La carne nacida de María es el pan bajado del Cielo

La carne nacida de María es el pan bajado del Cielo

11 de abril de 2024 0 Por Gospa Chile

No se puede contemplar a María sin ser atraído por Cristo y no se puede mirar a Cristo sin percibir inmediatamente la presencia de María.


Hay un vínculo inseparable entre la Madre y el Hijo engendrado en su seno por obra del Espíritu Santo y este vínculo lo percibimos de manera misteriosa en el sacramento de la Eucaristía, como lo han evidenciado los Padres de la Iglesia y los teólogos desde los primeros siglos.

«La carne nacida de María por la acción del Espíritu Santo es el pan bajado del Cielo», dice san Hilario de Poitiers. Por su parte, en el Sacramentario bergomense del siglo IX leemos: “Su vientre maduró un fruto, un pan nos llenó del don angélico. María restauró a la salvación lo que Eva había destruido con su culpa”. San Pedro Damián observa después: «Este cuerpo que la Santísima Virgen María había engendrado y alimentado en su seno con maternal solicitud —este cuerpo, digo— este y no otro, lo recibimos ahora del santo altar y bebemos su sangre como el sacramento de nuestra redención. Esto es lo que cree la fe católica, lo que enseña fielmente la Santa Iglesia».

El vínculo de la Santísima Virgen con el Hijo, Cordero inmolado que quita los pecados del mundo, se extiende a la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. María —observa san Juan Pablo II— fue una «Mujer eucarística» a lo largo de toda su vida y la Iglesia, considerándola su modelo, «está llamada a imitarla también en su relación con este santísimo misterio».

Desde esta perspectiva, comprendemos aún mejor por qué en Lourdes el culto de la Santísima Virgen María está asociado a la Eucaristía a través de las celebraciones eucarísticas diarias, la adoración del Santísimo Sacramento y la bendición de los enfermos, que es uno de los puntos culminantes de la visita de los peregrinos a la gruta de Massabielle.


Misioneros de la Santa Eucaristía

Mensaje de la XVI Jornada Mundial del Enfermo.

Articulo tomado de Brasier Eucharistique n°176, del 11 de enero de 2008, pág. 19; 11 de enero de 2008, pág. 19