No andeis preocupados…

No andeis preocupados…

31 de enero de 2024 0 Por Gospa Chile

Esclavitud de Amor a María Santísima Reina de la Paz. Día 9


DESPRECIANDO EL MUNDO ES DULCE
SERVIR A DIOS


Veni Creator Spíritus

Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.
Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.
Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre;
Tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.
Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.
Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también;
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos. Amén.



Lucas 12, 22-24

«Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!»


Mensaje, 25 de mayo de 1988

“¡Queridos hijos! Los invito al abandono total a Dios. Oren, queridos hijos, para que Satanás no los someta a la criba, cual semillas al viento. Sean fuertes en Dios. Deseo que a través de ustedes el mundo conozca al Dios del gozo. No estén angustiados ni preocupados. Dios los ayudará y les mostrará el camino. Yo deseo que ustedes amen con mi amor a todos: a buenos y a malos. Sólo así, el amor podrá reinar en el mundo. Hijitos, ustedes son míos: Yo los amo y deseo que se abandonen a Mí para que Yo pueda conducirlos a Dios. Oren sin cesar para que Satanás no pueda ganar ventaja sobre ustedes y para que sepa que son míos. Los bendigo con mi bendición de gozo. Gracias por haber respondido a mi llamado!”


“Creo que no estaremos condenando a nadie, si decimos que nadie puede asegurar: “Mi amor es irreprochable. Mi deseo de hacer la paz y buscar la reconciliación es tan Perfecto, que siempre podré responder afirmativamente a la pregunta: ¿has amado a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo?”

Si reparamos bien en esta pregunta, nos daremos cuenta que no se trata de descubrir el pecado en cada momento, sino que, en todo caso, debemos empeñarnos por buscar siempre una ocasión para hacer el bien.” (Padre Slavko Barbaric “Dame tu corazón herido”)

“Hermano mío, tú que eres imagen viviente de Dios (Gn 1, 26) y has sido rescatado con la sangre preciosa de Jesucristo (1Pe 1, 19), Dios quiere que te hagas santo como El (Mt. 5, 48) en esta vida y que participes de su gloria por toda la eternidad. Tu verdadera vocación consiste en adquirir la santidad de Dios. A ello debes orientar todos tus pensamientos, palabras y acciones, tus sufrimientos y todas las aspiraciones de tu vida.” (Secreto de María 3)



Ave Maris Stella

Salve Estrella del mar, Santa Madre de Dios
y siempre Virgen, feliz Puerta del cielo.
Tú que has recibido el saludo de Gabriel,
y has cambiado el nombre de Eva,
establécenos en la paz.
Rompe las ataduras de los pecadores,
da luz a los ciegos, aleja de nosotros los males
y alcánzanos todos los bienes.
Muestra que eres Madre: reciba nuestras súplicas
por medio de Ti, Aquél que, naciendo por nosotros,
aceptó ser Hijo tuyo.
¡Oh, Virgen incomparable! ¡Amable como ninguna!
Haz que, libres de nuestras culpas,
permanezcamos humildes y castos.
Danos una vida limpia,
prepáranos un camino seguro; para que,
viendo a Jesús, nos alegremos eternamente contigo.
Demos alabanza a Dios Padre,
gloria a Cristo Soberano y también al Santo Espíritu,
a los Tres un mismo honor. Amén.



“El santo es precisamente aquel hombre, aquella mujer que, respondiendo con alegría y generosidad a la llamada de Cristo, lo deja todo por seguirlo. Como Pedro y los demás Apóstoles, como santa Teresa de Jesús, a la que hoy recordamos, y como otros innumerables amigos de Dios, también los nuevos santos recorrieron este itinerario evangélico, que es exigente pero colma el corazón, y recibieron «cien veces más» ya en la vida terrena, juntamente con pruebas y persecuciones, y después la vida eterna.

