La devoción mariana de San Alberto Magno
Salud y bendición a ti por los siglos, oh fecundísima virginidad, oh fecundísima virginidad, por la que nosotros fuimos dignos de recoger el fruto de la salvación eterna…
Este texto de San Alberto Magno sobre el “Privilegio según el cual la Bienaventurada Virgen es llamada Estrella del Mar” es una expresión del cariño y devoción con que en la Orden de Predicadores se alaba a la Virgen María:
«Indagaremos primeramente si este nombre le corresponde en sentido propio o figurado. Concluiremos afirmando que el término lo utilizaremos en sentido propio.
La naturaleza propia de las cosas espirituales es ser luz; en consecuencia, en sentido propio puede asemejarse a la de las estrellas por su brillo. De allí que la bienaventurada Virgen se denomine Estrella del Mar.
Esta estrella es la más alta y la última de la Osa Menor: nada conviene mejora la que ocupa la más alta dignidad y es la última en humildad. Esta estrella atrae al hierro; la Virgen, por su infinita misericordia, atrae hacia el cielo a los pecadores empedernidos. La estrella guía a los navegantes y Ella conduce al puerto de salvación a todos los náufragos. La estrella se coloca contra el viento norte y Ella esta siempre inclinada hacia los pecadores. De lo que precede resulta claro que muchas de las propiedades de esta estrella convienen tan sólo a la Virgen, y por esa se la denomina estrella del mar. Hay otras propiedades de esta estrella que se ajustan tan solo a Ella.
¿Cuáles son las propiedades en las que se encuentra esta similitud? Existe la posibilidad de considerar en la estrella su sustancia, su calidad, su posición, su estado, su efecto. Su sustancia es celestial, incorruptible y fuente de luz; y la bienaventurada Virgen tiene su conversación en los cielos, su cuerpo es incorruptible, y es fuente de luz por la generación de su Hijo.
En calidad la estrella es superior, más luminosa y útil; La Virgen es superior en dignidad a todos, más gloriosa en virginidad, más útil en fecundidad.
Su posición es suprema en el polo más alto del amor de Dios, en el extremo de nuestra ignominia de la que Ella nos protege y en el último grado de la humildad.
El estado de esta estrella es casi sin movimiento, sin inclinación y sin error, y la Virgen no manifestó signos de inconstancia, de caída en el pecado y de error por ignorancia.
El efecto de esta estrella es triple: atrae el hierro, expande luz, dirige a los navegantes. Así la Virgen María atrae a los pecadores, ilumina a los penitentes, dirige a los inocentes. Asimismo, salva de caer en el pecado, esclarece en la justicia, dirige hacia la gloria. También atrae a los iniciados, ilumina a los que progresan dirige a los perfectos y a los perseverantes.
Resulta de esto que el privilegio de la bienaventurada Virgen es ser llamada Estrella del Mar».
Salve, Humanidad del Redentor,
que en el seno de la Virgen te uniste a la Divinidad.
Salve, suma y eterna Divinidad,
que viniste a nosotros bajo el velo de nuestra carne.
Mil veces salve a ti,
que, por la virtud del Espíritu Santo, te uniste a la carne virginal de María.
Salve a ti, María,
en la que la plenitud de la divinidad ha puesto corporalmente su mansión.
Salve de nuevo a la purísima Humanidad del Hijo,
que ha sido bendecida por el Padre y venida a ti, María.
Salve, inmaculada virginidad,
que has sido exaltada sobre los coros de los ángeles.
Gózate, Señora del mundo,
que fuiste digna de ser templo de la purísima Humanidad de Cristo.
Gózate y alégrate, Virgen de las vírgenes,
en cuya carne la bienaventurada Deidad quiso unirse a esta purísima Humanidad.
Gózate, Reina del cielo,
en cuyo santísimo seno esta santísima Humanidad encontró digna morada.
Gózate y exulta, noble esposa de los Patriarcas,
que fuiste digna de nutrir en tu seno virginal y amamantar esta santa Humanidad.
Salud y bendición a ti por los siglos,
oh fecundísima virginidad,
por la que nosotros fuimos dignos de recoger el fruto de la salvación eterna. Amén.
Tomado del Libro: San Alberto Magno. Autor: P. Vicente Forcada Comins. –Valencia, 1996