SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 9

SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 9

31 de diciembre de 2023 0 Por Gospa Chile

La Asunción de María al Cielo


Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza el en Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada. Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del con, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. — Apoc 11:19-12:1


Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!


Reflexión

En sus homilías de Nuestra Santísima Madre, San Francisco de Sales predicaba que María fue perfectamente una con Cristo en el Calvario en la adoración de Jesús al Padre. Ella ofreció amorosamente a Jesús al Padre y ofreció su sufrimiento por sus hijos. El Santo nos dice que María hubiera muerto con Cristo en el Calvario de no haber sido porque su Hijo se lo impidió. Jesús quería que ella se quedara más tiempo con la Iglesia en la tierra después de su ascensión al Cielo y compartiera más tarde la muerte de él por amor.

Cuando llegó el tiempo querido por Dios, María murió de muerte natural, pero esa muerte fue un acto consciente de adoración en el amor. La Madre de Dios ansiaba con todo su ser estar con Jesús en el Reino. Cuando llegó la hora de la muerte, ella se ofreció como se había ofrecido Jesús al Padre al morir. Encomendándose al abrazo de Dios, María, encendida con el Espíritu Santo, transformó su muerte en un acto de amor al Padre: un acto eucarístico de adoración en Cristo, por Cristo y con Cristo.

Preservada de la corrupción de la tumba, María fue elevada de entre los muertos por Cristo y fue llevada, en cuerpo y alma, a la gloria del cielo. En 1950, el Papa Pío XII definió solemnemente que la Asunción de María es parte integral de la Revelación cristiana: Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La dormición de María, es decir, su muerte, resurrección y asunción a la gloria, son una fuente de esperanza para los cristianos que creemos en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Los Padres del Concilio Vaticano II nos enseñaron: La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (Lumen Gentium, 68). Desde su lugar en el Cielo, María intercede con Cristo y a través de Cristo por todas las necesidades de sus hijos en la tierra.


Oración

María, Madre de Dios y nuestra querida Madre, quédate con nosotros en la hora de nuestra muerte. Ayúdanos a comprender que, al morir por nosotros, tu Hijo transformó la muerte en un acto de adoración al Padre, un momento sagrado de pasaje de esta vida a la otra; en el momento que sólo Dios dispone. Fortalecidos por los sacramentos de la Iglesia, ayúdanos a morir como tú, en un acto de amor y ofrecimiento de la propia persona por la salvación de los demás. Madre Santa, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


Mensaje, 25 de diciembre de 1999

“¡Queridos hijos! Este es un tiempo de gracia. Queridos hijitos, hoy de una manera especial con el Niño Jesús que llevo en mis brazos les doy la posibilidad de dicidirse por la paz: Por vuestro Sí a la Paz y vuestra decisión por Dios, se abre para vosotros una nueva poosibilidad de paz. Solamente así, hijitos, el tiempo de este siglo, será para vosotros un tiempo de paz y de prosperidad. Por eso, pongan al Niño Jesús recién nacido, en el primer lugar de vuestra vida y El les conducirá por el camino de la salvación. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”


Comentario de Fray Slavko Barbaric (27 de diciembre de 1999)

Fuente: Medjugorje.ws


POR ESO, PONGAN AL NIÑO JESUS RECIÉN NACIDO, EN EL PRIMER LUGAR DE VUESTRA VIDA Y ÉL LES CONDUCIRÁ POR EL CAMINO DE LA SALVACIÓN

«Frecuentemente María nos ha invitado a que pongamos a Dios en primer lugar en nuestras vidas o que dejemos que Dios tome el primer lugar en nuestras vidas. Cuando nos dice que pongamos al Niño Jesús en el primer lugar de nuestra vida, María nos dice algo que realmente debemos comprender. Jesús vino a nosotros como un niño y es, más que nada, al niño a quien debemos poner en primer lugar en nuestras vidas. Si pensamos en un niño y su madre, sabemos que la madre siempre está pendiente de ese niño día y noche y que nunca deja al niño solo. Un niño nunca podría sobrevivir sin la ayuda de su madre, y en nuestra vida espiritual ocurre lo mismo. Nuestros corazones, en donde Jesús vive como un niño, siempre necesitan de nuestro cuidado y de nuestra actividad. Debemos alimentar nuestros corazones con buena comida que significa comida espiritual que recibimos en la oración, en el ayuno, en la Confesión, en la Santa Misa y en la Adoración. Debemos limpiar nuestro corazón permanentemente para que el Niño Jesús pueda vivir dentro de nosotros. El Niño Jesús no podrá vivir y sobrevivir en aquellos corazones que no se deciden a trabajar lo espiritual diariamente. Es por ello que debemos tener en cuente algunos consejos de María cuando nos dijo que debemos trabajar en nuestros corazones igual que trabajamos el campo. Cualquiera que haya trabajado en un jardín sabe que el trabajo allí o en el campo es un trabajo de tipo radical. Hay que sacar las raíces malas y los yuyos que sofocan a las plantas buenas, hay que limpiar la tierra para que las plantas buenas puedan crecer y florecer y dar sus frutos.

