Los últimos serán los primeros. Martes XX

Los últimos serán los primeros. Martes XX

17 de agosto de 2025 0 Por Gospa Chile

«Queridos hijos, decídanse por el amor, para que el amor reine en todos ustedes, pero no el amor humano, sino el amor divino. Gracias por haber respondido a mi llamado!” (Mensaje, 20 de noviembre de 1986)


Evangelio Diario y Meditación

Santo Evangelio

Evangelio según san Mateo 19, 23-30
Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”.
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible”.
Pedro, tomando la palabra, dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?”
Jesús les respondió: “Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros”.


Meditación Patrística:

Primer Punto: Hay muchos que dejan sus riquezas y no siguen al Señor, lo cual no es suficiente para ser perfecto. Es preciso, habiéndonos desapegado de las riquezas, seguir al Salvador, es decir, hacer el bien después de haber abandonado el mal. Con más facilidad se abandona un bolsillo que la propia voluntad. Por eso se dice: «Y ven y sígueme». Sigue al Señor el que lo imita y marcha por sus mismos pasos. Prosigue: «Y cuando oyó el joven estas palabras, se fue triste». Esta es la tristeza que conduce a la muerte y la causa de ella son las palabras siguientes: «Porque tenía muchas posesiones», es decir, espinas y abrojos, que ahogaron la simiente del Señor. (San Jerónimo)

Segundo Punto: Vemos cómo el Señor predica el Evangelio indistintamente en las aldeas, en las ciudades y en los pueblos, es decir, en los grandes y pequeños centros de población. Porque El no mira el poderío de los nobles sino a la salvación de los creyentes, así se dice: que enseñaba en la sinagoga, es decir, llenaba la misión que le había encomendado el Padre y satisfacía su sed de salvar por medio de su palabra a los infieles.
Después de predicar y de enseñar curaba todas las tristezas y enfermedades, con el objeto de persuadir con las obras a los que no había convencido con la palabra y por esta razón se dice: «Curaba todo abatimiento y enfermedad»; con razón se dice de El: nada le es imposible. (San Jerónimo)

Tercer Punto: Una vez concedida en sentido místico la salud a las naciones, todas las ciudades y castillos quedan iluminados por el poder y presencia de Cristo y limpios de todas las enfermedades dependientes de su antigua postración. Tuvo el Señor compasión del pueblo atormentado por la violencia del espíritu inmundo y agobiado por el peso de la Ley, porque aun no tenía pastor que le volviera a la vigilancia del Espíritu Santo. El fruto de esta gracia era muy abundante y su abundancia supera a las necesidades de todos los que lo desean, porque por grande que sea la cantidad que cada uno tome, es aun mucha la que queda para dar y como hay necesidad de gran número de operarios que lo distribuyan, nos manda que pidamos al Señor de la mies que nos envíe gran número de distribuidores de este don del Espíritu Santo, porque mediante la oración nos concede el Señor esta gracia. (San Hilario)


Mensaje

«¡Queridos hijos! También hoy los invito a vivir y a seguir con particular amor todos los mensajes que Yo les doy. Queridos hijos, Dios no quiere que ustedes sean tibios e indecisos, sino que se abandonen totalmente a El. Ustedes saben que Yo los amo y que ardo de amor por ustedes. Por tanto, queridos hijos, decídanse por el amor para que también ustedes sean inflamados y puedan conocer cada día el amor de Dios. Queridos hijos, decídanse por el amor, para que el amor reine en todos ustedes, pero no el amor humano, sino el amor divino. Gracias por haber respondido a mi llamado!” (Mensaje, 20 de noviembre de 1986)


Coloquio

¡Os doy gracias ¡Oh Corazón afligido y enamorado de mi Señor! Os doy gracias, y os compadezco especialmente de ver que tanto padecisteis por los hombres, y estos tan poco os compadecen.
¡Oh Amor Divino! ¡Oh ingratitud humana! ¡Oh hombres, hombres! Mirad a este pequeño corderito inocente, angustiado por vosotros, para satisfacer a la Justicia Divina las injurias que le habéis hecho.
Atended como Él está rogando e intercediendo por vosotros cerca del Eterno Padre: miradle y amadle.
¡Ah! Mi Redentor! ¡Cuán pocos son los que piensan en vuestros dolores y en vuestro amor! ¡Oh Dios! ¡Cuán pocos son los que os aman! Pero ¡miserable de mí! Que también he vivido por tantos años olvidado de Vos! Habéis padecido tanto para que os amase, ¡y nada os he amado! Perdonadme Jesús mío, perdonarme, que ya quiero enmendarme y quiero amaros.
¡Pobre de mí, si resisto por más tiempo a vuestra gracia y me condeno! Todas las misericordias de que habéis usado conmigo, y especialmente vuestra dulce voz que ahora me llama a amaros, serán mis mayores penas en el infierno.
Amado Jesús, tened piedad de mí, no permitáis que viva más ingrato a vuestro amor; dadme luz, dadme fuerza de vencerlo todo, para cumplir vuestra voluntad.!


De Santa Margarita María Alacoque

“Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.