Las profecías Mesiánicas y María Santísima
«Escucha hija, mira y pon atento oído…»
Por Georg von Köller, en San Rafael de Alajuela, España
Día de la Virgen de los Ángeles, del año 2005
del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.
La primera de las profecías a meditar durante este tiempo de Adviento evoca el momento de la venida del Mesías y se encuentra en el Génesis (Gn 49, 1-10), cuando Jacob, nacido de Isaac, bendijo a sus hijos antes de morir. «Reúnanse que voy a anunciarles lo que les sucederá en los días venideros». Y continúa: «No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que venga aquel, a quien le pertenece, y a quien deben obediencia las naciones»
Este pasaje, que siempre ha sido entendido por los exégetas de Israel en un sentido mesiánico, cobra nueva relevancia en tiempos de la Virgen, después de que Herodes fuera nombrado rey de Judea poniendo fin a la dinastía judía asmonea. Luego, Judea se convirtió en provincia vasalla de Roma y permaneció así hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C.
Con el advenimiento de Herodes I, la autoridad pasa a los romanos y el signo mesiánico se cumple, ya que es en el momento de la venida del Mesías cuando el cetro se aleja definitivamente de Judá. Los judíos podrán ahora responder con pleno derecho a Pilato, durante el juicio de Cristo: «No tenemos más rey que el César» (Jn 19, 15).
En los salmos encontramos bellas oraciones y cantos, así como múltiples profecías. Hace algún tiempo, buscando citas bíblicas relacionadas con la Madre de Cristo, nuestra querida Virgen María, sentía que me faltaba citar una muy importante, pues en el antiguo testamento solo encontraba dos citas muy breves, en el Génesis y en el libro del profeta Isaías. Estaba seguro de que debía existir algo más. Pensando en ello por algún tiempo, se me vinieron a la mente dos versículos llenos de inspiración del Saimo 45:
«Escucha hija, mira y pon atento oído,
olvida a tu pueblo y la casa de tu padre,
y el rey se prendará de tu belleza.
El es tu Señor, ¡Póstrate ante el!»
Eso era lo que mi corazón buscaba. Si bien se interpreta tradicionalmente como un cántico o poema por el matrimonio de un rey con su nueva reina, pude percibir en el un significado mucho más profundo, así que me dediqué a la tarea de escrutarlo con cuidado y amor, encontrando un tesoro, que deseo compartir.
«…a tu diestra una reina,
con el oro de Ofir.» Sal 45, 10b
En este versículo, anuncia el salmista, que a la diestra del Señor, habrá una reina con oro, es decir, enjoyada, honrada, destacada.
«Escucha, hija, mira y pon atento oido,
olvida a tu pueblo y la casa de tu padre,
y el rey se prendará de tu belleza.
El es tu Señor, ¡Postrate ante Él!» Sal 45, 11-12
Los padres enseñan a una doncella a amar al Señor, olvidando sus ataduras mundanas, manteniéndose pura para Él. Así, le dicen, el Rey, es decir, el Señor, se prendará de su belleza. Esto se cumple en María, según relata San Lucas, como el ángel se dirigió a ella:
«No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios.» (Lc 1, 30)
Y aún más, le anuncia que quedará encinta y dará a luz un hijo, que será el Mesías, esperado durante siglos por los judíos:
«El será grande y será llamado Hijo del altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; Reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» (Lc 1,31-33)
«La hija de Tiro con presentes,
y los más ricos pueblos recrearán tu semblante» Sal 45-13
Los pueblos gentiles Ie ofrecerán regalos y ofrendas. Recrearán, es decir, reproducirán su semblante, su rostro, su imagen. Tal como sucede desde el inicio del cristianismo, hasta hoy en día, en que los pueblos continúan venerando a la Madre del Señor y recordándola con cariño, por medio de las múltiples imágenes que de ella se han elaborado a través de los veinte siglos de cristianismo.
«Toda espléndida, la hija del Rey,
va adentro, con vestidos en oro recamados.
Con sus brocados es llevada ante el Rey.» Sal 45, 14
Solo existe una mujer en la humanidad que puede cumplir con esto:
¿Cuál otra mujer, podría ser hija de Dios y a la vez, ser llevada a Él como esposa? Está así unida maravillosamente al misterio de la Santísima Trinidad, pues es hija amada y predilecta de Dios Padre, esposa de Dios Espíritu Santo y madre de Dios Hijo. Ello a pesar de su frágil condición humana. Ninguna otra criatura, ni antes ni después, ha podido gozar de una unión más íntima y perfecta con el Señor.
«Vírgenes tras ella, compañeras suyas,
donde Él son introducidas;
entre alborozo y regocijo avanzan,
al entrar en el palacio del Rey.» Sal 45, 15-16
En su esplendor y acompañada por un séquito de vírgenes, sus damas de honor, las almas que en la tierra consagraron su virginidad a Dios, es María llevada a la Gloria de Dios. El séquito no ha terminado aún de entrar al palacio del Rey, pues sigue fluyendo el cortejo de todas las almas que ofrecieron su virginidad a Dios, acompañando a la Reina en su entrada al palacio del Señor, en la Jerusalén celestial.
«En lugar de padres, tendrás hijos;
príncipes los harás por toda la tierra.» Sal 45, 17