Oración, ayuno y conversión

Oración, ayuno y conversión

6 de febrero de 2024 0 Por Gospa Chile

Por medio del ayuno y la oración, nuestra alma alcanza la libertad para crecer en la paz, el amor, la fe y la confianza.

Comentario del Padre Slavko Barbaric


Mensaje, 25 de marzo de 1998

“¡Queridos hijos! También hoy los llamo al ayuno y a la renuncia. Hijitos, renuncien a lo que les impide estar cerca de Jesús. De manera especial los llamo: Oren, ya que únicamente con la oración podrán vencer vuestra voluntad y descubrir la voluntad de Dios aun en las cosas más pequeñas. Con vuestra vida cotidiana, hijitos, ustedes llegarán a ser ejemplo y testimoniarán si viven para Jesús o en contra de El y de Su voluntad. Hijitos, deseo que lleguen a ser apóstoles del amor. Amando, hijitos, se reconocerá que son míos. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


Había tres puntos fundamentales en el mensaje — el llamado al ayuno y la renuncia, el llamado a orar y a que, en la oración, seamos capaces de vencer nuestra propia voluntad a fin de descubrir la voluntad de Dios, y finalmente que lleguemos a ser apóstoles del amor. El ayuno es muy importante y esto no podemos olvidarlo. Debemos decidirnos a ayunar. En el mensaje de Medjugorje, podría decirse también que se trata de «una vida de pan». El ayuno es bueno para el cuerpo, el alma y la mente.

Por medio del ayuno y la oración, nuestra alma alcanza la libertad para crecer en la paz, el amor, la fe y la confianza. Cuando oramos y ayunamos, nos volvemos más fuertes mentalmente. Es igualmente importante ser conscientes también de que Jesús dijo que cierta clase de demonios: «no sale sino a fuerza de oración y de ayuno». María sabe lo que es bueno para nosotros. Por tanto, aún cuando no es necesariamente confortable, debemos decidirnos a escucharla. Cuando oramos y ayunamos también vencemos nuestra propia voluntad y descubrimos así la Voluntad de Dios, que es el bien para nosotros. Pero a menudo tenemos miedo y desconfiamos de Dios y la razón de este miedo y desconfianza proviene sólo de nuestro egoísmo, autosuficiencia y orgullo. Cuántas veces hemos sentido miedo y desconfianza de Dios — no porque hubiera en Él una razón, sino sólo porque nuestro egoísmo es la norma de nuestro criterio. De igual modo, muchas veces hemos murmurado de otras personas simplemente por nuestra soberbia y orgullo. Frecuentemente, cuando decimos ‘ése no es bueno’ o ‘aquél es malo’, no es porque dicha persona sea así en realidad, sino más bien por el criterio que nos hemos fijado por nuestra soberbia y orgullo. En esto debemos realmente ser cuidadosos y pedir a Dios que nos libere de nuestra soberbia y orgullo y que libremente podamos reconocer Su voluntad. Esta es que todos estemos en paz, que tengamos buenas relaciones con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Sólo de este modo el hombre será capaz de vivir en paz. Nuestra propia voluntad a menudo nos lleva a un desequilibrio. Dios quiere que vivamos en este mundo en la paz verdadera. Si aceptamos la voluntad de Dios, seremos apóstoles del amor. Espero, por tanto, que durante este tiempo –de Pascua a Pentecostés– oremos realmente para poder vencer nuestra propia voluntad y para que, en todas las cosas, cooperemos con la voluntad de Dios.

La oración es el medio por el cual nos abrimos a Dios. ¿Cuántas veces se nos planea la pregunta, para qué debo abrirme a Dios? Aquí, de nuevo encontramos la respuesta y ésta significa seguramente que, primero que nada, hay que decidirse a hacerlo. No se trata de un juicio, pero la mayoría de los cristianos católicos oran demasiado poco. Una oración breve y rápida no es ciertamente el medio para que el corazón se abra al Señor. De ahí que para hacer el tipo de oración que María pide de nosotros, primero tengamos que decidirnos a hacerla, luego tomarnos el tiempo y orar personalmente con el corazón, pero orar también en las familias y en los grupos de oración. Mientras más llena de estrés y más ocupada sea nuestra vida, tanto más necesitamos de paz y tranquilidad. Aquí quisiera yo subrayar que debemos ir más frecuentemente a hacer adoración al Santísimo Sacramento. Estar simplemente en la iglesia y delante del Santo de los Santos en silencio, estar ante Dios–ESE es el propósito de la oración. No que hagamos algo de carrera y tan solo por unos momentos, o que lo hagamos porque lo percibimos como una obligación, sino que a través de la oración estemos realmente frente a Dios y con Dios. Una de las más bellas definiciones de la oración es: «Pasar amorosamente el tiempo delante de Dios». Por tanto, cuando María nos invita a abrirnos a Dios en la oración, debemos preguntarnos una vez más qué es lo que nos cierra a Dios o qué es lo que nos distrae de hacer oración. Seguramente, cada uno podremos encontrar muchas respuestas y nunca llegará a sucedernos que hayamos avanzado tanto en la oración que ya nada pueda distraernos. Con todo, simplemente tenemos que buscar la oportunidad para orar y aplicarnos en ir a la Misa, en leer la Sagrada Escritura, en ir a la Adoración, en rezar el Rosario y simplemente encontrar el tiempo para estar con Dios.

