Novena al Inmaculado Corazón de María Día 4º

Novena al Inmaculado Corazón de María Día 4º

21 de junio de 2025 0 Por Gospa Chile

El Corazón de María y los pecadores


Mensaje, 4 de octubre de 1984

“¡Queridos hijos! Hoy deseo decirles que a menudo me regocijan con sus oraciones; pero hay muchos, incluso aquí en la parroquia, que no oran y mi Corazón se entristece. Por lo tanto, oren, para que Yo pueda ofrecer al Señor todos sus sacrificios y sus oraciones. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


No una, sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por la conversión de los pecadores, y pidió expresamente el culto a su Corazón como medio de conversiones.

Dicen muchos: «Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?». No hablarían así, a poca fe y reflexión que tuvieran. Verían que el pecado mortal mata al alma, roba la paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de satanás. El que muere en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa desgracia!

Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los pecadores. Y María les inspira arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. «¡Cuánto no debemos al tesoro de consuelos que encierra el Corazón Inmaculado de María!» exclamaba el P. Faber, convertido por ese Corazón de Madre.

«¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme».

El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo: «Estamos seguros de obtener misericordia y de recibir gracias, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro materno Corazón».

Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos.


Coronilla

¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.