Llena de Gracia
ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA REINA DE LA PAZ DÍA 24
CONOCIMIENTO DE MARÍA
Llena de Gracia
La gracia para alcanzar a Dios… (Mensaje 6-11-1986)
(Buscamos un lugar apartado para hacer nuestra
preparación en oración)
Letanías al Espíritu Santo
Señor, Ten piedad de nosotros.
Cristo,Ten piedad de nosotros.
Señor, Ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, Escúchanos.
Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo Redentor del mundo,Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo,Ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu, que procedes del Padre y del Hijo,Ten piedad de nosotros.
Espíritu del Señor, que al comienzo de la creación incubando las aguas las fecundaste,Ten piedad de nosotros.
Espíritu por cuya inspiración hablaron los santos hombres de Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que das testimonio de Cristo,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que fecundas a María,Ten piedad de nosotros.
Espíritu del Señor que llenas todo el orbe,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de Dios que habitas en nosotros,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de sabiduría y entendimiento,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de consejo y fortaleza,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de ciencia y piedad,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de temor del Señor,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de gracia y misericordia,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de fuerza, dilección y sobriedad,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de fe, esperanza, amor y paz,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de humildad y castidad,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de benignidad y mansedumbre,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de gracia multiforme,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que escrutas hasta los secretos de Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma,Ten piedad de nosotros.
Espíritu en el cual renacemos,Ten piedad de nosotros.
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de adopción de los hijos de Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que apareciste sobre los discípulos en forma de lenguas de fuego,Ten piedad de nosotros.
Espíritu del que los apóstoles quedaron henchidos,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres,Ten piedad de nosotros.
Senos propicio, Perdónanos, Señor.
Senos propicio, Escúchanos, Señor.
De todo mal, Líbranos Señor.
De todo pecado, Líbranos Señor.
De las tentaciones e insidias del diablo, Líbranos Señor.
De toda presunción y desesperación, Líbranos Señor.
De la resistencia a la verdad conocida, Líbranos Señor.
De la obstinación y de la impenitencia, Líbranos Señor.
De la impureza de la mente y del cuerpo, Líbranos Señor.
Del espíritu de fornicación, Líbranos Señor.
De todo espíritu malo, Líbranos Señor.
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo, Líbranos Señor.
Por la concepción de Jesús, hecha por tu operación, Líbranos Señor.
Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán, Líbranos Señor.
Por tu advenimiento sobre los discípulos, Líbranos Señor.
En el día del juicio, Líbranos Señor.
Nosotros, pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que, así como vivimos por el Espíritu obremos también por el Espíritu, te rogamos, óyenos.
Para que, recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos, te rogamos, óyenos.
Para que, viviendo según el espíritu, no accedamos a los deseos de la carne, te rogamos, óyenos.
Para que por el espíritu mortifiquemos las obras de la carne, te rogamos, óyenos.
Para que no te contristemos a ti, Espíritu Santo de Dios, te rogamos, óyenos.
Para que seamos solícitos en guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz, te rogamos, óyenos.
Para que no creamos a todo espíritu, te rogamos, óyenos.
Para que sepamos discernir los espíritus, si son o no de Dios, te rogamos, óyenos.
Para que renueves en nosotros el espíritu de rectitud, te rogamos, óyenos.
Para que nos confirmes por tu espíritu soberano, te rogamos, óyenos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten misericordia de nosotros.
Oremos:
Te pedimos, Señor, que nos asista la fuerza del Espíritu Santo para que purifique convenientemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
San Lucas 1, 26-38
«Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la Esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.»
