María al pié de la Cruz por San Juan Pablo II

María al pié de la Cruz por San Juan Pablo II

21 de marzo de 2024 0 Por Gospa Chile

¿Cuál es el significado de esa singular cooperación de María en el plan de la salvación?

«El hecho de “estar erguida” la Virgen junto a la Cruz recuerda su inquebrantable firmeza y su extraordinaria valentía para afrontar los padecimientos. En el drama del Calvario, a María la sostiene la fe, que se robusteció durante los acontecimientos de su existencia y, sobre todo, durante la vida pública de Jesús. El Concilio recuerda que «la bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz» (Lumen gentium, 58).

»A los crueles insultos lanzados contra el Mesías crucificado, ella, que compartía sus íntimas disposiciones, responde con la indulgencia y el perdón, asociándose a su súplica al Padre: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen» ( Lc 23, 34). Partícipe del sentimiento de abandono a la voluntad del Padre, que Jesús expresa en sus últimas palabras en la Cruz: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc, 23, 46), ella da así, como observa el Concilio, un consentimiento de amor “a la inmolación de su Hijo como víctima” (Lumen gentium, 58)». (…).

«¿Cuál es el significado de esa singular cooperación de María en el plan de la salvación? Hay que buscarlo en una intención particular de Dios con respecto a la Madre del Redentor, a quien Jesús llama con el título de “mujer” en dos ocasiones solemnes, a saber, en Caná y al pie de la cruz (cfr Jn 2 , 4; 19, 26 ). María está asociada a la obra salvífica en cuanto mujer. El Señor, que creó al hombre “varón y mujer” (cfr. Gn 1, 27),también en la Redención quiso poner al lado del nuevo Adán a la nueva Eva. La pareja de los primeros padres emprendió el camino del pecado; una nueva pareja, el Hijo de Dios con la colaboración de su Madre, devolvería al género humano su dignidad originaria.

»María, nueva Eva, se convierte así en icono perfecto de la Iglesia. En el designio divino, representa al pie de la cruz a la humanidad redimida que, necesitada de salvación, puede dar una contribución al desarrollo de la obra salvífica».

(…).

« Después de recordar la presencia de María y de las demás mujeres al pie de la Cruz del Señor, San Juan refiere: «Jesús, viendo a su Madre y junto a Ella al discípulo a quien amaba, dice a su Madre: “Mujer, he ahí a tu hijo’” (Jn 19, 26-27).

Estas palabras, particularmente conmovedoras, constituyen una “escena de revelación”; revelan los profundos sentimientos de Cristo en su agonía y entrañan una gran riqueza de significados para la fe y la espiritualidad cristiana. En efecto, el Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su Madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos.

»Esas palabras, interpretadas a veces únicamente como manifestación de la piedad filial de Jesús hacia su Madre, encomendada para el futuro al discípulo predilecto, van mucho más allá de la necesidad contingente de resolver un problema familiar. En efecto, la consideración atenta del texto, confirmada por la interpretación de muchos Padres y por el común sentir eclesial, con esa doble entrega de Jesús, nos sitúa ante uno de los hechos más importantes para comprender el papel de la Virgen en la economía de la salvación.

»Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan que su principal intención no es confiar su Madre a Juan, sino entregar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna. Además, el apelativo “mujer”, que Jesús usa también en las bodas de Caná para llevar a María a una nueva dimensión de su misión de Madre, muestra que las palabras del Salvador no son fruto de un simple sentimiento de afecto filial, sino que quieren situarse en un plano más elevado (…). Asumen su significado más auténtico en el marco de la misión salvífica. Pronunciadas en el momento del sacrificio redentor, esa circunstancia les confiere su valor más alto. En efecto, el evangelista, después de las expresiones de Jesús a su Madre, añade un inciso significativo: “Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido” (Jn 19, 28),como si quisiera subrayar que había culminado su sacrificio al encomendar su Madre a Juan y, en él, a todos los hombres, de los que Ella se convierte en Madre en la obra de la salvación».


San Juan Pablo II (siglo XX). Discursos en la audiencias generales del 2, 9 y 23 de abril de 1997.