Trabajen aún más para Dios y su Reino

Trabajen aún más para Dios y su Reino

23 de noviembre de 2024 0 Por Gospa Chile

Comentario Padre Patricio Romero para Solemnidad de Cristo Rey

Mensaje, 25 de agosto de 2000

“¡Queridos hijos! Deseo compartir con ustedes mi gozo. En mi Corazón Inmaculado siento que son muchos los que se me han acercado y que llevan de una manera especial en sus corazones la victoria de mi Corazón Inmaculado, al orar y convertirse. Deseo agradecerles y alentarlos, para que con el amor y la fuerza del Espíritu Santo trabajen aún más para Dios y Su reino. Yo estoy con ustedes y los bendigo con mi bendición maternal. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


Toda la misión de Jesús y el contenido de su mensaje consiste en anunciar el Reino de Dios y realizarlo en medio de los hombres con signos y prodigios. «Pero —como recuerda el Concilio Vaticano II—, ante todo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo» (Const. dogm. Lumen gentium, 5), que lo ha instaurado mediante su muerte en la cruz y su resurrección, manifestándose así como Señor y Mesías y Sacerdote por la eternidad.

El Reino de Cristo está en el centro de la espiritualidad de Medjugorje, y logramos identificar esta verdad en el sentido profundo de sus mensajes, donde la Reina de la Paz nos habla de orar por sus planes, que no son otros que el plan salvífico de Dios, la victoria de la gracia sobre el pecado, el incremento de la vida de gracia en la familia, la santidad del clero, el respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, el respeto a la dignidad e integridad de niños y jóvenes, ancianos, desvalidos y pobres y desplazados, etc. El reino de Dios es, por tanto, la vida que vence a la muerte, la luz de la vedad que disipa las tinieblas de la ignorancia y de la mentira…

El anhelo de este Reino significa también que Cristo reine en la cultura, la ciencia, la economía, los parlamentos, tribunales, y toda actividad humana.

No se podría entender de otra manera:  que el Reino de Cristo en las naciones, las familias y la sociedad será posible por el Triunfo del Corazón Inmaculado de María, pero ese triunfo tiene su potencia inconmensurable en que se sostiene en la configuración del alma,  la mente y el corazón con la llama de amor  del Divino Corazón, puesto que el corazón de la Madre de Dios hijo, hija de Dios Padre y esposa de Dios Espíritu Santo palpita y late según el ritmo, querer y pensar del Corazón de su Hijo y Señor Jesús.

   Y es ese el itinerario de una verdadera espiritualidad mariana, el mapa de ruta de una verdadera devoción: Transfigurar a Jesús…, que lo que salga de cada uno no solo en el discurso y en las practicas exteriores, sino también en los procesos internos, en las intenciones, pensamientos, afectos, sea expresión de que Cristo vive y actúa pues de lo contrario un reino pretendido que se manifieste solo en los signos, gestos, discursos y sermones, será repetir la escena de meter la mano en el mismo platillo del Señor, del primogénito y Rey  Eucarístico de Divino Amor.

Dice Benedicto XVI: «Donde llega Jesús, el Espíritu creador trae vida y los hombres quedan curados de las enfermedades del cuerpo y del espíritu. El señorío de Dios se manifiesta entonces en la curación integral del hombre. De este modo, Jesús quiere revelar el rostro del verdadero Dios, el Dios cercano, lleno de misericordia por cada ser humano; el Dios que nos dona la vida en abundancia, su misma vida. El reino de Dios es, por tanto, la vida que vence a la muerte, la luz de la vedad que disipa las tinieblas de la ignorancia y de la mentira.»

El obstáculo esta en nosotros mismos, cuando seducidos por el egoísmo privilegiamos nuestro bienestar terrenal por sobre el bien común de mi familia o comunidad, cuando mi vanidad me lleva a procurar menguar a los demás en mi ambiente laboral o apostolado, en vez de impulsar  las iniciativas que favorezcan el bien humano  y la evangelización, cuando me inquieto si otros figuran y no; cuando tolero, el vicio, la mentira, la corrupción, y la intriga mientras me sea útil a mis propios planes olvidando o negando los del Señor que son la  primacía de la gracia en el corazón de la humanidad.

Como respuesta a la Consagración del Género Humano al Corazón de Jesús de S:S: Pio XI sería un paso importante para que se derriben las murallas que impiden el reinado del Señor, retomar con impulso celestial  nuestra decisión por la santidad.

