Novena María Reina: «Reina de todos los Santos»
«Reina de todos los Santos»
«Sin santidad, ustedes no pueden vivir.» (Mensaje, 10 de julio de 1986)
Ut adveniat regnum tuum, adveniat regnum Mariæ!
¡Para que venga a nosotros tu reino, venga el reino de María!
San Juan 2, 1-11
«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.» Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.»
«María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles y de todos los hombres, por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen es venerada con el título de «Madre de Dios», a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades [192]. Por este motivo, principalmente a partir del Concilio de Efeso, ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios hacia María en veneración y en amor, en la invocación e imitación, de acuerdo con sus proféticas palabras: «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso» (Lc 1, 48-49). Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia., a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, y lo favorece eficazmente, ya que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los limites de la doctrina sana y ortodoxa, de acuerdo con las condiciones de tiempos y lugares y teniendo en cuenta el temperamento y manera de ser de los fieles, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas (cf. Col 1, 15-16) y en el que plugo al Padre eterno «que habitase toda la plenitud» (Col 1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos.»
(LUMEN GENTIUM III, 66)
Mensaje, 10 de julio de 1986
“¡Queridos hijos! Hoy los invito a la santidad. Sin santidad, ustedes no pueden vivir. Por eso, con el amor, triunfen sobre cualquier pecado y , con el amor, superen todas las dificultades que se les presenten. Queridos hijos. les ruego vivir el amor en sus corazones. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”
«Él es el Señor, nadie más. SÓLO Él puede llenar nuestro corazón, SÓLO Él puede llevarnos a la luz, el camino, la verdad y la vida así como satisfacer todo lo que nuestro corazón anhela. Ahora es tiempo de preguntarnos: «¿Quién ocupa el primer lugar en mi corazón?» Si no tengo tiempo para orar, ni para la Santa Misa, ni para la Adoración y si no anhelo profundamente encontrar el amor de Dios en los Santos Sacramentos que Él nos ha dado, no puedo decir que Dios ocupa el primer lugar en mi vida. Si ponemos a Dios en primer lugar en nuestra vida, también comenzaremos a ponernos nosotros mismos, todas las cosas materiales, todas las ideologías que excluyen a Dios, todas las distracciones mundanas y todo lo demás en nuestra vida en el lugar correcto. Dondequiera que Dios ha perdido el primer lugar, no hay luz, ni amor, ni fe, ni confianza sino más bien oscuridad, desconfianza y egoísmo; y por eso hay tanto desorden hoy y tantos problemas en la vida de los individuos, de las familias, de la Iglesia y también en el mundo entero. Para salvarnos, para sobrevivir, debemos poner a Dios en primer lugar y comenzar realmente a abrirle a Él nuestro corazón. ENTONCES resucitaremos y Jesús Resucitado, Emmanuel — Dios con nosotros — estará realmente con nosotros. ENTONCES también nosotros experimentaremos como los dos Apóstoles de Emaús — como Aquel que está con nosotros, que nos explica la vida y el sufrimiento, que calienta nuestros corazones y podremos decir como ellos: «¿No ardían nuestros corazones cuando Él nos explicaba las Escrituras?» (Padre Slavko Barbaric, Marzo 29, 1999)
Oración a María Reina
(Imprimatur concedido por el Papa San Pio X el 8 de junio de 1908)
Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Angeles, a Ti que has recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás, pedimos humildemente que envíes legiones celestiales para que, bajo Tus ordenes, persigan a los demonios, los combatan por todas partes, repriman su audacia y los precipiten en los abismos.
¿Quien como Dios?
!Oh buena y tierna Madre, siempre serás nuestro amor y nuestra esperanza!
!Oh Divina Madre, envia a los Santos Ángeles para defenderme, y aleja de mi al cruel enemigo!
Santos Ángeles y Arcángeles defendednos y guardadnos.
Amén.
Letanía Reina de todos los Santos:
María, Nuestra Madre, es modelo de todas las virtudes y en ellos se reflejaron los santos para caminar por la vida. Su humildad, su entrega, su ternura, su generosidad, su amor, su actitud servicial, su desapego a lo material y su profundidad interior son elementos de seguimiento a María y así lo hicieron tantos santos que nos han precedido. María siempre está disponible y con el auxilio de María son muchos los hombres y mujeres que han moldeado su carácter, han cambiado sus malos hábitos, han arraigado su fe, han encauzado su vida, han afianzado su vocación, han llegado al grado de perfección… y hoy disfrutaban de su compañía en el cielo.
