La Mejor Parte
Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas
+Santo Evangelio
Evangelio según San Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en un pueblo, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
En cambio, Marta estaba atareada con todo el servicio de la casa; hasta que se paró y dijo:
— «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me ayude».
Pero el Señor le contestó:
— «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán».
«Decídanse seriamente a dedicarle tiempo a Dios…»
La persona humana debe empeñarse en las ocupaciones domésticas y profesionales; pero ante todo tiene necesidad de Dios…
Mensaje, 25 de octubre de 1989
“¡Queridos hijos! Hoy también los invito a la oración. Yo siempre los estoy invitando, pero ustedes aún están muy lejos. Por eso, a partir de hoy, decídanse seriamente a dedicarle tiempo a Dios. Yo estoy con ustedes y deseo ensearles a orar con el corazón. En la oración con el corazón ustedes encontrarán a Dios. Por eso, hijitos, oren, oren, oren! Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Elegir juntos la parte mejor, que es y será siempre nuestro mayor bien…
BENEDICTO XVI, ÁNGELUS, Palacio Apostólico de Castelgandolfo, Domingo 18 de julio de 2010
Momento favorable para dar el primer lugar a lo que efectivamente es más importante en la vida, o sea, la escucha de la Palabra del Señor. Así lo recuerda también el Evangelio de este domingo, con el célebre episodio de la visita de Jesús a casa de Marta y María, narrado por san Lucas (10, 38-42). Marta y María son dos hermanas; tienen también un hermano, Lázaro, quien en este caso no aparece. Jesús pasa por su pueblo y —dice el texto— Marta le recibió (cf. 10, 38). Este detalle da a entender que, de las dos, Marta es la mayor, quien gobierna la casa. De hecho, después de que Jesús entró, María se sentó a sus pies a escucharle, mientras Marta está completamente ocupada en muchos servicios, debidos ciertamente al Huésped excepcional.
Nos parece ver la escena: una hermana se mueve atareada y la otra como arrebatada por la presencia del Maestro y sus palabras. Poco después, Marta, evidentemente molesta, ya no aguanta y protesta, sintiéndose incluso con el derecho de criticar a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Marta quería incluso dar lecciones al Maestro. En cambio Jesús, con gran calma, responde: «Marta, Marta —y este nombre repetido expresa el afecto—, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10, 41-42). La palabra de Cristo es clarísima: ningún desprecio por la vida activa, ni mucho menos por la generosa hospitalidad; sino una llamada clara al hecho de que lo único verdaderamente necesario es otra cosa: escuchar la Palabra del Señor; y el Señor en aquel momento está allí, ¡presente en la Persona de Jesús! Todo lo demás pasará y se nos quitará, pero la Palabra de Dios es eterna y da sentido a nuestra actividad cotidiana.
La persona humana debe trabajar, sí; empeñarse en las ocupaciones domésticas y profesionales; pero ante todo tiene necesidad de Dios, que es luz interior de amor y de verdad. Sin amor, hasta las actividades más importantes pierden valor y no dan alegría. Sin un significado profundo, toda nuestra acción se reduce a activismo estéril y desordenado. Y ¿quién nos da el amor y la verdad sino Jesucristo? Por eso aprendamos, hermanos, a ayudarnos los unos a los otros, a colaborar, pero antes aún a elegir juntos la parte mejor, que es y será siempre nuestro mayor bien.