Mensaje, 6 de noviembre de 1986
“¡Queridos hijos! Hoy deseo invitarlos a orar cada día por las almas del Purgatorio. Cada alma necesita de la oración y la gracia para alcanzar a Dios y el amor de Dios. A través de ello, queridos hijos, ustedes ganarán nuevos intercesores que los ayudarán en su vida a comprender que las cosas de la tierra no son importantes, sino que sólo el cielo es la meta a la cual ustedes deben aspirar. Por tanto, queridos hijos, oren sin cesar, para que puedan ayudarse a sí mismos y también a los demás, a quienes estas oraciones les proporcionarán alegría. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”
María, pues, es la obra maestra del Todopoderoso, cuyo conocimiento y posesión El se ha reservado para sí. María es la Madre admirable del Hijo, que se ha complacido en humillarla y en ocultarla durante su vida para favorecer su humildad, llamándola mujer, como a una extraña, si bien en su corazón la estimase y la amase más que a todos los ángeles y a todos los hombres juntos. María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo porque es su Esposa fiel; María es el santuario y el descanso de la Santísima Trinidad, en donde Dios se encuentra más magnífica y divinamente aposentado que en ningún otro lugar del universo, sin exceptuar su morada entre los querubines y serafines, y en la que a ninguna criatura le es permitido entrar sin un gran privilegio.
La divina María, lo digo con los Santos, es el paraíso terrestre del nuevo Adán, en la que Jesús tomó carne por obra del Espíritu Santo para obrar en él maravillas incomprensibles. Es el grande y maravilloso mundo de Dios, en el que hay bellezas y tesoros inefables. Es la magnificencia del Altísimo, en la que ha ocultado como en su seno a su Unigénito, y con él cuanto hay de más excelente y de más precioso. ¡Oh, y qué de cosas grandes y ocultas ha hecho ese Dios poderoso en esta criatura admirable! Como Ella misma se ve obligada a decirlo a pesar de su profunda humildad: Hizo en mí grandes cosas el Poderoso (Luc. 1,49). El mundo no la conoce, porque es incapaz e indigno de conocerla. (Tratado Verdadera Devoción 5-6)
“No ignoráis a quien fueron dirigidas estas palabras: Dios te salve, llena de gracia. ¿Y acaso nos admiraremos de que haya podido hallarse o de que se haya podido formar tal y tan gran Acueducto, cuya cumbre, al modo de aquella escala que vio el patriarca Jacob, tocase en los cielos; más aún, atravesando los mismos cielos, pudiese llegar hasta aquel vivísimo venero de las divinas aguas que están sobre los cielos? Admirábase de ello Salomón, y como desconfiado de verlo realizado, decía: ¿Quién hallará una mujer fuerte? Cierto, por eso faltaron durante tanto tiempo al género humano las corrientes de la gracia, porque todavía no se hallaba interpuesto este deseable Acueducto… ”
“Hijos míos, ella es la escala de los pecadores, ella el gran motivo de mi confianza, ella el fundamento inconmovible de mi esperanza. ¿Puede, acaso, el Hijo rechazar o ser rechazado? ¿Será capaz de no atender ni ser atendido? En absoluto. Has hallado gracia delante de Dios, dice el ángel. Felizmente. Ella siempre hallará gracia; y lo único que nosotros necesitamos es gracia.
Esta Virgen prudente no busca sabiduría como Salomón, ni riquezas, ni honor, ni grandezas, sino gracia. Y nuestra salvación depende exclusivamente de la gracia. Hermanos, ¿para qué codiciar otras cosas? Busquemos la gracia y busquémosla por María, porque ella encuentra siempre lo que busca y jamás decepciona.
Busquemos la gracia, pero la gracia de Dios; pues el favor de los hombres es falaz. Que otros se dediquen a acumular méritos: nuestro afán sea hallar gracia. ¿No estamos aquí por pura gracia? Por la misericordia del Señor no estamos aniquilados. ¿Qué somos nosotros? Somos apóstatas, homicidas, adúlteros, ladrones y la basura del mundo. Más entrad dentro de vosotros, hermanos, y ved como donde proliferó el pecado sobreabundó la gracia. María no presenta títulos: busca solamente gracia. Tanto se fía de la gracia, sin presumir de sí misma, que se intimida ante el saludo del ángel”. (San Bernardo Abad)
«Dios, Padre nuestro, Te damos gracias por hablarnos en este tiempo a través de María. Te pedimos el don del ayuno y la renuncia y que nos liberes de todo lo que nos impide estar cerca de Jesús, Tu Hijo, el Emmanuel. Libéranos de toda soberbia y egoísmo y de cualquier miedo o desconfianza. Danos un profundo anhelo por Su cercanía y a través de El, por la cercanía a Ti, oh Padre. Danos el espíritu de oración y a través de Tu Espíritu revélanos Tu voluntad para nosotros. Ayúdanos a vencer nuestra propia voluntad y que nunca más Tu voluntad nos distancie de Ti. Danos la fortaleza para que, a través de nuestra vida, lleguemos a ser apóstoles del amor. Perdónanos por todo lo que no es amor en nosotros. Te pedimos a nombre de todos los bautizados y de todos los que se llaman cristianos que podamos decidirnos por el amor y la paz.» (Padre Slavko Barbaric)
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Ave Maris Stella
Salve Estrella del mar, Santa Madre de Dios
y siempre Virgen, feliz Puerta del cielo.
