Santa Novena a Nuestra Señora de Lourdes Día 2
Llenaste de favores celestiales a Bernadette…
ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío, por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí me pesa de todo corazón haberos ofendido, y propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, cumplir la penitencia que me fuere impuesta y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos. Os ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonaréis por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén.
Oh consoladora de los afligidos, María Inmaculada, que movida por la caridad materna, te manifestaste en la cueva de Lourdes y llenaste de favores celestiales a Bernadette, y hoy aún sanas las heridas del alma y del cuerpo a quienes allí confían en ti, reaviva la fe en mí, y haz que, superado todo respeto humano, me muestre en todas las circunstancias, un verdadero discípulo de Jesucristo Nuestro Señor. Amén
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN.
Reina Inmaculada que, apareciendo personalmente cual majestuosa Señora en la gruta de Lourdes, honrasteis con vuestra benigna mirada y con la comunicación de vuestros secretos a la pobre y enfermiza Bernardita, tanto menos estimada de los hombres por la falta de toda cultura, cuanto más acepta a Vos por el candor de su inocencia y el fervor de su devoción; obtened para nosotros la gracia de que, poniendo siempre nuestra gloria en hacernos gratos al Señor con una vida enteramente conforme a nuestros deberes, nos hagamos al mismo tiempo merecedores siempre de vuestras especiales bendiciones. Amén
Tres Avemarías y un Gloria.
Pedir la gracia que se desea obtener con esta novena.
ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA
Bajo vuestro amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no despreciáis nuestras súplicas en las necesidades, sino libradnos de todos los peligros, ¡oh siempre Virgen gloriosa y bendita!
V. Ruega por nosotros, ¡oh Virgen de Lourdes!
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
¡Oh Dios eterno y compasivo! Concédenos la gracia de vivir santa y cristianamente, venerando a la Virgen Santísima de Lourdes, para que seamos dignos de su intercesión en la vida y en la hora de la muerte Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Consagración a Nuestra Señora de Lourdes:
María, te apareciste a Bernadette en la hendidura de la roca de Massabielle. En el frío y la oscuridad del invierno, nos hiciste sentir la calidez de una presencia, la luz y la belleza. ¡En las heridas y oscuridad de nuestras vidas, en las divisiones del mundo donde el mal es poderoso, trae esperanza y restaura la confianza!. Tú que eres la Inmaculada Concepción, ven en ayuda de nosotros pecadores. Danos la humildad de la conversión, el coraje de la penitencia. Enséñanos a orar por todos los hombres. Guíanos a las fuentes de la verdadera vida. Haznos peregrinos en camino dentro de tu Iglesia.
Satisface en nosotros el hambre de la Eucaristía, pan del camino, pan de Vida. En ti, oh María, el Espíritu Santo ha hecho grandes cosas: con su poder te ha llevado al Padre, en la gloria de tu Hijo, viviendo para siempre. Mira con amor de madre las miserias de nuestro cuerpo y de nuestro corazón. Brilla como una estrella brillante para todos en el momento de la muerte. Con Bernadette, te rogamos, oh María, con la sencillez de los niños. Pon el espíritu de las Bienaventuranzas en nuestra alma. Entonces podremos, desde aquí abajo, conocer la alegría del Reino y cantar Contigo:
¡ Magníficat!.
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Gloria a Ti, oh Virgen María. ¡Bendita sierva del Señor, Madre de Dios, Templo del Espíritu Santo! AMÉN