
El Triunfo del Inmaculado Corazón de María
Esta profecía antepondrá a la humanidad a la decisión de creer o no creer, provocando una selección entre quién elige para la vida y quién elige para morir.
El Triunfo del Inmaculado Corazón de María es la profecía mariana más extraordinaria de los tiempos modernos que ilumina el camino de la Iglesia desde la primera aparición de la Virgen a Fátima en 1917 y será el punto de referencia necesario para los creyentes marianos hasta el cumplimiento de los Diez secretos de Medjugorje.
Nuestra Señora pone este brillante objetivo al final de una larga lucha contra los poderes del mal que, en el último siglo del segundo milenio y el primer siglo del tercer milenio, buscó prevalecer sobre Cristo y su Iglesia, imponiendo al mundo la dictadura de El imperio de la oscuridad.
La Virgen, en sus revelaciones a Fátima y Medjugorje, señaló claramente quién es el director del ataque, llamándolo por su nombre: «Satanás» y desvelando los objetivos que pretende alcanzar: destruir el mundo con odio y con guerra y apoderarse de tantas almas como sea posible, cosechándolas con el tamiz de la arrogancia y la incredulidad.
El peligro del ataque a las puertas del infierno es tal que la Virgen ha decidido iniciar las apariciones más largas en los dos milenios de historia de la Iglesia y permanecer entre nosotros, con sus apariciones y mensajes, hasta su victoria final.
El poder y la gloria de María, que se manifestará en el nombre de su Hijo, aparecerá en la revelación de los acontecimientos de los Secretos tres días antes de que sucedan. Esta profecía antepondrá a la humanidad a la decisión de creer o no creer, provocando una selección entre quién elige para la vida y quién elige para morir.
La Virgen, a través de este procedimiento dirigido a revelar lo que está escondido en los corazones, tiene como objetivo traer tantas almas como sea posible a la salvación. De hecho, su victoria, por mucho que pueda considerarse un triunfo, no impedirá que Satanás «tenga su parte» como la propia Virgen reveló en los primeros mensajes a Medjugorje.
Por el Padre Livio Fanzaga