Tú que has recibido el saludo de Gabriel,
y has cambiado el nombre de Eva,
establécenos en la paz.
Rompe las ataduras de los pecadores,
da luz a los ciegos, aleja de nosotros los males
y alcánzanos todos los bienes.
Muestra que eres Madre: reciba nuestras súplicas
por medio de Ti, Aquél que, naciendo por nosotros,
aceptó ser Hijo tuyo.
¡Oh, Virgen incomparable! ¡Amable como ninguna!
Haz que, libres de nuestras culpas,
permanezcamos humildes y castos.
Danos una vida limpia,
prepáranos un camino seguro; para que,
viendo a Jesús, nos alegremos eternamente contigo.
Demos alabanza a Dios Padre,
gloria a Cristo Soberano y también al Santo Espíritu,
a los Tres un mismo honor. Amén
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¡Oh altura incomprensible! ¡Oh anchura inefable! ¡Oh grandeza desmedida! ¡Oh abismo impenetrable! Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto de los cielos y en lo más profundo de los abismos, todo pregona, todo publica a la admirable María. Los nueve coros de Angeles, los hombres de todas edades, condiciones y religión, buenos y malos, hasta los demonios mismos, se ven obligados a llamarla Bienaventurada, de buen o mal grado, por la fuerza de la verdad. Todos los Angeles en los cielos la proclaman incesantemente, según San Buenaventura: Santa, Santa, Santa María, Virgen madre de Dios, y la ofrecen millones de millones de veces todos los días la salutación de los Angeles: Ave María; y se prosternan ante Ella, y le piden por gracia que los honre con alguno de sus mandatos. San Miguel, a pesar de ser el príncipe de toda la corte celestial, es el más celoso en rendirle y en hacer que se le rinda todo género de honores, siempre esperando el tener la honra de ir, a su voz, a socorrer a alguno de los servidores de María.
Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, entre los que se la tiene por tutelar y protectora en varios reinos, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales consagradas a Dios bajo su nombre! Ninguna iglesia sin un altar en su honor; ninguna comarca ni cantón en donde no haya alguna de sus imágenes milagrosas, y en donde se curan toda clase de males y se consigue toda clase de bienes. Tantas cofradías y congregaciones en su honor, tantas Ordenes religiosas bajo su nombre y amparo. Tantos congregantes y hermanos de todas las cofradías. Tantos religiosos y religiosas que publican sus alabanzas y que anuncian sus misericordias. No hay un niño que al balbucear el Ave María no la alabe; no hay pecador que, por endurecido que sea, no tenga en Ella alguna chispa de confianza, ni siquiera hay demonio en los infiernos que, a pesar de temerla, no la respete.
Después de eso, en verdad es preciso decir con los Santos: De Maria nunquam satis… no se ha alabado, exaltado, honrado, amado y servido bastante a María. Merece todavía más alabanzas, respeto, amor y servicios.
