«Encontramos un tesoro» San Luis María G.de Montfort
Aún no ha llegado el momento de guardar El Tratado en el baúl de los papeles obsoletos.
La escena tiene lugar en Saint-Laurent-sur-Sèvre, un pequeño pueblo de la región de la Vendée (Francia), marcado por la figura del padre de Montfort, en la primavera de 1842. El padre Louis-Joseph Dalin, superior de los misioneros de Montfort, examina con emoción el manuscrito que su bibliotecario descubrió el 22 de abril. No hay duda: se trata de la letra hermosa, grande y regular del fundador, el padre de Montfort (1673-1716). Después de recorrerlo, le dice a la comunidad: “Hemos encontrado un tesoro”. (…) »
Este largo tiempo de sepultura, que contrasta con el valor de la obra, lo había predicho sin embargo San Luis de Montfort. ¿No escribió, en el Tratado mismo, estas palabras proféticas?: «Preveo muchas bestias temblorosas que vienen furiosas a desgarrar con sus dientes diabólicos este pequeño escrito… o al menos a envolverlo en la oscuridad y el silencio de un cofre, para que no aparezca…”.
Sabemos cuánto influyó el Tratado en el pontificado de Juan Pablo II, cuya encíclica Redemptoris Mater, por nombrar solo un ejemplo, está imbuida del “camino mariano” de Luis María Grignion de Montfort. El predecesor de Benedicto XVI, en particular, había sido instado por el cardenal Wyszynski a “no rechazar la sede de Pedro, por María”. El cardenal Wyszynski fue uno de esos muchos “esclavos de María” que marcaron a Polonia.
También merece ser subrayada la influencia del Tratado sobre el Concilio Vaticano II: al final de su vida, monseñor Philips, autor de una parte del capítulo de Lumen gentium* dedicado a María, confió: «Yo no tenía el Tratado materialmente en mi mesa, pero lo tenía en mi memoria y en mi corazón cuando estaba escribiendo ese borrador».
La memoria del padre de Montfort no está lista para extinguirse. El Tratado, pieza capital de su obra, es uno de esos brillantes tesoros de fe que pueden coronar a su santo autor con el título de doctor de la Iglesia. Teresa de Lisieux y sus manuscritos son un brillante ejemplo. Según el padre François-Marie Léthel, especialista en teología de los santos, “la asombrosa similitud entre la carmelita normanda, patrona de las misiones, y el gran misionero bretón, permite esperar que este último bien pronto se contará entre los doctores. Esto daría a su doctrina un nuevo impulso. Y a María un lugar aún mayor en el corazón de la Iglesia y del mundo”.
Por lo tanto, aún no ha llegado el momento de guardar El Tratado en el baúl de los papeles obsoletos.
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- Lumen gentium, constitución dogmática Vat. II