La oración de la que habla María aquí es como una flor que se abre al sol. A la flor y al sol les basta con entrar en contacto una con otro. Todo lo demás en ese contacto sucede por sí mismo. El crecimiento se vuelve entonces posible. Así ocurre también con nuestra oración y entre nosotros y Dios. Evidentemente, muchos corazones hoy en día están cerrados. Mucha gente vive con miedo, desconfianza y más y más personas afirman que no le encuentran sentido a la vida. Todo eso es consecuencia de una relación superficial con Dios. María nos dice…

Pero debemos tener un corazón abierto para poder recibir este don. Conversión significa luchar contra el pecado en nosotros y alrededor de nosotros, y en esta lucha, apartarnos del mundo y convertirnos a Dios. Tristemente, esto puede hacer también que la gente se aparte. Las personas a menudo pueden estar tan volcadas al mundo y a otros que llegan a sentir miedo de convertirse. Lo peor que una persona puede hacerse a sí misma es rechazar la gracia de la conversión y dejarse esclavizar por el mundo al grado de que nunca llegue a experimentar la libertad de los hijos de Dios. Por eso entendemos que en muchos mensajes y, particularmente en los primeros, María nos pida orar para que la gente que venga a Medjugorje se convierta. Primero dijo a la Parroquia que se convirtiera, para que también los demás fueran capaces de convertirse también. Hemos visto y sabemos que esto implica un proceso. Implica un crecimiento. No nos toca a nosotros juzgar quién se ha convertido o no, sino sólo orar para que nuestro propio corazón esté dispuesto a abrirse para recibir esta gran gracia y también los demás. Pero a menudo, la gente se convierte sólo cuando se da cuenta de que ella sola, por sí misma es incapaces de seguir adelante. Por tanto, nuestros problemas, sufrimientos, conflictos y carencias pueden de hecho ayudarnos a entender que, por nosotros mismos, somos incapaces de lograr nada. En esto podemos realmente encontrar la esperanza y será una resurrección para todos nosotros. Nunca debemos perder la esperanza, aún cuando no tengamos éxito, sino más bien comenzar de nuevo cada día confiando en Dios y comenzar otra vez dando pequeños pasos. Por eso es tan importante saber que María está con nosotros. Al final de este mensaje, Ella nos hace conscientes de que…

La gracia que Dios quiere darnos es importante. Y de nuevo, la gente puede cerrarse a esta gracia o bloquearla. Es tan triste que las personas a menudo no lo entiendan. En un mensaje, María dijo que estamos construyendo un mundo sin Dios y esto significa que el hombre está una vez más en peligro de querer construir para sí mismo, para su familia y el mundo una Torre de Babel, sin Dios, dependiendo únicamente de sus propias fuerzas, de su propio conocimiento y su propia tecnología. Ciertamente es importante que le hombre trabaje y Dios le ha dado muchas, pero muchísimas posibilidades en lo material. El hombre sólo tiene que descubrirlas y participar de ellas con amor y humildad. Pero comete un gran error cuando, a causa de sus avances tecnológicos, se deja distraer de Dios y quiere independizarse de Él. Por eso estamos en peligro de no entender más lo importante que es la gracia en realidad. Pero seguramente vamos a orar por esta intención y además…

… dice María al final del mensaje. Dios siempre está cerca del hombre, pero el hombre puede cerrarse a Dios, puede distraerse de Dios y puede alejarse de Dios. Pero si aceptamos la gracia de la conversión, emprendemos al mismo tiempo el camino que nos acerca más a Él. Dios está cerca de nosotros con Su palabra, en la Eucaristía, en la naturaleza entera, pero muy especialmente está cerca de nosotros en otras personas. En lo que concierne a la proximidad de Dios, a menudo somos como aquellos que cuando tienen sus ojos cerrados se quejan de que no hay luz ni colores. Así que debemos salir de nosotros mismos, vencernos y finalmente saltar nuestros propios muros. Entonces experimentaremos a Dios en todas partes, ¡porque EL ESTÁ en todas partes! Lo más hermoso que puede pasar a cualquiera es poder estar continuamente en la presencia de Dios y Dios en él — cuando trabaja, cuando descansa, cuando está a solas o con los amigos y que Dios esté siempre en su corazón. Que cada uno de nosotros tengamos a Dios en nosotros, Su luz y Su amor en todo lo que decidamos, en todo lo que hagamos y digamos.

Dios, Padre nuestro, Te damos gracias por enviarnos a María, quien desea conducirnos a Ti. Con Ella Te pedimos, danos la gracia de que nuestro corazón se abra a Ti en la oración. Danos la gracia de que nuestra oración se convierta en un amoroso pasar el tiempo delante de Ti, que nuestro corazón y nuestra alma lleguen a gustar de estar delante de Ti como una flor ante los rayos del sol. Padre, envía el calor y el amor de Tu Espíritu a nuestro corazón y al corazón de todos los demás, para que el hielo pueda derretirse y su frío desaparezca. Que Tu amor y Tu calor vengan a nosotros, a todos los hombres y desde todos nosotros regrese a Ti. Libéranos, oh Padre, de cualquier temor y desconfianza para que estemos dispuestos a aceptar la gracia de la conversión. Perdónanos por no haber reconocido la importancia de la gracia en estos tiempos y porque muchas veces Te hemos experimentado como un Dios distante. Abre nuestros ojos y nuestros corazones para que podamos reconocerte en Tu palabra y en la Eucaristía, que podamos reconocerte en la naturaleza y de modo especial en todos los seres humanos con quienes entremos en contacto. Especialmente, abre nuestro corazón a los más pequeños, a los pobres y a los enfermos, porque en ellos Te encontramos más fácilmente. Bendice nuestras familias y a la Iglesia entera. Envía a Tu Espíritu, por intercesión de María, y renueva y refresca al mundo entero. Te damos gracias por ser nuestro Padre, porque Tú deseas concedernos en este tiempo la gracia de ser leales a Ti para que podamos ser testigos de Tu amor, por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Fray Slavko , Medjugorje,

Medjugorje, Abril 28 de 1998