Lo mismo sucede con el Niño Jesús en nuestros corazones. Si queremos que Él habite en nosotros y crezca en nosotros, debemos hacer lo que dice San Pablo, «luchen hasta desangrar contra el pecado» y luchar por el bien sin cesar. Este es un trabajo difícil pero es el único trabajo que trae los frutos buenos. En consecuencia, este tiempo nuevo, en donde podemos tener paz y prosperidad, requiere que nosotros hagamos esto, y muy conscientemente debemos querer tener al Niño Jesús en nuestros corazones y atenderlo como una madre atiende a su hijo. Solamente si hacemos estos estaremos en el camino de la salvación. La salvación, en sentido Bíblico, no solamente significa alcanzar algún día la paz eterna, sino que también significa un bienestar aquí en la tierra si seguimos a Jesús. Si todas las personas siguieran a Jesús, todos estaríamos espiritualmente bien, mental y materialmente también. El significado Bíblico de salvación incluye el bien espiritual, mental y material. Solo de este modo podrá la humanidad alcanzar la salvación. Dios es un Dios que ofrece a cada uno la salvación, y que desea participar en esta salvación. No solo nos ofrece Su ayuda, sino que se ofrece a Si Mismo como ayuda, y cuando las personas rechazan esta ayuda se aíslan de todos los que los rodean y del resto del mundo. Este mensaje es realmente muy importante porque es un mensaje de esperanza, pero a la vez nos dice claramente qué es lo que debemos hacer, que Dios está con nosotros, que desea permanecer con nosotros y que desea trabajar a través de nosotros. Para que todo esto suceda, oremos…

Dios, Padre nuestro, queremos agradecerte por haber enviado al Niño Jesús y porque Él ha decidido permanecer con nosotros. Con María, Su Madre y Humilde Servidora, te pedimos, al comenzar este tiempo nuevo, que nos envíes el Espíritu Santo para que nos libre de todo aquello que impide que el Niño Jesús permanezca en nuestros corazones. Líbranos de todo egoísmo, de nuestro orgullo y de nuestra envidia. Líbranos de nuestra pereza y de nuestro temor de trabajar con Tu Hijo cada día. Limpia nuestros corazones, oh Padre, para que podamos convertirnos en moradas buenas para Tu Hijo. Padre, danos la gracia de poder decir «si» a la paz y de poder decidirnos solo por Ti. En Tu Nombre, al comenzar este tiempo nuevo, rechazamos todo pecado, todo lo que está mal y todas las tentaciones que provienen del mundo y de Satanás. Protégenos, oh Padre, y danos la gracia de dejarnos proteger, y Padre, junto con María, también te pedimos que protejas a todas las familias, a todos los padres, a todas las madres y todos los hijos para que durante este tiempo nuevo todos se decidan por la paz y en consecuencia por Ti, oh Padre, y que el Niño Jesús recién nacido pueda permanecer en todos ellos. Ayuda a nuestras familias a superar todo el mal. Mantén unidas y en paz a las familias a través de Tu Hijo Jesús, y sana a todas las familias que han sido divididas, a todas las familias en donde han penetrado la semilla del conflicto, del orgullo, del egoísmo, del alcoholismo, o deslealtad.

Presentamos ante Ti todas las relaciones heridas entre hombres y mujeres, entre padres e hijos, límpialas, sánalas, para que todas nuestras familias realmente se conviertan en familias para este tiempo nuevo, familias de paz, familias en donde sólo se sirve a la vida. Te pedimos por todas las mujeres que han concebido un hijo o que concebirán un hijo durante este tiempo, por todos los Médicos y por todos aquellos a través de cuyos servicios se atiende al niño por nacer, para que cada niño concebido sea aceptado y para que este tiempo nuevo sea conocido especialmente como un tiempo de verdadera paz y de servicio a la vida. Te pedimos, oh Padre, por todos los enfermos y por los ancianos, para que ellos también experimenten la ayuda a través de los jóvenes y saludables, ayuda que Tu deseas dar a todos. Seamos conscientes del hecho de que la paz depende completamente del comportamiento de cada individuo. También Te pedimos en nombre de todos aquellos responsables de la Iglesia y del mundo, que sus corazones se abran a Tu ofrecimiento de verdadera paz, que todo aquel que lleve alguna responsabilidad también se decida por Ti, oh Padre, y que todos nosotros podamos durante este tiempo cooperar conTigo. Te pedimos en nombre de todos los Católicos, de todos los demás Cristianos y de todos aquellos que pertenecen a otras religiones, que nos muestres a todos que podemos vivir en paz uno con otro, y que todos ayudemos por el bienestar de los demás. Oh Padre, bendícenos a todos en este Año Jubilar para que constantemente podamos permanecer activos y para que todos los peregrinos que este año desean viajar a Tierra Santa, a Roma, a Medjugorje o a otro Santuario Mariano puedan recibir un nuevo impulso para sus vidas en Ti. Danos la gracia de vivir este tiempo nuevo en Ti y conTigo. Bendícenos, oh Padre, y haz de nosotros testigos de Tu paz, que así sea.


Que la Paz esté con todos ustedes. Amén»