Pero, sobre todo, María es Reina de todos los santos porque es la Madre de Dios, por es la más bendita entre todas las mujeres, porque manifestó sin resistencia alguna el sí a Dios, porque aceptó el hágase en su vida, por aceptó colaborar en la obra de la Redención, porque es la Madre de la Iglesia de la que formamos parte, porque acogió a la humanidad entera a los pies de la cruz… y como nada quiso darnos Dios que no pasara por las manos de su Madre, simplemente siguiendo sus virtudes y acudiendo a ella podemos aspirar a ser santos.
¡María, Reina de todos los Santos, acudo hoy a ti para que mi vida espiritual y humana esté jalonada por el amor al Hijo, imitando sus virtudes y las tuyas, para aspirar a la santidad! ¡María, Reina de todos los Santos, enséñame cada día a decir que Sí a Dios! ¡María, Reina de todos los Santos, muéstrame el camino para que se haga en mi según Su Palabra! ¡María, Reina de todos los Santos, que eres el júbilo de todos los Santos, muéstrame el camino de la santidad! ¡María, Reina de todos los Santos, tan unida a Cristo, tómame de la mano para ir cada día a su encuentro! ¡María, Reina de todos los Santos, que pariste a Jesús como Rey, hazme un servidor fecundo suyo, intercede por mi ante Él! ¡María, Reina de todos los Santos, sé mi Reina porque aspiro a servirte siempre; recíbeme en tu inmaculado corazón! ¡María, Reina de todos los Santos, en ti pongo todas las esperanzas y mi salvación; ayúdame a caminar haciendo siempre el bien, cumpliendo las enseñanzas de tu Hijo! ¡María, Reina de todos los Santos, acuérdate de todas las almas que están en el purgatorio para que en algún momento tenga la dicha de disfrutar del gozo de ver a Dios!
Oremos con el Padre Slavko:
«Dios, Padre Nuestro, Dios de la Vida, Dios de la Paz, Dios del Amor y Dios de la Alegría, en nombre de Tu Hijo Jesús, junto con María, Te pedimos que nos libres de toda tristeza que proviene del pecado y de las heridas del pecado, y que llenes nuestros corazones con Tu alegría. Danos una profunda humildad para que estemos dispuestos a aceptar y vivir Tu voluntad para que la victoria que María ha experimentado en Su Inmaculado Corazón también tenga lugar en nuestros corazones. Danos, Oh Padre, la fuerza de convertirnos en hombres de paz, de amor, de justicia, de misericordia y así poder ser testigos de Tu Victoria en este mundo. En nombre de Tu Hijo Jesús, renunciamos a todo pecado, a Satanás y a todas sus obras, y queremos formar nuestras vidas aquí en la tierra con María, Tu más Humilde Sierva. Te pedimos, oh Padre, por todos aquellos que aún tienen sus corazones cerrados para Ti, debido a la tristeza, al temor , a sentimientos negativos, al odio, envidia, dependencias o están heridos y por lo tanto no pueden seguir el camino de María hacia Ti. Te pedimos que bendigas a todas las personas con las que nos encontramos para que podamos ayudarlas a seguir el camino de la victoria que María ha mencionado en este mensaje. Danos el amor y la fuerza para poder hacer todo por amor a Ti y Tu Reino. Haznos capaces de convertirnos en Tus testigos en nuestras familias, en nuestras parroquias, en la Iglesia y en el mundo para que estemos dispuestos a dar testimonio de Tu amor como hijos Tuyos. María, gracias por la alegría que compartís con nosotros. Te damos gracias por la victoria que Tu Corazón Inmaculado alcanzó por nosotros y ayúdanos, con Tu intercesión y con Tu bendición maternal a ser verdaderamente hijos Tuyos y y buenos alumnos en esta escuela de amor, para que todos podamos ser una bendición para el mundo. Junto con María, Te pedimos Jesús que nos ayudes a nosotros y al mundo entero. Ayúdanos a liberarnos de todo pecado y de todo mal, para que así, igual que María, podamos decidirnos completamente por Dios. Que así sea. Amén.»
(Fray Slavko Barbaric, Medjugorje; 26 de agosto 2000)
Oración Final
Dios todopoderoso, que nos has dado como Madre y como Reina a la Madre de tu Unigénito, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.
Reina dignísima del mundo, María Virgen perpetua, intercede por nuestra paz y salud, tú que engendraste a Cristo Señor, Salvador de todos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.