La Virgen María en la Iglesia de los primeros siglos
“Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo, sufriendo por su cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).
La Virgen María en la Iglesia de los primeros siglos
Hay abundante testimonio de la devoción a María de los primeros cristianos. En el año 130 Ireneo escribió sobre ella, él estaba familiarizado con quienes habían estado cerca de Pedro y de Pablo y de quienes “aùn poseen las predicaciones de los benditos apóstoles sonando en sus oídos”. Él dice:
“Como Eva fue seducida por el discurso de un ángel y tuvo que huir de Dios por transgredir su palabra; también María recibió las buenas noticias por medio del discurso de un ángel, para que sea Dios dentro de ella, siendo obediente a su palabra. Y mientras que una desobedeció a Dios, la otra se acercó a Él por la obediencia; de aquella virgen Eva, la virgen María devino en abogada y, como por una virgen la raza humana fue atada a la muerte, por una virgen ha sido salvada, el balance se ha preservado -la desobediencia de una virgen por la obediencia de otra virgen- (Contra las herejías, 3, 19) (130 D.C..)
San Justino en 110-165 D.C. escribe:
Mientras que Eva, aún virgen y pura, por medio de concebir la palabra venida de la serpiente hizo nacer la desobediencia y la muerte; la Virgen María, recibiendo con fe y gozo, el momento en que el Ángel le anunció la buena noticia de que el Espíritu del Señor vendría sobre ella y el poder del Altísimo la cubriría con su sombra y así el Santo nacería de ella y sería Hijo de Dios, respondió, se haga en mi acorde a su palabra. Y por medio de ella, Él nació, concerniente a quien nosotros hemos mostrado muchas Escrituras han hablado, a través de quien Dios destruye a la serpiente y a aquellos ángeles y hombres que se han asemejado a ella; y por otro lado, obra la liberación de la muerte para quienes se arrepienten de sus malas acciones y creen en Él. (Diálogo con Tryfón, 100 D.C.)
St. Epiphanius, Contra Ochenta Herejías, 78,9:
Eva fue llamada la madre de los vivientes…después de la caída le fue dado este título. Esto es verdadero…toda la raza humana sobre la tierra ha nacido de Eva, pero en realidad es de María que la Vida nació verdaderamente para el mundo. De modo que dando a luz al Viviente, María devino en la Madre de todos los Vivientes.
¡Una de las más antiguas catacumbas contiene un dibujo de la Madre y el Niño, datada en la segunda centuria y la oración de petición más antigua dirigida a María, el “Sub Tuum Praesidium”, viene del año 300 D.C.!
Recurrimos a tu patrocinio, o santa Theotokos;
no desprecies nuestra petición en nuestras necesidades,
líbranos siempre de todo peligro,
Oh siempre gloriosa y bienaventurada Virgen
Theotokos significa “Portadora de Dios” (Madre de Dios). Este es un título que surge en la cristiandad muy temprano. Simplemente dice que de ella ha nacido Jesús, quien todos los cristianos coincidimos es Dios.
Existen también pruebas de la celebración en memoria de la Asunción de María en Antioquía en el 380 D.C.
El origen de la doctrina tradicional de María. Referencias a María de otros Padres de la Iglesia:
María, tú eres el vaso y tabernáculo que contiene todos los misterios. Tu conoces lo que los Patriarcas no conocieron, tu has experimentado lo que nunca ha sido revelado a los Ángeles, tu has escuchado lo que los profetas nunca escucharon. En una palabra, todo lo que fue oculto a las generaciones precedentes fueron conocidas por ti, y aún más, la mayoría de esas maravillas dependieron de ti. (270 D.C., San Gregorio Taumaturgo)
Bienaventurada Virgen, inmaculada y pura eres, la Madre sin pecado de tu Hijo, el poderoso Señor del Universo. Tú eres santa e inviolada, la esperanza de los desesperanzados y pecadores; cantamos tus alabanzas. Te alabamos porque eres la llena de gracia que trajo al Dios-Hombre. Todos te veneramos, invocamos e imploramos tu ayuda…Santa e Inmaculada Virgen…sé nuestra intercesora y abogada en la hora de la muerte y el juicio…tú eres santa ante los ojos de Dios a quien sea el honor, gloria, majestad y poder por los siglos. (373 D.C., San Efrén de Edessa)
Acuérdate de nosotros, tú que estás cerca de Aquel quien te ha dado todas las gracias, tú eres la Madre de Dios y nuestra Reina. Ayúdanos por los méritos del Rey, Señor, Dios, Maestro que ha nacido de ti. Por esta razón tu eres llamada “llena de Gracia”… (373 D.C. San Atanasio)
Bendita Virgen María, ¿Quién puede, merecidamente, retribuirte con alabanza y acción de gracias por haber rescatado un mundo caído con tu generoso consentimiento?…acepta entonces tan pobres acciones de gracias que te ofrecemos, a pesar de ser desiguales a tus méritos. Recibe nuestra gratitud y obtiene por tus oraciones el perdón de nuestros pecados. Toma nuestras oraciones en el santuario del cielo y llévalas a la paz de Dios…Santa María, ayuda al miserable, fortalece al desanimado, conforta al sufriente, ora por tu pueblo, ruega por el clero, intercede por todas las mujeres consagradas a Dios. que todos quienes te veneran sientan ahora tu auxilio y protección…Brinda tu continuo cuidado al pueblo de Dios, tú que has sido bendecida por Dios y te has hecho merecedora de llevar en tu seno al Redentor del mundo, que vive y reina por los siglos. (San Agustín, 450 D.C. )
La Iglesia Católica ha sido tradicionalmente explícita en el rol de María como medianera ante su Hijo Jesús.
