La devoción de los Primeros Viernes de Mes
Promesa de un Corazón abrasado de amor
Tan antigua como la Iglesia es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. En la Última Cena, momento en que se instituía la Eucaristía como memorial de la Pasión, fue cuando el Discípulo Amado auscultó los insondables latidos del divino Corazón… Y en lo alto del Calvario, cuando Cristo estaba consumando su holocausto redentor, fue donde el soldado «con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua» (Jn 19, 34). Del Corazón perforado de Cristo nació la Iglesia y de él fluyeron a raudales abundantes gracias sobre la cristiandad y los hombres de todas las épocas.
Sin embargo, esta devoción aún no ha llegado a su apogeo, pese a las reiteradas peticiones del Salvador a lo largo de los últimos tiempos, de modo particular a partir del siglo xvii. Para atraer a la humanidad hacia su Corazón «con vínculos de amor» (Os 11, 4), se dignó hacer algunas promesas a quienes se ejercitaran en la práctica de tal devoción.
Actualmente, la palabra promesa se ha vuelto trivial. Muchos son los que las hacen, pocos los que las cumplen fidedignamente, de donde le atribuimos al acto de prometer cierto vacío, seguido de descrédito. Al tratarse de una promesa hecha por Dios, eso no se puede aplicar porque, «para Él, prometer es ya dar, pero es en primer lugar dar la fe capaz de esperar que venga el don; y es hacer, mediante esta gracia, al que recibe capaz de la acción de gracias (cf. Rom 2, 20) y de reconocer en el don el corazón del dador».1 En efecto, «no es Dios un hombre, para mentir, ni hijo de hombre, para volverse atrás. ¿Puede Él decir y no hacer, hablar y no mantenerlo?» (Núm 23, 19).
El 16 de junio de 1675, le dijo Jesús a Santa Margarita María de Alacoque:
«Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento».
Las doce promesas del Sagrado Corazón
1.- Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida.
2.- Le daré paz a sus familias.
3.- Las consolaré en todas sus penas.
4.- Seré su refugio durante la vida y sobre todo en la hora de la muerte.
5.- Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
6.- Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
7.- Las almas tibias se volverán fervorosas.
8.- Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
9.- Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
10.- Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
11.- Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
12.- Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.
En la bula de su canonización de Santa Margarita María, Benedicto XV afirma que son fieles las palabras registradas por la religiosa, revelaciones de que el Buen Jesús se dignó hacerle a esa sierva suya. Selladas tantas veces por la voz de la Iglesia, han de ser creídas por nosotros.
La duodécima de ellas, más comúnmente conocida como la gran promesa, se refiere a la comunión reparadora de los primeros viernes de mes, la cual nos garantiza aquello que para un hombre es lo más deseable e incierto sobre la faz de la tierra: la entrada al Cielo.
He aquí las palabras del Redentor: «Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor todopoderoso concederá a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gracia de la penitencia final; que no morirán en su desgracia, ni sin recibir los sacramentos; siendo [mi divino Corazón] su refugio seguro en este último momento».2
Nada más justo de nuestra parte que reparar a un Dios ofendido; no hay nada más misericordioso por parte de Jesús que otorgarles un premio a quienes así proceden, y que no hacen sino su obligación.
El P. Croiset nos enseña que el objetivo de practicar esa devoción es, ante todo, reconocer y honrar tanto como esté a nuestro alcance los sentimientos de amor y ternura que Jesucristo tiene actualmente por nosotros en la adorable Eucaristía. En segundo lugar, reparar de todas las formas posibles las indignidades y ultrajes a los cuales el amor lo expone todos los días en el Santísimo Sacramento.
Reparar, en términos ordinarios, es devolver la integridad a algo que ha sido corrompido, arreglar lo que ha sido dañado, lo cual presupone la existencia de un estado anterior preservado y mejorado. En términos espirituales, reparar «se trata menos de mirar al pasado, que hemos abandonado a la misericordia divina, que de considerar el futuro, que debe ser abrasado en una caridad más ardiente y más pura».4 Aplicando este principio al desagravio que le debemos hacer al Sagrado Corazón, reparar es responder con amor ardiente a lo que Él hizo por nosotros, es restituir la gloria que injustamente le fue quitada.
Una reparación a Jesús resucitado en la Eucaristía
El Señor sabía a qué extremos de maldad caería la humanidad si no prestara oído a los llamamientos de la gracia. Y aquí llegamos al actual mundo convulsionado por crisis, guerras y revoluciones, inmersos en el ateísmo más atroz; difícil es encontrar un rincón donde Dios no sea gravemente ofendido. Como humo espeso y repugnante, suben los pecados al trono de la Majestad divina y claman venganza a los Cielos. Pese a la triste perspectiva de decadencia, el Sagrado Corazón de Jesús nos pide el desagravio contra las ofensas cometidas contra él en la Eucaristía.
