces quiere mostrar como buena una cultura de la muerte; y acercarse a las verdades que nos da Jesucristo en los Evangelios, que llevan a la vida en abundancia.
Recemos juntos esta oración del recordado Papa Benedicto XVI para la Vigilia de Oración por la Vida Naciente del 27 de noviembre de 2010:
Señor Jesús,
que con fidelidad visitas y colmas con tu Presencia
la Iglesia y la historia de los hombres;
que en el admirable Sacramento
de tu Cuerpo y tu Sangre
nos haces partícipes de la vida divina
y nos concedes saborear anticipadamente
la alegría de la vida eterna:
te adoramos y te bendecimos.
Postrados delante de ti, fuente y amante de la vida,
realmente presente y vivo en medio de nosotros,
te suplicamos:
Aviva en nosotros el respeto
por toda vida humana naciente,
haz que veamos en el fruto del seno materno
la admirable obra del Creador;
abre nuestro corazón a la generosa acogida
de cada niño que se asoma a la vida.
Bendice a las familias,
santifica la unión de los esposos,
haz que su amor sea fecundo.
Acompaña con la luz de tu Espíritu
las decisiones de las asambleas legislativas,
a fin de que los pueblos y las naciones
reconozcan y respeten
el carácter sagrado de la vida,
de toda vida humana.
Guía la labor de los científicos y de los médicos,
para que el progreso contribuya
al bien integral de la persona
y nadie sufra supresión e injusticia.
Concede caridad creativa a los administradores
y a los economistas,
para que sepan intuir y promover
condiciones suficientes
a fin de que las familias jóvenes puedan abrirse
serenamente al nacimiento de nuevos hijos.
Consuela a las parejas de esposos que sufren
a causa de la imposibilidad de tener hijos,
y en tu bondad provee.
Educa a todos a hacerse cargo
de los niños huérfanos o abandonados,
para que experimenten el calor de tu caridad,
el consuelo de tu Corazón divino.
Con María tu Madre, la gran creyente,
en cuyo seno asumiste nuestra naturaleza humana,
esperamos de ti,
nuestro único verdadero Bien y Salvador,
la fuerza de amar y servir a la vida,
a la espera de vivir siempre en ti,
en la comunión de la Santísima Trinidad.
Artículo de Diego Passadore
Publicado en Life Site News.