Según San Ambrosio, cada fiel cristiano debe ser marial, pues concibe al Verbo de Dios. Dice así a propósito de Lc. 1, 45: «Bienaventurados también vosotros, que oísteis y creísteis, pues el alma que cree, concibe y engendra al Verbo de Dios… Habite en cada uno de vosotros el alma de María, para que alabe al Señor, habite asimismo el espíritu de María, para que se alegre en Dios. Si no hay más que una madre de Cristo, según la carne, sin embargo Cristo es el fruto de todos, según la fe. Pues toda alma inmaculada y libre de pecado… engendra al Verbo de Dios. Por tanto, un alma así engrandece al Señor al modo como lo hizo el alma de María y al modo también como se alegró su espíritu en Dios su Salvador». Exhorta otra vez a sus oyentes: «Imitad a aquella a quien tan hermosamente se aplica lo que se dijo de la Iglesia: «Qué bellos son tus pies con las sandalias» (/Ct/07/02), pues es bello el caminar de la Iglesia en la predicación del Evangelio. Es bello, asimismo, el caminar del alma que se sirve de su cuerpo como de calzado para que, sin que nada le estorbe, pueda ir donde le plazca. Con este calzado caminó hermosamente María, la cual, virgen, engendró al autor de la salud sin mezcla alguna de carnal comercio… En consecuencia, son hermosos tanto los pies de María como los de la Iglesia, porque son hermosos los pies de los que evangelizan. ¡Qué hermoso es también lo que en figura de la Iglesia se profetizó de María, siempre que no se consideren tanto los miembros del cuerpo; cuanto los misterios de su alumbramiento! (Cant. 7, 1_3)».
En san Agustín resalta con más fuerza que en San Ambrosio la relación de la tipología mariana con la Iglesia toda. La concepción y nacimiento virginales de Cristo son para él un signo del nacimiento espiritual de los cristianos del seno de la Iglesia. «Alegraos, vírgenes de Cristo; la Madre de Cristo es vuestra compañera. No pudisteis engendrar a Cristo, pero os abstuvisteis de engendrar por amor a Cristo. El que no nació de vosotras, ha nacido para vosotras. Sin embargo, si como debierais hacerlo recordáis sus palabras, sois también vosotras sus madres, porque hacéis la voluntad de su Padre. El mismo dijo: «Quienquiera que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» (/Mt/12/50). Alegraos, viudas de Cristo, ofrecisteis la santidad de la continencia al que hizo fecunda la virginidad. Alégrate también tú, castidad conyugal; alegraos vosotros, los que guardáis fidelidad a vuestros cónyuges, conservad en el corazón lo que perdisteis en el cuerpo. Donde ya no puede haber una carne libre de concúbito, haya una conciencia virgen en la fe, por la cual toda la Iglesia es virgen. En María una virginidad santa dio a luz a Cristo. En Ana, una viudez avanzada reconoció a Cristo niño. En Isabel, tanto la castidad conyugal como la senil fecundidad se consagraron a Cristo. Los distintos géneros de vida de los miembros creyentes aportaron a la cabeza cuanto por gracia de ésta les era dado aportar. Por consiguiente, puesto que Cristo es verdad, paz y justicia, concebidle en la fe y engendradle en las obras. para que vuestro corazón realice en la ley de Cristo lo mismo que María realizó en sus entrañas. ¿Cómo no vais a pertenecer al parto de la Virgen, siendo así que sois miembros de Cristo? María dio a luz a vuestra cabeza; vosotros, a la Iglesia. Porque también la Iglesia es virgen y madre: madre, por sus entrañas de caridad, y virgen. por la integridad de su fe y de su piedad. Engendra pueblos que son, sin embargo, miembros de Aquel que la tiene por cuerpo y por esposa, imitando también en esto a la Virgen, porque en muchos es madre de la unidad. Se dirige una vez así este Santo Padre a su oyentes: «Lo que admiráis en la carne de María realizadlo en las intimidades de vuestra alma. El que con el corazón creyere en la justicia, engendra a Cristo; el que con la boca le confiese, para la salvación le da a luz (Rom. 10, 10). Así, sobreabunde la fecundidad y establézcase la virginidad en vuestras almas».
En otro sermón expone San Agustín: «La Iglesia es virgen. Quizá alguien me diga: si es virgen, ¿cómo engendra hijos?; y si no engendra hijos, ¿cómo dimos nuestros nombres para nacer de sus entrañas? Respondo: Es virgen y a la vez engendra; imita a María que engendró al Señor. ¿No era virgen María y, sin embargo, engendró permaneciendo virgen? Lo mismo la Iglesia: engendra y es virgen. Y si reflexionas más detenidamente, también engendra a Cristo porque los bautizados son miembros de Cristo. «Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros» (1 Cor. 12, 27). Luego, si engendra a los miembros de Cristo, es del todo semejante a María».
