El Padre Pío y la Santísima Virgen María

El Padre Pío y la Santísima Virgen María

22 de septiembre de 2023 0 Por Gospa Chile

¡Amad a la Virgen y hacedla amar! Rezad el Rosario; rezadlo siempre. ¡Rezadlo cuantas veces podáis!

El Padre Tiberio Munari nos explica la Espiritualidad mariana de Padre Pío, en su libro, con las siguientes palabras:


La devoción de su infancia
Un verdadero retrato de Padre Pío estaría incompleto si no se diera el debido realce a su devoción mariana.

Se cuenta que cuando el P Pio era niño, entraba en la iglesia de Pietrelcina a saludar a la Virgen de la “Libera”. Contando 26 años, escribe a su director espiritual: “Esta Madre tan tierna, en su gran misericordia, sabiduría y bondad ha querido verter en mi corazón tantas y tales gracias que, cuando me hallo en su presencia y en la de Jesús, me siento estrechamente unido y ligado al Hijo por medio de esta Madre!”.

El Padre Pío llamaba al mes de mayo: “el mes de la hermosa mamita”. En una ocasión escribió a su padre espiritual: “¡Oh el hermoso mes de mayo! El más bonito del año. Si, padre mío ¡este mes nos recuerda muy bien las dulzuras y la belleza de María! Pensando en los muchos beneficios que me ha hecho esta querida Mamita, tengo vergüenza de mí mismo por no haberla amado y servido lo bastante: en cambio, a sus cuidados afectuosos he repuesto con ingratitudes”.

Pero no sólo se abandona al amor de María y le pide favores. También le ofrece sacrificios. Así escribe a su padre espiritual: “Le pido el permiso de abstenerme de la fruta el miércoles en honor de la Virgen”. Y el 6 de enero de 1917 -año de las apariciones de Fátima- pide el permiso de ayunar dos veces por mes, una vez en honor de la Virgen y la otra en honor de San Antonio.

Durante la visita de la Virgen de Fátima a San Giovani Rotondo, se encontraba enfermo en cama. Cuando Ella partió, el P. Pío salió a la ventana para despedirla. Llegó un momento en el que, fijando sus ojos arrasados en lágrimas en el helicóptero que transportaba a la Señora, exclamó: «¡Pero cómo, Virgen Santa María, Madre mía! ¿Al entrar Vos en Italia caí yo enfermo y ahora que os vais me dejáis más enfermo todavía? ¿Cómo puede ser esto?…». Y comentó más tarde: «Noté como que me corría un estremecimiento por todos mis huesos y me curé instantáneamente».

Su amor a María era como el de un hijo enamorado de su madre, ya que no podía vivir sin Ella, que se le aparecía frecuentemente y a quien veía visiblemente con Jesús durante la misa. A ella le dirigía constantemente sus oraciones con su arma favorita contra el demonio: el rosario.

El P. Pío consideraba el Rosario como su arma predilecta contra toda clase de enemigos. Había dicho: «Diariamente recitaré no menos de cinco rosarios completos».

Preguntaron al P. Pío días antes de morir: «¿Qué es lo que nos recomendáis?».

Respondió: «¡Amad a la Virgen y hacedla amar! Rezad el Rosario; rezadlo siempre. ¡Rezadlo cuantas veces podáis! Es verdad, sí, que Satanás impera en el mundo; pero impera porque otros le dejan imperar… La oración del Rosario es la oración que hace triunfar de todo y a todos. Ella, María, nos lo ha enseñado así, lo mismo que Jesús nos enseñó el Padrenuestro…

¡Para entrar en el Paraíso se requiere algo muy importante! Hay que contar con el billete de acceso a la Santísima Virgen. Si esto se consigue, lo hemos conseguido todo. Ella es la Puerta del cielo. Y el billete que te permita el ingreso en el cielo es el Santo Rosario».


ORACIÓN DEL PADRE PÍO

Santísima Virgen Inmaculada y Madre mía María, a ti que eres la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la Abogada, la Esperanza, el Refugio de los pecadores, recurro hoy, yo que soy el más miserable de todos, te venero, oh gran Reina y te agradezco por todas las gracias me has dado hasta ahora, especialmente haberme librado del infierno, tantas veces merecido por mí.
Yo te amo, Señora amabilísima, y por el amor que te tengo, prometo querer servirte siempre y hacer todo lo que pueda para que tú seas amada más por los demás.

Pongo en ti, después de Jesús, todas mis esperanzas, toda mi salud, acéptame como tu siervo, y acógeme bajo tu manto, tú, Madre de Misericordia.

Y ya que eres tan potente ante Dios, líbrame de todas las tentaciones o obténme la fuerza de vencerlas hasta la muerte.

A ti te pido el verdadero amor a Jesucristo, de ti espero hacer una buena muerte, Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te ruego me ayudes siempre, pero más en el último momento de mi vida. No me abandones hasta no verme salvo en el cielo, bendiciéndote y cantando tus misericordias por toda la eternidad.

Amén.