La Puerta Angosta

La Puerta Angosta

24 de enero de 2024 0 Por Gospa Chile

Deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la conversión


Veni Creator Spíritus

Ven, Espíritu Creador,

visita las almas de tus fieles

llena con tu divina gracia,

los corazones que creaste.

Tú, a quien llamamos Paráclito,

don de Dios Altísimo,

fuente viva, fuego,

caridad y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones;

Tú, dedo de la diestra del Padre;

Tú, fiel promesa del Padre;

que inspiras nuestras palabras.

Ilumina nuestros sentidos;

infunde tu amor en nuestros corazones;

y, con tu perpetuo auxilio,

fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.

Aleja de nosotros al enemigo,

danos pronto la paz,

sé nuestro director y nuestro guía,

para que evitemos todo mal.

Por ti conozcamos al Padre,

al Hijo revélanos también;

Creamos en ti, su Espíritu,

por los siglos de los siglos

Gloria a Dios Padre,

y al Hijo que resucitó,

y al Espíritu Consolador,

por los siglos de los siglos. Amén.



LA PUERTA ANGOSTA

San Mateo 7, 1-14

“No juzguéis y no seréis juzgados”

“¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?”

“Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis…”

“Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva a la perdición”


“Hermano mío, tú que eres imagen viviente de Dios (Gn 1, 26) y has sido rescatado con la sangre preciosa de Jesucristo (1Pe 1, 19), Dios quiere que te hagas santo como El (Mt. 5, 48) en esta vida y que participes de su gloria por toda la eternidad. Tu verdadera vocación consiste en adquirir la santidad de Dios. A ello debes orientar todos tus pensamientos, palabras y acciones, tus sufrimientos y todas las aspiraciones de tu vida”. (Secreto de María 3)

“Por lo que concierne la misión de Juan, esa fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo “está ligado a una ardiente invitación a un nuevo modo de pensar y de actuar, está ligado sobre todo al anuncio del juicio de Dios” (Jesús de Nazaret, I, Milán 2007, p. 34) y a la inminente aparición del Mesías, definido como aquel “que es más poderoso que yo” y que “bautizará con el Espíritu Santo”(Mc 1,7.8). El llamado de Juan va por lo tanto más allá y más profundamente con respecto a la sobriedad del estilo de vida: llama a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado.” (Benedicto XVI, Adviento 2011)



Mensaje, 25 de febrero de 1987

“¡Queridos hijos! Hoy deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la conversión. Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, oren y en la oración, ustedes conocerán el nuevo camino del gozo. El gozo se manifestará en sus corazones y así podrán ser testigos gozosos de lo que Yo y mi Hijo deseamos de cada uno de ustedes. Yo los bendigo. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”



Un camino que hay que elegir:

“¿Qué significa esta «puerta estrecha»? ¿Por qué muchos no lograr entrar por ella? ¿Se trata tal vez de un paso reservado sólo a algunos elegidos? De hecho, este modo de razonar de los interlocutores de Jesús, mirándolo bien, es siempre actual: siempre está al acecho la tentación de interpretar la práctica religiosa como fuente de privilegios o de seguridades. En realidad el mensaje de Cristo va exactamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es «estrecha». No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto a todos, pero es «estrecho» porque es exigente, requiere empeño, abnegación, mortificación del propio egoísmo.

Una vez más, como en los domingos anteriores, el Evangelio nos invita a considerar el futuro que nos espera y al cual nos debemos preparar durante nuestra peregrinación terrena. La salvación, que Jesús obró con su muerte y resurrección, es universal. Él es el único Redentor e invita a todos al banquete de la vida inmortal. Pero con una única e igual condición: la de esforzarse en seguirle e imitarle, cargando, como Él hizo, con la propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos. Única y universal, por lo tanto, es esta condición para entrar en la vida celestial. El último día –recuerda además Jesús en el Evangelio- no seremos juzgados según presuntos privilegios, sino según nuestras obras. Los «agentes de iniquidad» serán excluidos, mientras que serán acogidos cuantos hayan realizado el bien y buscado la justicia, a costa de sacrificios. No bastará por lo tanto declararse «amigos» de Cristo jactándose de falsos méritos: «Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas» (Lc 13,26). La verdadera amistad con Jesús se expresa en la forma de vivir: se expresa con la bondad del corazón, con la humildad, la mansedumbre y la misericordia, el amor por la justicia y la verdad, el empeño sincero y honesto por la paz y la reconciliación. Éste, podríamos decir, es el «documento de identidad» que nos cualifica como sus auténticos «amigos»; éste es el «pasaporte» que nos permitirá entrar en la vida eterna.

Queridos hermanos y hermanas: si queremos también nosotros pasar por la puerta estrecha, debemos empeñarnos en ser pequeños, esto es, humildes de corazón como Jesús. Como María, Madre suya y nuestra. Ella en primer lugar, detrás del Hijo, recorrió el camino de la Cruz y fue elevada a la gloria del Cielo, como recordamos hace algunos días. El pueblo cristiano la invoca como Ianua Caeli, Puerta del Cielo. Pidámosle que nos guíe, en nuestras elecciones diarias, por el camino que conduce a la «puerta del Cielo».” (Benedicto XVI, CASTEL GANDOLFO, domingo, 26 agosto 2007)



Magnificat

Proclama mi alma

la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios,

mi salvador;

porque ha mirado la humillación

de su esclava.

Desde ahora me felicitarán

todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho

obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abrahán

y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo,

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos.

Amén.

—-

Bendita sea tu Pureza

+ Señal de la Cruz (Bendición) y canto final.