La Bendición del Hijo y de la Madre

La Bendición del Hijo y de la Madre

9 de junio de 2024 0 Por Gospa Chile

Jesús nos bendice especialmente con Su presencia eucarística… Comentario de Fray Slavko Barbaric


Ser bendecidos por María significa sobre todo que Ella está con nosotros, que ora por nosotros, que nos protege, que nos educa y que todo esto junto implica que está con nosotros como nuestra Madre. La bendición del Niño Jesús significa que Él es Emmanuel — Dios con nosotros — y es la bendición más grande de todas. Quien está con Jesús, tiene la luz, la verdad, el camino y por eso, también la vida verdadera. Jesús nos bendice especialmente con su presencia eucarística y quien permanece con Él, seguramente que recibe también Su paz. María trató nuevamente de concientizarnos de que todos anhelamos la paz, pero no tenemos paz. Esto debió igualmente impulsarnos a preguntarnos nosotros mismos, si no es así, por qué no y también, dónde es que estamos buscando la paz. Hay caminos de Dios para encontrar la paz, pero existen igualmente caminos falsos dónde buscarla. No obstante, sin conversión, sin oración y sin ayuno, simplemente no encontraremos la paz auténtica. En ese mensaje, María nos llamó tres veces a la oración: «oren, oren, oren». Y es que la oración es la primera condición para nuestra paz, nuestro gozo así como nuestro futuro. Sin oración, dice María, no podemos tener ni paz, ni gozo, ni un futuro. Ella nos alienta, al final del mensaje, a buscar la paz, a anhelar la paz; pero nos dice que sólo Dios es la paz verdadera…
María nos ha estado llamando incansablemente a orar y la razón para ello es que si no lo hacemos, nunca podrán realizarse nuestros anhelos humanos más profundos — los que son de Dios.


Mensaje, 25 de enero de 1999

“¡Queridos hijos! Los invito nuevamente a la oración. No tienen excusa al decir que tienen que trabajar más, porque la naturaleza duerme aún en un sueño profundo. Abránse en la oración. Renueven la oración en sus familias. Pongan la Sagrada Escritura en un lugar visible en sus familias, leánla, medítenla y aprendan cómo Dios ama a su pueblo. Su amor se manifiesta también en este tiempo, al enviarme a ustedes para llamarlos al camino de la salvación. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


…María se ha estado apareciendo aquí, Ella nos ha invitado a la oración tantas veces. María es incansable en esta petición. Y de nuevo nos llama a orar. Cuando nos dice en el mensaje de Navidad que si no oramos, no tendremos ni paz, ni gozo, ni un futuro, es, pues, absolutamente normal que Ella, nuestra buena Madre, de nuevo nos invite a lo que nos conduce a la auténtica paz, al gozo y a un futuro. Y es que Ella sólo desea para nosotros la paz, el gozo y un futuro seguro. La oración es un encuentro con Dios y sólo en Dios se halla la auténtica paz y el gozo, sólo Dios puede darnos un futuro seguro. Después María menciona la excusa que más argumentamos nosotros para no hacer oración y ésta es, que tenemos que trabajar.

NO TIENEN LA EXCUSA DE QUE TIENEN QUE TRABAJAR MAS

¿Cuántas personas dicen justamente por esta misma razón: «No tengo tiempo, tengo que trabajar»? Pero el trabajo nunca es una razón válida para no orar. Todos sabemos bien que es la falta de amor a Dios la primera razón para que la gente no ore. Algo importante aquí es que cada uno de nosotros nos preguntemos cuál es la excusa que usamos para no orar…

Así pues, hay suficiente tiempo para orar. Pero lo mismo se aplica para otras clases de trabajo. Es decir, que nuestro trabajo no debe convertirse en una excusa para ignorar a Dios y a María que nos aman tanto.

Orar y abrirse uno mismo en la oración son ciertamente dos cosas muy diferentes. Cuando comenzamos a orar, esto significa una respuesta al llamado a orar; pero quien realmente ha comenzado a orar, está también abierto a la oración.