Por tanto, Jesús puede en verdad garantizar una existencia feliz y la vida eterna, pero por un camino diverso del que imaginaba el joven rico, es decir, no mediante una obra buena, un servicio legal, sino con la elección del reino de Dios como «perla preciosa» por la cual vale la pena vender todo lo que se posee (cf. Mt 13,45-46). El joven rico no logra dar este paso. A pesar de haber sido alcanzado por la mirada llena de amor de Jesús (cf. Mc 10,21), su corazón no logró desapegarse de los numerosos bienes que poseía.

Por eso Jesús da esta enseñanza a los discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el reino de Dios!» (Mc 10,23). Las riquezas terrenas ocupan y preocupan la mente y el corazón. Jesús no dice que sean malas, sino que alejan de Dios si, por decirlo así, no se «invierten» en el reino de los cielos, es decir, si no se emplean para ayudar a los pobres.

Comprender esto es fruto de la sabiduría de la que habla la primera lectura. Esta sabiduría ?nos dice? es más valiosa que la plata y el oro, aún más que la belleza, la salud y la luz misma, «porque su resplandor no tiene ocaso» (Sg 7,10). Obviamente, esta sabiduría no se reduce únicamente a la dimensión intelectual. Es mucho más; es «sabiduría del corazón», como la llama el salmo 89. Es un don que viene de lo alto (cf. Jc 3,17), de Dios, y se obtiene con la oración (cf. Sg 7,7).

En efecto, esta sabiduría no ha permanecido lejos del hombre, se ha acercado a su corazón (cf. Dt 30,14), tomando forma en la ley de la primera alianza sellada entre Dios e Israel a través de Moisés. El Decálogo contiene la sabiduría de Dios. Por eso Jesús afirma en el Evangelio que para «entrar en la vida» es necesario cumplir los mandamientos (cf. Mc 10,19). Es necesario, pero no suficiente, pues, como dice san Pablo, la salvación no viene de la ley, sino de la gracia. Y san Juan recuerda que la ley la dio Moisés, mientras que la gracia y la verdad han venido por medio de Jesucristo (cf. Jn 1,17).

Por tanto, para alcanzar la salvación es preciso abrirse en la fe a la gracia de Cristo, el cual, sin embargo, pone una condición exigente a quien se dirige a él: «Ven y sígueme» (Mc 10,21). Los santos han tenido la humildad y la valentía de responderle «sí», y han renunciado a todo para ser sus amigos. Eso es lo que hicieron los cuatro nuevos santos, a quienes hoy veneramos particularmente.

En ellos encontramos actualizada la experiencia de Pedro: «Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido» (Mc 10,28). Su único tesoro está en el cielo: es Dios.” (Benedicto XVI, 15 de Octubre del 2006)


Magnificat

Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.



Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

12-¿Cuál fue la profesión de san José?

El evangelio nos enseña que San José fue artesano, más no nos dice su género de trabajo; debemos buscar por consiguiente buscar el auxilio de la tradición para dirigirnos en nuestras indagaciones. Algunos autores graves, como el venerable Beda y san Anselmo piensan que san José trabajaba en hierro.
“Que hubiese conocido el arte de fraguar, dice san Ambrosio, esto no cabe duda”. Luego podemos presumir que todos los trabajadores de este género de oficio, que fueron necesarios para su casa, salieron de sus manos, y que el los fundió en alguna fragua de las cercanías. Aunque esto parece probable, no era, sin embargo el verdadero oficio del santo patriarca. San Justino, que fue muy cercano de las primitivas tradiciones, refiere que san José fabricaba yugos y arados; la opinión generalmente recibida es la de atribuir a san José el oficio de carpintero. Hizo muebles de la casa, el pobre tablado donde María tomaba algunas horas de descanso y mas tarde la cuna que debió servir al divino infante.


Aquí se rezan Credo, 7 Padre Nuestros, Ave Marías y Gloria en honor de los dolores y gozos de la Reina de la Paz y del Señor San José.


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.


Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)


ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.