Cuando decimos «Corazón Eucarístico de Jesús» no nos referimos únicamente a una jaculatoria evocadora de la Persona de Nuestro Señor Jesucristo. La Eucaristía no es un recuerdo, como cuando a un padre de familia o a un hombre famoso, antes de dejar a los suyos, se le representa mediante una estatua, una pintura, un retrato o un monumento. Cristo llevó su amor a extremos insólitos, quiso encerrarse bajo el velo de las especies eucarísticas, a fin de cumplir su promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20).
Ahora bien, si Cristo ha resucitado —y ésa es nuestra fe (cf. Rom 4, 24)— y está en la Eucaristía, entonces el mismo Corazón divino traspasado por la lanza de Longino late resucitado, real y verdaderamente en el sacramento del altar, en el que Jesús se encuentra tal y como es ahora: glorificado a la derecha del Padre y en posesión, en toda su plenitud, de la gloria de la Resurrección.
Por lo tanto, los ultrajes cometidos contra Jesús eucarístico pueden compararse al de los verdugos que mataron el cuerpo del Salvador; 6 la frialdad y la indiferencia, el olvido y la falta de amor por parte de tantos que se dicen cristianos son equiparables a la culposa tibieza de Pilato, que hizo padecer a Jesús la Pasión.
Es, pues, desde esa perspectiva de gravedad que el Sagrado Corazón nos pide que llevemos a cabo las comuniones reparadoras de los primeros viernes. Consideremos sus palabras.
PARA PREPARARSE A LA RECEPCIÓN DE LA COMUNIÓN REPARADORA DE LOS VIERNES PRIMEROS SE PUEDEN REZAR LAS SIGUIENTES ORACIONES.
Oración de ofrecimiento
Corazón amoroso de Jesús Sacramentado, propongo con tu gracia, hacer la confesión y la comunión de los primeros viernes, para dar gloria, amor y reparación a tu Divino Corazón herido y lastimado por mis pecados. Pido a la Santísima Virgen María me acompañe cuando me acerque a recibirte.
PRIMER VIERNES
«Yo te prometo, en el exceso de la misericordia de mi Corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen los primeros viernes de mes, durante nueve meses consecutivos, la gracia de la penitencia final, y que no morirán en desgracia, ni sin recibir los santos sacramentos, asegurándoles mi asistencia en la hora postrera».
¡Oh buen Jesús, que prometiste asistir en vida, y especialmente en la hora de la muerte, a quien invoque con confianza tu Divino Corazón!, te ofrezco la comunión del presente día, a fin de obtener por intercesión de María Santísima, tu Madre, la gracia de poder hacer este año los nueve primeros viernes que deben ayudarme a merecer el cielo y alcanzar una santa muerte. Amén.
Oración final (para todos los viernes)
Jesús mío, te doy mi corazón, te consagro toda mi vida, en tus manos pongo la eterna suerte de mi alma y te pido la gracia especial de hacer mis nueve primeros viernes con todas las disposiciones necesarias para ser partícipe de la más grande de tus promesas, a fin de tener la dicha de verte y gozar en el cielo. Amén.
SEGUNDO VIERNES
«Les daré todas las gracias necesarias a su estado de vida».
Jesús misericordioso, que prometiste a cuantos invoquen confiados a tu Sagrado Corazón, darles las gracias necesarias a su estado, te ofrezco mi comunión del presente día para alcanzar, por los méritos e intercesión de tu Corazón Sacratísimo, la gracia de una tierna, profunda e inquebrantable devoción a la Virgen María. Siendo constante en invocar la valiosa providencia de María, ella me alcanzará el amor a Dios, el cumplimiento fiel de mis deberes y la perseverancia final. Amén.
Oración final
TERCER VIERNES
«Pondré paz en las familias. Bendeciré los lugares donde se venera la imagen de mi Corazón».
Jesús amantísimo, que prometiste bendecir la casa donde se venera la imagen de tu Sagrado Corazón, quiero que ella presida mi hogar, te ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por tus méritos y por la intercesión de María, tu Madre, que todos y cada uno de los miembros de mi familia conozcan sus deberes, los cumplan fielmente y logren entrar en el cielo con las manos llenas de buenas obras.
¡Oh Jesús, que te complaces en alejar de nuestro hogar las contrariedades, las enfermedades y la miseria! Haz que, nuestra vida sea una acción de gracias por tantos beneficios. Amén.
