Impresionante Comentario de Fray Salvko
En el Cielo está la verdadera comunión con María, con los Santos, con los Ángeles, con Jesús, con el Espíritu Santo y con Dios Padre.
Que cada uno de nosotros se salve a fin de poder estar en el Cielo con Ella
María nos dijo en el mensaje del mes pasado (1). Nos invitó a acercarnos más a Ella por medio de la oración; nos repitió que es nuestra Madre y que nos ama, y expresó el deseo de que cada uno de nosotros se salve a fin de poder estar en el Cielo con Ella.
Quien nos ama quiere estar con nosotros para siempre y también nosotros queremos estar para siempre con quien nos ama. María nos ama y por eso quiere que estemos con Ella en el Cielo. Nuestra tarea debe ser, pues, la de responder a este amor anhelando la vida eterna con amor y con gozo. San Pablo decía que él deseaba morir para estar con Cristo, pero que si era necesario seguir en esta tierra para estar con sus hermanos, estaba dispuesto a aceptarlo.
Todos creemos en la vida eterna, pero eso no basta, debemos comenzar a amar la vida eterna. Y la vida eterna no es algo que se encuentre más allá de las nubes, algo incierto, sino más bien la verdadera comunión de los que aman. Nosotros podemos anhelar con gozo y amor la vida eterna, del mismo modo en que anhelamos volver a casa en esta tierra.
En el Cielo está la verdadera comunión con María, con los Santos, con los Ángeles, con Jesús, con el Espíritu Santo y con Dios Padre. Por tanto, existen suficientes razones para que lleguemos a amar esa vida eterna y lleguemos a anhelarla. Si tenemos este amor en el corazón, dispondremos todas nuestras metas en la vida de acuerdo a la vida eterna y si empezamos a hacerlo así, esto significa que ya hemos comenzado seriamente a convertirnos.
Nuestra vida debe transformarse en oración, dice María. Esto significa no sólo que dediquemos un rato de cada día a orar, sino más bien que nuestra vida entera debe convertirse en oración. Por eso debemos reflexionar de nuevo en el significado real de la oración. Orar significa encontrarse con Dios y los encuentros se dan a diferentes niveles y de diversas formas.
Generalmente, cuando oramos, -y esto le sucede a todo el mundo- expresamos simplemente peticiones para que las cosas sucedan. Es decir, cuando necesito algo, pido por ello y lo busco. Pero esto es tan solo una mínima parte de lo que realmente significa orar. Podemos pedir y podemos buscar, pero no debemos quedarnos ahí. La oración es encontrarnos con Dios en cualquier cosa que hagamos.
El Rosario no es simplemente rezar 50 Ave Marías, sino un encuentro con Jesús y María en el gozo, el dolor y la gloria. La Confesión es un encuentro con Dios que nos perdona y nos sana. Leer la Biblia es un encuentro con Dios que nos habla. Cuando trabajamos y vivimos con amor y hacemos uso de nuestras habilidades, nos encontramos con Dios Creador.
El único enemigo real para este tipo de encuentros con Dios es nuestra soberbia, como cuando nos adjudicamos el mérito de cualquier cosa que hagamos. Por eso es tan importante que nos empeñemos verdaderamente, como dice San Pablo, en que todo lo que hagamos sea para la gloria de Dios.
Fray Slavko Barbaric
Medjugorje, Septiembre 26, 1998
(1) Mensaje, 25 de agosto de 1998
“¡Queridos hijos! Hoy los invito para que a través de la oración se acerquen aún más a mí. Hijitos, yo soy Su Madre, los amo y deseo que cada uno de ustedes se salve y esté conmigo en el Paraíso. Por tanto, hijitos, oren, oren, oren hasta que su vida llegue a ser oración. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”