ABRANSE EN LA ORACION

Muchos se preguntarán qué significa esto o cómo puede lograrse. Primeramente, sólo es posible abrirse en la oración, cuando se dedica tiempo a orar. Esto, porque sólo el amor puede abrir nuestro corazón. Cuando amamos a alguien, nuestro corazón se abre inmediatamente, estamos dispuestos a hablar con esa persona, a escucharla y a confiar mutuamente. Entonces estamos dispuestos a derramar en esa persona los más profundos anhelos de nuestra alma. Pero, cuando no hay amor, nos mantenemos cerrados. Estar abiertos a Dios en la oración significa, que debemos dedicarle tiempo a Él y pedirle también que Su amor nos conmueva. Nuestro corazón, por así decirlo, puede compararse a una flor que es tocada por los rayos del sol. Alguien que cultiva plantas en su jardín no puede darles el crecimiento necesario y tampoco abrir sus capullos, pero si puede ayudarlas creando las condiciones necesarias, a fin de que el jardín entero pueda florecer y crecer dando flores y frutos. Lo mismo sucede con nuestro corazón.

Otra parte más profunda y también importante en el proceso de abrir nuestro corazón en la oración es algo que la sociedad moderna ha olvidado completamente y es el elemento de escuchar. Cuando estamos verdaderamente abiertos, pronto aprendemos a escuchar — a escuchar a los que nos rodean, a escuchar a Dios en la Sagrada Escritura, en la Santa Misa pero también a escuchar a Dios y Su Reino eterno en el silencio más puro. Si nosotros anhelamos a Dios, El siempre nos responderá; pero para escucharlo, debemos realmente empeñarnos en ello. A un hombre con el don de sanación que yo conozco, , alguien realmente impresionante en su oración por sanación, le preguntaron una vez qué era lo más importante que él había aprendido. El respondió que escuchar era el descubrimiento más importante que Dios le había dado.

Creo que este llamado que María repite tan a menudo — el llamado a orar y a estar abiertos — es simplemente la preocupación de la Madre de que en la oración, en la Confesión, en la Santa Misa, en la Adoración, en la lectura de la Sagrada Escritura y en el Vía Crucis, nosotros abramos nuestro corazón, porque sólo un corazón abierto es capaz de recibir de Dios la paz, el gozo y un futuro seguro. Y cuando nuestro corazón se abre en la oración, ésta se vuelve también la vida para nosotros, porque en cualquier situación posible nos encontraremos con Dios y estaremos en contacto con El. Esto, después de todo, es el deseo primordial de María Santísima.

RENUEVEN LA ORACION EN SUS FAMILIAS

Este consejo es, por supuesto, principalmente para los padres y madres de familia. Ahí, donde los progenitores comienzan a orar, también los hijos aprenderán a amar la oración. Hace poco oí decir a alguien que durante un tiempo fue un ateo. El dijo: «No me hice ateo a causa de conflictos con el dogma, sino más bien por la falta de entusiasmo de mis abuelos por Dios». Por tanto, donde tanto los padres como los abuelos están realmente abiertos a Dios, también los hijos se abrirán a El. Esta es una herramienta importante y muy poderosa de aprendizaje, cuando los hijos ven a sus padres y abuelos orar juntos. Si los hijos que aún viven con sus padres nunca han visto a éstos orar juntos, será casi imposible querer cambiar esta situación más tarde y hacerlos entender que es necesario orar.

Por tanto, la familia que orar unida, también permanecerá única no importa cuáles sean las dificultades o sufrimientos que algún día tenga que enfrentar. Esto será para los hijos un buen ejemplo para su vida adulta. Esto, sin embargo, no significa que sólo los padres pueden influir en los hijos. A veces, durante la pubertad o justamente después de esa etapa, puede suceder que los hijos se empeñen en querer ignorar todo lo que tenga que ver con la iglesia. Pero, si este es el caso, los padres no deben culparse. En vez de eso, deben permanecer fieles en su fe y confianza y continuar orando por los hijos. Y es que es cierto que cada uno debe encontrar su propio camino y al hacerlo, muchos jóvenes se apartan primero de lo que les fue enseñado. En estos tiempos, cuando se habla tanto de «libertad», «auto-satisfacción» y «democracia», los hijos fácilmente pueden caer en tomar decisiones totalmente equivocadas para sus vidas. Son casi empujados por la sociedad de hoy a hacer lo que consideran es mejor para ellos, pero sin pensar un minuto lo que Dios y aquellos que lo aman y lo conocen a El puedan pensar. Este es, sin embargo, un proceso en el desarrollo y hay que ser muy pacientes unos con otros. María nos sugiere además…

Fray Slavko Barbaric, Enero 29, 1999