Oración final
CUARTO VIERNES
«Seré su consuelo en todas las tribulaciones»
Jesús mío, que prometiste consuelo a cuantos a Ti acuden en sus tribulaciones, te ofrezco mi comunión del presente día para alcanzar de tu Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de tu Madre Santísima, la gracia de venir al Sagrario a pedir fuerza y consuelo cuantas veces me visiten las penas. ¡Oh Jesús, oh María, consuelen y salven a los que sufren! ¡Hagan que ninguno de sus dolores se pierda para el cielo! Amén.
Oración final
QUINTO VIERNES
«Derramaré copiosas bendiciones en todas sus empresas».
Jesús mío, que prometiste bendecir los trabajos de cuantos invoquen confiados tu Divino Corazón, te ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por tu Santísima Madre la gracia de que bendigas mis estudios, mis exámenes, mi oficio, y todos los trabajos de mi vida. Renuevo el inquebrantable propósito de ofrecerte cada mañana al levantarme, y por mediación de la Santísima Virgen, las obras y trabajos del día, y de trabajar con empeño y constancia para complacerte y alcanzar la recompensa del cielo. Amén.
Oración final
SEXTO VIERNES
«Los pecadores hallarán en mi Corazón un océano de misericordia».
Sagrado Corazón de Jesús, siempre abierto a los pecadores arrepentidos, te ofrezco la comunión del presente día para alcanzar por tus méritos infinitos y por los de tu Santísima Madre la conversión de cuantos obran mal. Te suplico, ¡buen Jesús!, inundes su corazón de un gran dolor por haberte ofendido. Haz que te conozcan y te amen. Dame la gracia de amarte más y más y en todos los instantes de mi vida, para consolarte y reparar la ingratitud de quienes te olvidan. Amén.
Oración final
SÉPTIMO VIERNES
«Los tibios se harán fervorosos. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección».
Sin tu auxilio, Jesús mío, no podemos avanzar en el camino del bien. Señor, por mediación de la Virgen María, te ofrezco la comunión de este día para que avives en mi alma el amor a tu Corazón Sagrado y concedas tu amor a cuantos no lo sienten. Ayudado de tu divina gracia lucharé, Señor, para que cada semana, cada mes, avance un poco en la virtud que más necesito. Amén.
Oración final
OCTAVO VIERNES
«Daré a cuantos trabajan por la salvación de las almas el don de ablandar los corazones más endurecidos».
Sagrado Corazón de Jesús, que prometiste inspirar a los que trabajan por la salvación de las almas aquellas palabras que consuelan, conmueven y conservan los corazones; te ofrezco mi comunión de hoy para alcanzar, mediante la intercesión de María Santísima, la gracia de saber consolar a los que sufren y la gracia de volver a Ti, Señor, a los que te han abandonado. ¡Dulce Salvador mío, concédeme y ayúdame a salvar almas! ¡Son tantos y tantos los desgraciados que empujan a los demás por el camino del vicio y del infierno! Haz, Señor, que emplee toda mi vida en hacer mejores a los que me rodean y en llevarlos conmigo al cielo. Amén.
Oración final
NOVENO VIERNES
« Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él».
Te ofrezco, Jesús mío, la comunión del presente día para alcanzar la gracia de saber infundir en el alma de cuantos me rodean la ilimitada confianza en tu Corazón Divino. Dame cuanto necesito para llevar a Ti a los que luchan, a los que lloran, a los caídos, a los moribundos. Y dígnate, ¡oh Jesús! escribir hoy mi nombre en tu Corazón y di a los ángeles que rodean tu Tabernáculo: «Este nombre es el de un devoto que, amándome mucho, quiere consolarme del olvido e ingratitud de tantos hombres». Amén.
Oración final
OFRECIMIENTO DE LA COMUNIÓN
Después de recibir la Sagrada Comunión, se puede rezar en silencio la siguiente oración:
Corazón de Jesús, que has dado la vida por mí, que desbordas amor infinito, concédeme la abundancia de tus dones y de tu amor. Concédeme amarte y hacerte amar con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas. Gracias por tu promesa de los primeros viernes. Con esta intención acabo de recibirte en la Santa Eucaristía. Concédeme morir con arrepentimiento sincero, esperando tu misericordia y amando la bondad inmensa de tu Corazón. ¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!
ALMA DE CRISTO
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me separe de Ti.
Del enemigo malo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti, para que con tus santos te alabe y
te bendiga por los siglos de los siglos. Amén.
RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN PARA LOS PRIMEROS VIERNES DE MES
Se recomienda hacer después de comulgar y de ser posible delante de la imagen del Sagrado Corazón
¡Oh amabilísimo Jesús mío! Para probarte mi gratitud,
y en desagravio del gran número de infidelidades con que
te he ofendido, yo_______________ te ofrezco mi corazón, me
consagro enteramente a Ti y propongo con tu gracia no volver a ofenderte jamás.
Descargar Memorandum de Comunión Reparadora