Dice el Padre Slavko Barbaric: Ella «quiere que nos decidamos a hacer la voluntad de Dios. Cuando esto sucede, empieza la victoria de Su Inmaculado Corazón. Todos los que, igual que María, se deciden por Dios y permanecen fieles a Dios, colocando a Jesús en el primer lugar en sus vidas, ya han creado las condiciones adecuadas para la victoria que Ella lleva en Su Inmaculado Corazón. Si nos preguntamos cómo es que surge esta victoria del Inmaculado Corazón, la respuesta es muy simple y clara. Aquel que se decide por Dios y que al hacerlo acepta a Jesús como el Camino, la Verdad, la Luz y la Vida y luego actúa por amor, hace su trabajo por amor, ora por amor y constantemente lucha contra el pecado y contra Satanás, ya tiene su victoria. Todos aquellos que incansablemente luchan contra todo lo negativo y se deciden por todo lo que es bueno también tendrán su victoria. El triunfo del Inmaculado Corazón empieza en nuestros corazones y por lo tanto al principio no se puede ver, pero aquellos que llevan esta victoria en sus corazones, podrán ayudar a los miembros de su familia, de sus comunidades y parroquias y a todos los que ellos encuentren durante su vida a experimentar y vivir esta victoria.»

  Y si los mensajes de la Reina de la Paz giran sobre los pilares de la Eucaristía, la Palabra de Dios, la Confesión, el Rosario y el Ayuno, esta claro que los ciclos del año litúrgico son el hábitat, el lugar por donde debemos caminar, como María Santísima, los Apóstoles,  mártires, pastores y vírgenes.

  Que desde la semana después de la Solemnidad de Cristo Rey, desde el mismo lunes y días previos al Primer Domingo de Adviento, comencemos a vivir el Misterio del Señor predicado por la Iglesia, celebrado en la liturgia, expresado en la piedad y obras de misericordia.                                                                                                             

Pidamos la protección de María Santísima sobre cada uno de nosotros, encomendados a su servicio. Que la Virgen nos ayude a todos a vivir el tiempo presente en espera del retorno del Señor, pidiendo con fuerza a Dios: «Venga tu Reino», y realizando las obras de luz que nos acercan cada vez más al Cielo, conscientes de que, en los atormentados acontecimientos de la historia, Dios continúa construyendo su Reino de amor.

Hagámoslo con las palabras del Padre Slavko Barbaric:

«Dios, Padre Nuestro, Dios de la Vida, Dios de la Paz, Dios del Amor y Dios de la Alegría, en nombre de Tu Hijo Jesús, junto con María, Te pedimos que nos libres de toda tristeza que proviene del pecado y de las heridas del pecado, y que llenes nuestros corazones con Tu alegría. Danos una profunda humildad para que estemos dispuestos a aceptar y vivir Tu voluntad para que la victoria que María ha experimentado en Su Inmaculado Corazón también tenga lugar en nuestros corazones. Danos, Oh Padre, la fuerza de convertirnos en hombres de paz, de amor, de justicia, de misericordia y así poder ser testigos de Tu Victoria en este mundo. En nombre de Tu Hijo Jesús, renunciamos a todo pecado, a Satanás y a todas sus obras, y queremos formar nuestras vidas aquí en la tierra con María, Tu más Humilde Sierva. Te pedimos, oh Padre, por todos aquellos que aún tienen sus corazones cerrados para Ti, debido a la tristeza, al temor , a sentimientos negativos, al odio, envidia, dependencias o están heridos y por lo tanto no pueden seguir el camino de María hacia Ti. Te pedimos que bendigas a todas las personas con las que nos encontramos para que podamos ayudarlas a seguir el camino de la victoria que María ha mencionado en este mensaje. Danos el amor y la fuerza para poder hacer todo por amor a Ti y Tu Reino. Haznos capaces de convertirnos en Tus testigos en nuestras familias, en nuestras parroquias, en la Iglesia y en el mundo para que estemos dispuestos a dar testimonio de Tu amor como hijos Tuyos. María, gracias por la alegría que compartís con nosotros. Te damos gracias por la victoria que Tu Corazón Inmaculado alcanzó por nosotros y ayúdanos, con Tu intercesión y con Tu bendición maternal a ser verdaderamente hijos Tuyos y y buenos alumnos en esta escuela de amor, para que todos podamos ser una bendición para el mundo. Junto con María, Te pedimos Jesús que nos ayudes a nosotros y al mundo entero. Ayúdanos a liberarnos de todo pecado y de todo mal, para que así, igual que María, podamos decidirnos completamente por Dios. Que así sea. Amén.»

(Fray Slavko Barbaric, Medjugorje; 26 de agosto 2000)