La adoración, única respuesta al mal

La adoración, única respuesta al mal

29 de julio de 2025 0 Por Gospa Chile

Mensaje del Cardenal Sarah como enviado de S.S. Papa León XIV en el 400º aniversario de las apariciones de Santa Ana


Homilía pronunciada por el Cardenal Robert Sarah, enviado extraordinario del Papa León XIV, con ocasión del 400 aniversario de las apariciones de Santa Ana en Sainte-Anne-d’Auray (Bretaña, Francia). Una llamada solemne a la adoración, la fidelidad y la reconstrucción espiritual, en una Europa que ha olvidado a Dios.

Queridas hermanas y hermanos de Bretaña y de toda Francia:

Saludo con respeto a las autoridades civiles presentes con motivo del 400 aniversario de las apariciones de Santa Ana. En este lugar, el Papa León XIV me ha enviado como su delegado para este santuario. Con este gesto, el Santo Padre quiere subrayar la importancia que concede a vuestra peregrinación. Os transmito su bendición y su afecto paternal.

Saludo con estima a Monseñor Centène, obispo de Vannes, a los demás obispos, a los superiores religiosos, a los sacerdotes venidos de Bretaña y de otros lugares, y a vosotros, queridos peregrinos de Santa Ana, que habéis venido aquí para responder a su llamada y, sobre todo, para adorar a Dios.

Una tierra elegida

Hace 400 años, Santa Ana se apareció a Yvon Nicolazic y le dijo:

“No temas. Soy Ana, madre de María. Dile a tu párroco que sobre esta tierra llamada ‘le Bocenno’ —donde estamos ahora— existía una antigua capilla en mi honor. Fue destruida hace más de 900 años. Quiero que se reconstruya cuanto antes y que la cuiden, porque Dios quiere ser honrado aquí”.

Dios ha elegido esta tierra. De entre todos los lugares posibles, eligió este. ¿Por qué? Para recordarnos que Él es el primero, que su gloria nos precede, que nada nos pertenece. La creación, la redención, todo es don gratuito de su amor. No hemos merecido su amor; Él nos amó primero.

No es opcional: es un deber

Adorar a Dios no es una opción, es un deber, una necesidad de justicia. Pero en nuestras sociedades occidentales, Dios ha sido relegado. Se presenta la religión como un bienestar emocional, una filantropía para migrantes o sin techo, una espiritualidad de desarrollo personal. Pero eso no es fe.

Cristo rechazó convertir las piedras en pan: no vino a alimentar el cuerpo, sino a salvar el alma. Aunque todos tuvieran comida y prosperidad, la humanidad no estaría redimida. La salvación viene de adorar a Dios, recibir el Pan del cielo, que es Cristo mismo.

Francia: tierra sagrada

No profanéis Francia con leyes que promueven la muerte donde Dios quiere la vida. Esta nación es una tierra santa, reservada a Dios. Venid aquí con respeto, en silencio, con el alma limpia. No llenéis los templos de ruido ni de espectáculos.

Las iglesias no son salas de conciertos ni de actividades culturales. Son la casa de Dios. Entrad en ellas correctamente vestidos, con reverencia. Agradezco a los bretones que visten sus trajes tradicionales no por folclore, sino como signo exterior de una disposición interior: almas purificadas por la confesión y dispuestas a adorar.

La liturgia no es un espectáculo humano, es nuestra pobre pero verdadera respuesta a la gloria de Dios. La música sagrada, la belleza, el silencio… todo nos conduce a la adoración.

Reconstruir el templo del alma

Santa Ana pidió reconstruir su capilla. Dios hoy quiere que reconstruyamos su Iglesia, empezando por la del alma. Cada uno de nosotros es un santuario sagrado por el bautismo. Pero ese templo puede estar en ruinas. Si lo está, es hora de reconstruirlo sobre la roca firme: Jesucristo.

Es tiempo de confesarte. De expulsar las idolatrías del dinero, de la pantalla, de la seducción vulgar. Tu alma es tierra sagrada. Cuídala. Solo en ese santuario interior, Dios podrá hablarte, consolarte y convertirte.

Allí oirás su llamada a la santidad, o quizás al sacerdocio o a la vida consagrada. Si profanas tu alma, podrías perder tu vocación y tu identidad.

La adoración, única respuesta al mal

Santa Ana no se rebeló ante su infertilidad. Adoró. El mal, la injusticia, el sufrimiento de los inocentes no tienen explicación humana. Pero tienen una respuesta divina: la adoración.

La adoración silenciosa es más fuerte que la oscuridad. Es el grito que atraviesa el desespero. Es la semilla que engendra esperanza.

Queridos sacerdotes, sois pocos y sobrecargados. Pero os suplico: consagrad tiempo a la adoración ante el Santísimo Sacramento. Es ahí donde renace la esperanza.

Conclusión: adoradores en espíritu y verdad

Hemos venido a aprender, con Santa Ana, a adorar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas. Y cuando todo parezca perdido, cuando el mundo se oscurezca, podremos repetir con el Papa León XIV:

El mal no vencerá. El mal no prevalecerá. Dios, nuestro Dios, es infinitamente bueno, infinitamente bello, infinitamente grande.

Que hoy, en este lugar bendito, se eleve desde cada corazón un grito de amor:

¡Venid, adoremos al Señor! Doblemos la rodilla ante Él, nuestro Creador, porque Él es nuestro Dios.
Amén. Amén.