María: «No me abandonó»
Atrapado dos días durante el terremoto de Turquía, suplicó a María
Por Cari Filii
Bassel Habkouk, superviviente del terremoto de Turquía.
Cerca de cumplirse un mes del devastador terremoto de Turquía y Siria, las labores de rescate comienzan a concluirse y salen a la luz las catastróficas cifras: con más de 50.000 fallecidos en ambos países, Turquía se ha llevado la peor parte. Según el balance emitido el 11 de febrero, más de 20.000 personas perdieron la vida y más de 80.000 resultaron heridos.
No son pocos los rescates «in extremis» de los que se han hecho eco los medios, calificando algunos de «milagrosos«.
El caso de Bassel Habkouk, un joven católico libanés y padre de dos hijos, fue sin duda uno de estos últimos.
Para Habkouk, el 6 de febrero iba a ser el comienzo de una agradable visita junto a su amigo Elías Al-Haddad. Habían aterrizado hacía escasas horas cuando el terremoto de Turquía de magnitud 7,8 sacudió indiscriminadamente también a su país vecino sirio.
Entre la vida y la muerte
Atrapados entre los escombros, las siguientes 52 horas fueron una auténtica lucha entre la vida y la muerte de los dos amigos.
«Elías me habló y me pidió ayuda, pero yo no podía moverme ni hacer nada por él», relató Habkouk a ACI Mena. Pasadas seis horas, dejó de escuchar su voz.
Atrapado en un pequeño espacio de 2 metros de largo y unos 40 centímetros de ancho, con algo de comida encima y ante el frío del invierno, el libanés y padre de dos hijos se las ingenió para tratar de llamar la atención de los equipos de rescate.
«Encontré un tubo de plástico de aproximadamente un metro de largo y lo usé para golpear los escombros a mi alrededor para que los equipos supieran dónde estaba», relata.
La desesperación aumentó cuando, tras oírle, acudieron los equipos de emergencia pero en lugar de rescatarle a él, salvaron a otra víctima que se encontraba cerca del foco de ruido que logró hacer Habkouk.
Durante cinco horas, los equipos de emergencias estuvieron rescatando a otros heridos y atrapados que estaban cerca del libanés y se marcharon, sin ser conscientes de que seguía bajo los escombros: así empezó un nuevo espacio de tiempo de agonía y soledad para Habkouk. O eso creía.
«María no me abandonó»
En el momento en que los escombros cayeron sobre los dos amigos, el libanés no pudo evitar proferir un grito instintivo: «¡María!».
Durante los siguientes segundos, Habkouk repitió con insistencia su nombre y cuando cesó la sacudida comenzó a rezar insistentemente el rosario rodeado de piedras y hierro.
«Dios me protegió y la Virgen María no me abandonó«, dijo, convencido en que la oración le daría la fuerza para resistir la desesperación y fe en que sería rescatado.
Cincuenta y dos horas después -más de dos días completos- Habkouk vio la luz cuando se aproximaron hacia él los equipos de seguridad turcos. Eran las 7 de la mañana del 8 de febrero.
Aquella no fue la primera vez que acudía a la intercesión de la Virgen.
Una infancia educado en la devoción a María
«Desde niño me criaron en las tradiciones y costumbres de mi pueblo, Magdouché. Allí me enseñaron la importancia de las fiestas católicas, creo en el Señor y he buscado la intercesión de Su madre, la Virgen María, a lo largo de mi vida«, explicó.
En Magdouché, a 50 kilómetros al sur de la capital de Líbano, no es raro ver a sus habitantes haciendo la señal de la cruz cada vez que salen de la localidad. Mientras pronuncian una jaculatoria, «en ti ponemos nuestra esperanza, oh Madre de Dios«.
«Y así continúan adelante, confiados en el Señor por la intercesión de la Virgen María y agradeciendo su cuidado, especialmente en los viajes más difíciles», explicó.
Pero fue su madre, sobre todo, la que se encargó con su ejemplo de fomentar en Habdouk la fe en Dios y la devoción por María y los santos. Cada mañana recuerda cómo iba al santuario de Nuestra Señora de Mantara a pedir la intercesión de la Virgen y la protección de sus hijos.
Bassel Habkouk es recibido por su pueblo natal en el Líbano después de sobrevivir al terremoto de Turquía.
Sano y salvo gracias a la Virgen
«Cuando empezó el devastador terremoto de Turquía, ella le prometió a la Virgen María que si su hijo regresaba sano y salvo de Turquía, bajaría descalza desde el pueblo hasta el santuario de Nuestra Señora de Mantara y entraría conmigo en la cueva donde se erige el monumento.
«Al regresar a casa, ella cumplió su promesa», mencionó.
El joven libanés no puede describir con palabras la felicidad que le invadió al volver a su hogar, a salvo, junto a su familia, ante una recepción de multitudes y el atronador repique de campanas.
«La alegría de la gente de Magdouché era indescriptible. Estoy muy agradecido por el amor de todos los que me recibieron», concluye.