Entregarnos con gran ardor a María

Entregarnos con gran ardor a María

7 de julio de 2024 0 Por Gospa Chile

Preparándonos con serios exámenes de conciencia y cotidianos actos de amor y de confianza, totalmente entregados a sus planes…


Por Padre Patricio Romero

“Cada hombre recibe en su alma inmortal la retribución eterna a partir del momento de la muerte, en un juicio particular que coloca su vida en relación a la vida de Cristo, sea por medio de una purificación, sea para entrar del inmediato en la felicidad del Cielo, sea para condenarse de inmediato para siempre.” (C.I.C.1022)

“En el atardecer de la vida nos examinarán de Amor” (San Juan de la Cruz)

Observemos siempre el fin de nuestras acciones y meditemos sobre cómo nos encontraremos ante Dios, en el día del juicio…

En este día, no podremos ser disculpados, ni ser defendidos por nadie. Debemos afligirnos por nuestros pecados y desde ya, arrepentirnos de ellos, pues mas allá de la tumba ya no lo podremos hacer, con la muerte se da inicio a la existencia definitiva, donde recibiremos, del Juez Supremo, la sentencia inmutable. En el juicio nada es ignorado por Dios: pensamientos, palabras, acciones; en lo profundo de nuestro ser.

Todo lo veremos ante Dios; todos los pecados, las gracias derramadas sobre nosotros y, a pesar de todo despreciadas, y también los ejemplos que nos darán los buenos y que, culposamente, fueron ridiculizados. Los esclavos del mundo que, en vida abrazaron los bienes pasajeros y temían ser ridiculizados por los juicios humanos, temblarán en el juicio de Dios. Mientras que los Esclavos de María, por despreciar el juicio mundano, alcanzarán la victoria y la recompensa del Señor, por las virtudes practicadas.

Ante la sentencia final esos verdaderos devotos concluirán que les supuso una infinita ventaja los esfuerzos emprendidos para seguir el camino del bien (como sus actos de amor a Dios, la dedicación y el servicio al prójimo, y su firme resolución de servir a la Santísima Virgen). Los siervos del mundo serán acompañados al Juicio Final solamente por sus pecados sin arrepentir y por el demonio que los reclamará como su posesión; los Esclavos de Amor de la Virgen Madre serán presentados por Ella Misma, que se colocará delante de ellos como poderosa abogada, adornando sus pequeños méritos y virtudes.

María Santísima siendo Madre de Misericordia transformará el purgatorio de sus Esclavos en el más feliz, más corto y más consolador de todos, en la medida en que ellos, se despojaron, con generosidad de los propios méritos a favor de María.

¡Qué gran motivo de esperanza nos debe llevar a entregarnos totalmente con gran ardor a María!

“En cuanto vivimos en la tierra, somos peregrinos en el camino del cielo, si seguimos por la vía que Dios nos marcó. Esto es lo más importante en nuestra vida: portarnos de tal modo que, al partir de este mundo y en el fin de los tiempos, merezcamos oír de los labios de Jesucristo aquellas palabras consoladoras “Venid, benditos de Mi Padre, recibid en herencia el reino que os han preparado desde la creación del mundo”. (Mt 25,34). (Hna. Lucía, Llamamientos del Mensaje de Fátima)

Somos ambiciosos en conservar la vida aquí en la tierra y poco nos preocupamos por conquistar la vida eterna, siendo ésta, la que perdurará para siempre, valiendo todos nuestros esfuerzos. Recibimos la vida de Dios. Nuestra alma espiritual viene directamente de Él y tiende a volver a Él, puesto que todos somos llamados a participar de su Vida divina.

Todos sabemos que un día moriremos puesto que la muerte es consecuencia del pecado de nuestros primeros padres.

¿Y después de la muerte qué nos pasará? ¿Mereceremos la vida eterna? Al esclarecer estas cuestiones observamos la existencia de dos realidades: El Cielo y El Infierno.

Incluso aspirando a la vida eterna, el don de la inmortalidad está condicionado a la fiel observancia de los mandamientos divinos. Aquellos que pongan toda la felicidad en gozar el mundo, se llenarán de aflicciones y angustias, frente a la muerte corporal. Mientras que, los Esclavos de Amor, si vivieran fielmente sus compromisos, tendrán la certeza del fin de los sufrimientos y la alegría del Paraíso. La gran preocupación de Dios y de Nuestra Señora es que todos nos salvemos y alcancemos el Cielo.

Aquí en este mundo vemos dos generaciones bien distintas: “La generación de Satanás, que vive en el pecado, y la generación de la Mujer, o sea, de la SantísimaVirgen María, que con su poderoso auxilio, recorre el camino de la verdad, de la justicia y del amor. Dios es Amor y sus hijos se distinguen por la práctica del Amor”. (Hna. Lucía, Llamamientos del Mensaje de Fátima).

A pesar de que muchos negarán esta verdad, el Cielo existe y es la recompensa para los que procedan bien, según la Ley del Señor; y el infierno, es el castigo para aquellos que procedan mal.

El hecho de negarlos no hace que dejen de existir.

Para los que tienen fe, basta acreditar las palabras dichas por Jesús en el Santo Evangelio. Y si quisiésemos otra prueba, prestemos atención a los mensajes dejados por Nuestra Señora, en Fátima: “Visteis el infierno a donde van las almas de los pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a Mi Inmaculado Corazón. Si hiciérais lo que yo digo, se salvarán muchas almas y habrá paz” (Nuestra Señora, 13 de Julio, 1917).

“Cuando rezáis el tercio (decena), decid, después de cada misterio ¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo, principalmente a las más necesitadas”. (Nuestra Señora 13 de Julio de 1917).

Ya que para nosotros, la hora de la muerte es imprevista, utilicemos bien el tiempo que nos ha sido concedido por la Divina Providencia, actuando con sabiduría y no abusando de esta incertidumbre; dejemos de buscar los placeres de una vida cómoda, las riquezas y la satisfacción de todos los apetitos de la carne.

Como Esclavos de la Virgen María, vivamos sabiamente, preparándonos con serios exámenes de conciencia y cotidianos actos de amor y de confianza, totalmente entregados a sus planes de inmensa caridad. Por tanto, esa perfecta devoción a la Santísima Virgen vivida y enseñada por San Luís María G.de Montfort es un medio seguro para perseverar en la Gracia, consintiendo en un morir continuo para si mismo, deshaciéndonos de cualquier afección a las cosas. Servir a María Santísima es señal de predestinación.

Como vivimos es como moriremos. Para alcanzar un buen fin necesitamos un ardiente deseo de crecer en las virtudes, observando los preceptos divinos, haciendo penitencia y aceptando pacientemente, todo por amor a Nuestro Señor.

Eso podrá parecernos difícil ¡pero no estamos solos! En esta continua búsqueda de perfección, seremos auxiliados por Nuestra Señora.

¡Virgen Santísima, en quien ponemos toda nuestra confianza, transforma las amarguras de la vida terrena con Vuestra dulzura. El tentador quiere lanzarnos a la desesperación pero Vuestro amor tiernísimo ha de disipar estas tinieblas. Esperanza de nuestra vida condúcenos a la Eternidad. Amén!