(Tratado Verdadera Devoción 8-10)
La mirada de María es la mirada de Dios dirigida a cada uno de nosotros. Ella nos mira con el amor mismo del Padre y nos bendice. Se comporta como nuestra «abogada» y así la invocamos en la Salve, Regina: «Advocata nostra». Aunque todos hablaran mal de nosotros, ella, la Madre, hablaría bien, porque su corazón inmaculado está sintonizado con la misericordia de Dios. Ella ve así la ciudad: no como un aglomerado anónimo, sino como una constelación donde Dios conoce a todos personalmente por su nombre, uno a uno, y nos llama a resplandecer con su luz. Y los que, a los ojos del mundo, son los primeros, para Dios son los últimos; los que son pequeños, para Dios son grandes. La Madre nos mira como Dios la miró a ella, joven humilde de Nazaret, insignificante a los ojos del mundo, pero elegida y preciosa para Dios. Reconoce en cada uno la semejanza con su Hijo Jesús, aunque nosotros seamos tan diferentes. ¿Quién conoce mejor que ella el poder de la Gracia divina? ¿Quién sabe mejor que ella que nada es imposible a Dios, capaz incluso de sacar el bien del mal?
(Benedicto XVI, 8 de Diciembre, 2010)
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Letanías Marianas
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo,Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios,Ten piedad de nosotros.
Santa María, Ruega por nosotros (emplear esta respuesta de ahora en adelante).
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Madre de misericordia,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso de insigne devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina asunta a los Cielos,
Reina del Santísimo Rosario,
Reina de la familia,
Reina de la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios
Para que seamos dignos de alcanzar las promesa de Nuestro Señor Jesucristo.
Oración
Te rogamos nos concedas,Señor Dios nuestro, gozar de continua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Magnificat
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración de San Juan XXIII
¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre.
Amén.
CATECISMO DE SAN JOSÉ
21- Habladnos de la turbación de José en el embarazo de María.
María, después de una ausencia de tres meses, pasados en casa de su prima santa Isabel, volvió á Nazaret con su esposo José, dejando a la naturaleza el cuidado de hacer conocer lo que la había sucedido en sí misma, y al cielo el cuidado de justificarla.
Reunidos aún bajo el mismo techo, los dos santos esposos vivían como antes de la partida de María, en la más profunda paz y en una alegría sin igual, cuando una circunstancia vino si no a afligir, al menos a probar el corazón de José. María en efecto, había llegado hacia poco, cuando su esposo se apercibió sin que pudiera tener género alguno de duda, que estaba en cinta, y se turbó. Resolvió desde luego, nos dice la Escritura, separarse de ella, e iba a poner en práctica su resolución, cuando un ángel se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas el permanecer con María tu esposa, porque lo que en ella existe es obra del Espíritu Santo. Parirá un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, que quiere decir Salvador, el que remediará a su pueblo y borrará los pecados del mundo.»
Los tesoros de Nazaret
Nazaret es el taller del trabajo. La santa Familia es una familia de obreros. San Jose se dedica a un oficio y gana penosamente su vida; la Virgen Maria trabaja también; y cuando el niño Jesus esta en edad de ayudar a su padre adoptivo, también trabaja el con sus manos. Así se cumplía desde el principio la palabra del Salmista que Jesus, Maria y Jose podían aplicarse: “Desde mi juventud he estado en el trabajo”
“Se apodera de mi la admiración a esta palabra, dice Bossuet: ¿ En donde están los que se quejan y los que murmuran, cuando los empleos no corresponden a su capacidad, aun digamos a su orgullo? Que vengan a la casa de Jose y Maria y que vean trabajar a Jesucristo…..Orgullo humano, ven a bajar la cabeza y se confundido en vista de este espectáculo. ¡Jesus hijo de un carpintero, carpintero también el, conocido por este oficio, sin que se hable de ningún otro empleo, ni de ninguna otra acción!” Recordábanse en la Iglesia naciente los arados que había hecho, y la tradición los ha conservado en los autores mas antiguos. Que los que vivan con el trabajo de sus manos se consuelen y se regocijen: Jesucristo pertenece a su corporación; que aprendan, al mismo tiempo que trabajan, a alabar a Dios…su trabajo será bendito y se hallaran ante el Padre que esta en los cielos como otros Jesucristos.
Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José.
M E M O R A R E
Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que habéis sido llamado padre del Redentor, sino escuchadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favorablemente. Así sea.
Trescientos días de indulgencias (una vez por día) aplicables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)
ORACIONES
Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.
Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.
¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!
San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.