ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 21

ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 21

20 de marzo de 2024 0 Por Gospa Chile

San José se creyó indigno de vivir con la Madre del Redentor

PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 21

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

22-¿Cuál es la opinión respecto de esto de san Francisco de Sales?

La opinión de este santo, es también que José no sospecho de María, sino que mirándola como la esposa del Espíritu Santo, se creyó indigno de vivir con ella, y resolvió separarse, pero oigamos las textuales expresiones de este gran santo: “La humildad de José, dice, fue causa de que quisiera separarse de María cuando la vio encinta;” porque, dice san Bernardo, en sí mismo hizo este razonamiento ¿Qué es esto? Estoy seguro que María es virgen, porque juntos hemos hecho el voto de guardar nuestra pureza y virginidad, a lo que jamás querrá faltar: pero yo veo que está en cinta y que es madre: ¿cómo, pues, se podrá hacer que la maternidad se amalgame con la virginidad, y que la virginidad no impida la maternidad? ¡Oh, Dios! Exclama. María, ¿será acaso la gloriosa Virgen de quien los profetas asegura concebirá y será Madre del Mesías? ¡Oh! Si es así lejos de mí el pensamiento de permanecer a su lado, yo que soy tan indigno más vale que la abandone secretamente y que no continúe en su compañía. “Sentimiento de humildad admirable dice san Francisco de Sales, y que fue causa que san Pedro, transportado de semejante opinión de humildad, exclamara en la barca en que se encontró con Jesús: “Señor, apartaos de mí, porque soy un hombre pecador.”


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores
y gozos del Señor San José.


Revelación de los siete dolores y de los siete gozos.

Primer gozo.
Revelación de la maternidad divina.

“José, hijo de David, dijo el ángel al santo Patriarca, no temas el guardar a tu lado a María, tu esposa. Ha concebido bajo la sombra del Espíritu Santo un niño que llamaras Jesús. El es el que esta destinado a salvar a su pueblo. ¡Que gozo debió inundar el alma de José! María era verdaderamente un tesoro de virtudes. María era la madre del Mesías, Salvador de los hombres. Y el, José, era el elegido esposo de María, el padre adoptivo y el guardián de Dios hecho hombre.
Bendito seais, oh José, y regocijaos porque el niño que va a nacer es realmente nuestro Dios y merecéis que le llaméis vuestro hijo. ¿Quién, pues, ha tenido nunca en la tierra semejante honor? ¿Qué mortal en la sucesión de los tiempos ha podido nunca decirse al estrechar un niño en sus brazos y cubrirlo con sus besos y caricias: “Estrecho a un Dios contra mi corazón, beso a mi Dios y prodigo a mi Dios afectuosas caricias, señales todas del amor que le tengo”? “¡Cuan necesario era, nos dice San Francisco de Sales, que San José fuese bueno y recto de corazón, puesto que le fue concedido que poseyese a la vez a la Madre y al Hijo de Dios!”.
Los hombres gustan de poder justificarse ante sus semejantes. La justificación ante Dios es la que se debe buscar antes que nada, pues ella es la sola cosa necesaria. Nuestra mejor justificación es la posesión de Jesús en nosotros, por medio de la santa comunión. Pidamos a San José que prepare nuestro corazón para recibir a su divino Hijo.


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)


ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.


Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria.

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.