La Voz Celestial
“Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos… Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro…” (San Mateo 6,7-15.)
Jesús, incluso en el momento más dramático de su vida terrena, nunca perdió la confianza en el Padre y siempre lo invocó con la intimidad del Hijo amado. “En Getsemaní, cuando siente la angustia de la muerte, su oración es: «¡Abba, Padre! Tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres» (Mc 14,36). (Benedicto XVI)
Parece que quiere mostrarse, sin reserva y sin pudores mundanos, de un modo evidente y expuesto, en su relación de Hijo, Verbo Encarnado, con el Padre. Oh relación, vínculo y confianza adorable de Cristo con el Padre, que nos convoca a abandonar el rumbo de nuestras idolatrías y suficiencias, para colocarnos definitivamente, en total renuncia a nosotros mismos, en los brazos de la Paternidad de Dios. El fruto inminente del morir al hombre viejo que persiste en nosotros es la alegría de ser hijos predilectos de quien nos ama tanto, hasta entregar al Hijo Primogénito al madero de la Cruz por nosotros. Sufrir por la muerte que procuramos a su Hijo, para vivir como hijos del Padre del Verbo Eterno de Dios.
El Espíritu Santo es el don necesario que nos hace hijos de Dios, y que realiza la adopción filial a la que estamos llamados, como dice la Carta a los Efesios, Dios «nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo (…) a ser sus hijos» (Ef 1, 4-5).
«No habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abba, Padre!» (Rm 8, 15). El cristianismo no es una religión del miedo, sino de la confianza y del amor al Padre que nos ama.
La ausencia del padre, en la vida del niño, es un gran problema de nuestro tiempo.
Cristo nos muestra quién es padre y cómo es un verdadero padre; así podemos descubrir, ponderar y contemplar, con alegría, la verdadera paternidad, que es la del auténtico Padre, que es nuestro y que esta en la gloria del cielo, y que por los méritos de Cristo, nos concede la alegría de permanecer cerca del amor maternal de María.
Mensaje, 25 de octubre de 1987
“¡Queridos hijos! Hoy deseo invitarlos a que cada uno de ustedes se decida por el Paraíso. El camino es difícil para aquellos que no se han decidido por Dios. Queridos hijos, decídanse y crean que Dios Se ofrece a ustedes en toda Su plenitud. Ustedes están invitados y es necesario que respondan al Padre que los invita a través mío. Oren, porque en la oración, cada uno de ustedes pueden alcanzar el amor pleno. Los bendigo y deseo ayudarlos a que cada uno de ustedes se encuentre bajo mi manto. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”