La mundanidad, causa de males entre los fieles
El peor de los sufrimientos que padeció el Padre Pío, no fue el dolor físico
En una Misa de la localidad de San Giovanni Rotondo, celebrada por Cardenal Angelo Bagnasco, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y Arzobispo de Génova:
Los estigmas que recibió, dijo el Cardenal, fueron “el signo de un destino, siendo elegido por Cristo para revivir su pasión el Padre Pío se convirtió en un espectáculo para el mundo. El Padre Pío, simple de corazón, entra en la compresión de las cosas de Dios, de su corazón. Entra en un mundo distinto, el del espíritu”.
En ese sentido preguntó: “¿En qué clase de mundo vivimos? ¿Cómo razonamos? ¿Con qué criterios actuamos, con qué sentimientos amamos? ¿De qué mundo somos ciudadanos?”. El Purpurado señaló que “estamos en los confines entre el cielo y la tierra. ¡Cómo es de grande y dramática nuestra situación en el límite! Aquella sutil insatisfacción que nos acompaña es un recordatorio de Dios y del su celo de amor”.
El Cardenal dijo que la fe “no se trata de salir del mundo sino de vivirla en un modo divino y no mundano” y advirtió que “no nos dejemos confundir por la mentalidad corriente: creer en Dios, pero vivir como si no existiera”.
Esa mundanalidad en el modo de vivir y pensar, fue la causa de ese dolor interior que padeció el Padre Pío, lamentablemente, desde las mismas comunidades a las que él perteneció.
Muchas veces fue puesto artificialmente a prueba, con preguntas capciosas, ofrecimientos ilícitos o trampas que intentaban hacerlo caer y tener de que acusarle.
Muchas veces calumniado, indisponiendo a los fieles, para que con prejuicio, mal interpretaran sus dichos y gestos. Le espiaban, transcribiendo sus palabras, de modo que pudiesen ser separadas del contexto para acusarle.
Censurado, apartado de las comunidades, del púlpito de la predicación o del altar público de la celebración, para no quitar el protagonismo mundano, a quienes sentían celos del fervor de las almas que le seguían para escucharlo, confesarse o participar de la Santa Misa, con el Santo Capuchino.
Todo esto proceder pecaminoso, expresión de la Mundanidad de los corazones, que debiendo ser regidos por la mirada de la Fe, eran gobernadas por las tinieblas, sin ser eximidas de rendir cuentas eternas, y que sin embargo, no pudieron silenciar la voz y el grito de la Humildad y la Pureza interior, del Fraile de Pietrelcina, que no pensó como los hombres sino como Dios, que tenía que sufrir mucho, ser condenado y llevado a muerte, para luego “resucitar” en la gloria de Dios.
San Giovanni Rotondo, 23 de Septiembre del 2016