No sois del mundo…

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19 de noviembre de 2024 Desactivado Por Gospa Chile

Esclavitud de Amor a María Santísima Reina de la Paz. Día 8

DESPRECIANDO EL MUNDO ES DULCE SERVIR A DIOS


Veni Creator Spíritus

Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.
Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre;
Tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.
Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.
Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también;
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos. Amén.


San Juan 15, 19

«Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo;
pero, como no sois del mundo,
porque yo al elegiros os he sacado del mundo,
por eso os odia el mundo.»



Mensaje, 25 de noviembre de 1990

“¡Queridos hijos! Hoy los invito a hacer obras de misericordia con amor y por amor a Mí y a sus hermanos y hermanas que también son mis hijos. Queridos hijos, todo lo que hagan por los demás háganlo con gran gozo y humildad ante Dios. Yo estoy con ustedes y día a día ofrezco sus sacrificios y oraciones a Dios por la salvación del mundo. Gracias por haber respondido a mi llamado!”


“Y no es que esté exento de sufrimientos y cruces el que ha encontrado a María mediante la verdadera devoción: lejos de eso, más que a ningún otro le asaltan, porque María, que es la madre de los vivientes, da a sus hijos los trozos del Árbol de la Vida, que es la cruz de Jesucristo; mas al repartirles buenas cruces, les da gracias para llevarlas con paciencia y aun con alegría (de suerte que las cruces que da Ella a los suyos son cruces de dulce, almibaradas más bien que amargas); o si por algún tiempo gustas la amargura del cáliz, que necesariamente han de beber los amigos de Dios, la consolación y gozo que esta buena Madre hace suceder a la tristeza, les alienta infinito para llevar otras cruces, aun más amargas y pesadas.” (El Secreto de María, 22)


Ave Maris Stella

Salve Estrella del mar, Santa Madre de Dios
y siempre Virgen, feliz Puerta del cielo.
Tú que has recibido el saludo de Gabriel,
y has cambiado el nombre de Eva,
establécenos en la paz.
Rompe las ataduras de los pecadores,
da luz a los ciegos, aleja de nosotros los males
y alcánzanos todos los bienes.
Muestra que eres Madre: reciba nuestras súplicas
por medio de Ti, Aquél que, naciendo por nosotros,
aceptó ser Hijo tuyo.
¡Oh, Virgen incomparable! ¡Amable como ninguna!
Haz que, libres de nuestras culpas,
permanezcamos humildes y castos.
Danos una vida limpia,
prepáranos un camino seguro; para que,
viendo a Jesús, nos alegremos eternamente contigo.
Demos alabanza a Dios Padre,
gloria a Cristo Soberano y también al Santo Espíritu,
a los Tres un mismo honor. Amén.


“Los devotos presuntuosos son pecadores aletargados en sus pasiones o amigos de lo mundano. Bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santísima Virgen esconden el orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la maledicencia o la injusticia, etc.; duermen pacíficamente en sus costumbres perversas, sin hacerse mucha violencia para corregirse, confiados en que son devotos de la Santísima Virgen; se prometen a sí mismos que Dios les perdonará, que no morirán sin confesión ni se condenarán… Nada en el cristianismo es tan perjudicial a la gente como esta presunción diabólica.” (Tratado de la V.D. 97-98)

“¡Fuente perpetua de amor!. ¿Qué diré de Tí?. ¿Cómo podré olvidarme de Tí, que quisiste acordarte de mí, incluso después que me desmejoré y perdí?. Te comportaste conmigo misericordiosamente, más allá de toda expectativa y más allá de todo mérito de mi parte; me concediste gracia y amistad. ¿Cómo voy a pagarte este favor?. Porque no se les otorga a todos que lo abandonan todo, renuncian al mundo y asuman la vida religiosa. ¿Acaso es gran cosa que yo te sirva cuando todos los seres creados deben servirte?. No me debe parecer mucho servirte, sino más bien me parece grandísimo y admirable que hayas querido recibir como servidor a alguien tan pobre e indigno, y reunirlo con tus queridos servidores.

Todas las cosas son tuyas, las que tengo y con las que te sirvo. Pero por el contrario, Tú me sirves más a mí que yo a Ti. El cielo y la tierra, que creaste para el servicio de los seres humanos están dispuestos y hacen cada día todo lo que les mandas. Va más allá que todo esto que Tú hayas querido servir al hombre y le prometiste que te darías Tú mismo.” (KEMPIS, III, 10)

«Hay una razón más para pensar que sea de nuevo el momento de abandonar con audacia lo que hay de mundano en la Iglesia. Lo que no quiere decir retirarse del mundo. Una Iglesia aligerada de los elementos mundanos es capaz de comunicar a los hombres -tanto a los que sufren como a los que los ayudan- precisamente en el ámbito social y caritativo, la fuerza vital especial de la fe cristiana. (…) Sólo la profunda relación con Dios hace posible una plena atención al hombre, del mismo modo que sin una atención al prójimo se empobrece la relación con Dios. Estar abiertos a las vicisitudes del mundo significa por tanto para la Iglesia “desmundanizada” testimoniar, según el Evangelio, con palabras y obras, aquí y ahora, la señoría del amor de Dios. Esta tarea, además, nos remite más allá del mundo presente: la vida presente, en efecto, incluye la relación con la vida eterna. Vivamos como individuos y como comunidad de la Iglesia la sencillez de un gran amor que, en el mundo, es al mismo tiempo lo más fácil y lo más difícil, porque exige nada más y nada menos que el darse a sí mismo». (Benedicto XVI, 25 de septiembre de 2011)



Magnificat

Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

11-¿Cuál fue la juventud de san José?

Aunque la sagrada escritura nada nos dice de la juventud de San José, nos es fácil, sin embargo, formarnos una idea de la vida de este santo Patriarca, durante sus mas bellos años. Basta para esto considerar las expresiones de que se sirve el Espíritu Santo, respecto de san José, y la misión que le ha sido confiada desde el cielo.
Y en efecto, el título por excelencia que la escritura de san José es el de Justo; y si, como observa san Basilio, la justicia es la reunión de todas las virtudes, se debe concluir que la juventud de San José fue la de un Santo.
Fue escogido de entre mil para servir de cooperador al gran misterio del amor de Dios, por ser el custodio del sagrado depósito de un Dios encarnado, y guarda de la santa virginidad de María, ¿cómo se puede dudar un solo momento de su fe viva, de su gran piedad, de su ardiente caridad durante su juventud?
Según refiere el venerable Beda, San José había hecho voto de castidad perpetua. Nos confirma en esa opinión al parecer de san Gerónimo, que afirma que el Santo Patriarca no fue nunca casado antes que fuera el esposo de la virgen María.


Aquí se rezan Credo, 7 Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria en honor de los dolores y gozos de la Reina de la Paz y del Señor San José.


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)


ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.