NOVENA NIÑO DIOS DÍA 9
VEN SEÑOR JESÚS
Nueve días para preparar el pesebre en nuestro corazón
Día 9 ¡Nos visitará el Sol que nace de lo Alto!
Dice el libro de Isaias (45, 8): “Envíen los cielos el rocío de lo alto, y las nubes derramen la justicia. Abrase la tierra y brote el Salvador”. Con confianza te imploramos, Señor, que derrames tu gracia en nuestros corazones, y ya que hemos conocido por el anuncio del Ángel la encarnación de tu Hijo Jesucristo, condúcenos por su Pasión y su Cruz, a la gloria de la resurrección. Que cuanto más se acerca el alegre día de la salvación, tanto más se acreciente nuestro fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo. Amén.
Leamos el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas Lc 1, 68-79
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamaran Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.»
Reflexionemos: Beda el Venerable (siglo VII-VIII),en su Homilía para el nacimiento de san Juan Bautista, comentaba el Cántico de Zacarías así: «El Señor (…) nos ha visitado como un médico a los enfermos, porque para sanar la arraigada enfermedad de nuestra soberbia, nos ha dado el nuevo ejemplo de su humildad; ha redimido a su pueblo, porque nos ha liberado al precio de su sangre a nosotros, que nos habíamos convertido en siervos del pecado y en esclavos del antiguo enemigo. (…) Cristo nos ha encontrado mientras yacíamos «en tinieblas y sombras de muerte», es decir, oprimidos por la larga ceguera del pecado y de la ignorancia. (…) Nos ha traído la verdadera luz de su conocimiento y, habiendo disipado las tinieblas del error, nos ha mostrado el camino seguro hacia la patria celestial. Ha dirigido los pasos de nuestras obras para hacernos caminar por la senda de la verdad, que nos ha mostrado, y para hacernos entrar en la morada de la paz eterna, que nos ha prometido».
La Navidad es la fiesta de la familia que, reunida en torno al belén y al árbol, símbolos navideños tradicionales, se redescubre llamada a ser el santuario de la vida y del amor. La Navidad es la fiesta de los niños, porque pone de manifiesto «el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace» (Evangelium vitae, 1). La Navidad del Señor lleva a redescubrir, además, el valor de la inocencia, invitando a los adultos a aprender de los niños a acercarse con asombro y pureza de corazón a la cuna del Salvador, recién nacido.
La Navidad es la fiesta de la paz, porque «la paz verdadera nos viene del cielo» y «por toda la tierra los cielos destilan dulzura» (Liturgia de las Horas, oficio de lectura de Navidad). Los ángeles cantan en Belén: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que él ama» (Lc 2, 14). En este tiempo, que invita a la alegría, ¿cómo no pensar con tristeza en los que, por desgracia, en muchas partes del mundo, se hallan aún inmersos en grandes tragedias? ¿Cuándo podrán celebrar una verdadera Navidad? ¿Cuándo podrá la humanidad vivir la Navidad en un mundo completamente reconciliado? Algunos signos de esperanza, gracias a Dios, nos impulsan a proseguir incansablemente en la búsqueda de la paz… (San Juan Pablo II)
La Reina de la Paz nos llama:
“¡Queridos hijos! Hoy en el aniversario de mi Hijo, cuando mi corazón está lleno de una alegría y un amor inconmensurables, los invito a una completa abertura y un completo abandono a Dios. Expulsen toda tiniebla fuera de vuestro corazón y permitan a la Luz de Dios y al amor de Dios entrar en vuestro corazón y permanecer para siempre. Sean portadores de la Luz y del amor de Dios para toda la humanidad, de manera que todo en vosotros y a través de vosotros puedan sentir y experimentar la verdadera Luz y el amor que sólo Dios puede darles. Los bendigo con mi bendición maternal.” (Mensaje, 25 de Diciembre de 1999)
Oremos con el Padre Slavko:
Dios, Padre nuestro, gracias porque Tú eres nuestro Padre y porque nos has llamado a ser Tus hijos. Gracias porque nos has revelado Tu amor por medio de Jesucristo, Tu Hijo, que se hizo hombre. Te alabamos por la misericordia que nos has mostrado en El. Te damos gracias porque nos has prometido enviarnos a Tu Espíritu Santo y especialmente por habernos enviado a María para que pueda guiarnos en este tiempo de gracia. Te pedimos, oh Dios, Padre nuestro, que abras nuestros corazones y nos liberes de todo lo que nos cierra a Ti. Danos la gracia de regocijarnos con Tu Palabra. Danos la gracia de poder entenderla y aceptar Tu voluntad sin miedo. Especialmente, Te pedimos que abras los corazones de todos los cristianos bautizados a Tu Palabra durante este Adviento, a fin de que podamos ser muy conscientes de que Tú nos has enviado al mundo a mostrar a otros Tu amor. Danos la fortaleza de vivir con nuestras manos gozosamente extendidas, para que quienes no Te conocen puedan llegar a hacerlo. Danos la gracia de ser siempre conscientes, en cualquier situación, que somos cristianos y amarte por sobre todas las cosas.
(Fray Slavko, Medjugorje, Noviembre 27 de 1997)
Credo, Padre Nuestro, Ave María y Gloria 7 veces.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR
Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
ORACION
Que tu gracia, Señor, nos prepare y nos acompañe siempre a los que esperamos anhelantes la venida de tu Hijo, a fin de que obtengamos los auxilios necesarios para la vida presente y para llegar con felicidad a la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén