¿Por qué no tenemos paz?

¿Por qué no tenemos paz?

30 de abril de 2024 0 Por Padre Patricio

Dios lo hizo todo para que podamos tener paz

HOY… USTEDES NO TIENEN PAZ PERO LA ANSIAN

OREN, OREN, OREN, PORQUE, SIN ORACION, USTEDES NO TIENEN GOZO, NI PAZ, NI FUTURO…


Mensaje, 25 de diciembre de 1998

“¡Queridos hijos! En esta alegría navideña deseo bendecirlos con mi bendición. De manera especial, hijitos, les doy la bendición del Niño Jesús. Que El los llene de su paz. Hijitos, hoy no tienen paz, y la ansían. Por eso, en este día, con mi Hijo Jesús los invito: Oren, oren, oren, ya que sin oración no tienen ni alegría, ni paz, ni futuro. Ansíen la paz y búsquenla, porque Dios es la verdadera paz. Gracias por haber respondido a mi llamado!


¿Por qué no tenemos paz? Dios lo hizo todo para que podamos tener paz y Jesús vino a nosotros como la paz y nos bendijo con Su paz, porque nos perdona y nos ama. Así pues, si no tenemos esta paz es sólo porque no nos abrimos a ella y porque con mucha facilidad la buscamos por caminos equivocados. Podemos decir que justamente porque queremos esa paz sin dificultades, escuchamos a los falsos profetas. No existe una paz fácil. La paz sólo viene cuando realmente nos empeñamos en ser buenos y comenzamos a luchar contra todo orgullo, envidia y cualquier dependencia. Todas esas cosas siguen siendo frutos terribles de la maldición que pesa sobre nosotros, pero el profundo anhelo de la paz auténtica no puede acallarse; tampoco podemos ser engañados con una paz falsa porque la angustia prevalece y eventualmente actuamos empujados por ella. Quien se sumerge en las drogas, en el alcohol, en un estilo inmoral de vida, en la mentira, en la obsesión de acumular más y más del mundo material que lo rodea, nunca encontrará la paz verdadera, porque nuestra alma simplemente no se deja engañar. Por eso, en un sentido más profundo, el hombre siempre sigue anhelando la paz verdadera y esto se aplica a cualquier ser humano y al mundo entero. Hemos conocido aquí a muchas personas que habían hecho lo imposible por adquirir la paz, lo cual, no obstante, sólo les trajo desaliento y soledad. Pero finalmente pudieron abrirse a la verdadera paz y, en ese sentido, Dios las bendijo en Medjugorje, porque viniendo aquí se convirtieron. Todo el proceso de la conversión se inicia con la Confesión, cuando el sacerdote, en nombre de Dios, pronuncia las palabras de la absolución y la persona es liberada de la maldición del pecado y el corazón se abre al gozo y la paz. María insiste con ese triple «oren, oren, oren» y luego nos dice lo que ocurre si no oramos.

Nadie quiere verse privado del gozo, la paz ni de un futuro. El miedo que persiste en el hombre es simplemente porque le hace falta este gozo, porque no puede encontrar la paz y porque no cree en el futuro. ¿De ese modo, cómo puede tener fe? ¿Cómo puede tener gozo y confianza en el futuro, si sigue cargando con la maldición del pecado y sus consecuencias? Podemos decir entonces que, en este mensaje, la oración es un encuentro con Dios y el tiempo en que permanecemos con El, que nos dejamos bendecir por El y ser liberados de la maldición del pecado. Cuando hacemos esto, el gozo y la paz vienen inmediatamente a nosotros e inmediatamente también tenemos un futuro. Los efectos del pecado son en realidad nuestra propia destrucción, la destrucción de los demás y de la Iglesia así como de la naturaleza. Con todo, la bendición es más poderosa, la luz es más poderosa y el amor es más poderoso porque el anhelo de paz en el hombre siempre subsiste, el alma no puede ser engañada y ésta es, también, nuestra esperanza.


ANSIEN LA PAZ Y BUSQUENLA, PORQUE DIOS ES LA PAZ VERDADERA

El hombre siempre anhelará la paz verdadera y eventualmente también encontrará a Dios. Cada vez que ayudamos a alguien en su camino a encontrar a Dios, nos convertimos en una bendición para él o para ella. En este mensaje, con estos pensamientos, iniciamos también este Nuevo Año — el Nuevo Año que ha sido consagrado a Dios Padre. Seguramente, en estos días, hemos expresado muchos buenos deseos y eso es bueno; pero, para ser capaces de bendecir y de ser una bendición para los demás, las palabras no bastan. Para ser capaces de bendecir, realmente se requiere de la persona entera — la palabra, el corazón, la mente y todo lo que hagamos. Todos nuestros deseos podrán realizarse sólo si aceptamos y nos abrimos a esta bendición y nos decidimos, en el sentido de María, a ser una bendición para los demás. Aquí en Medjugorje, estamos en la escuela de María y en este nuevo Año debemos tomar conscientemente la decisión de escucharla, cuánto más tratándose del año del Padre Celestial. Dios Padre nos bendijo porque El nos creó, porque nos ama, porque nos envió a Su Hijo, porque El es misericordioso y porque nos ha liberado de la maldición del pecado. Comportémonos todos, pues, del modo que María desea de nosotros y abrámonos a Dios Padre en el próximo año. Demos lugar a una nueva relación con nosotros mismos, con los demás, con la Iglesia y con la naturaleza entera. Sólo así seremos capaces de vencer todo el mal que hay en el mundo. El pecado es muy activo y muy poderoso también, pero el bien es todavía más poderoso — lo único que tenemos que hacer es trabajar valientemente en su favor. Y por esto los invito a que todos…


OREMOS
Dios, Padre Celestial, hoy Te damos gracias por Tus bendiciones y, al final de este año, Te agradecemos y bendecimos especialmente por todo el bien que nos has dado. Te presentamos cualquier maldición que aún prevalezca en nosotros, todos los pecados y todo lo que es negativo, y Te pedimos que nos liberes a fin de que podamos amarnos a nosotros mismos, a los demás y a la naturaleza entera. Te pedimos, Padre, danos la fortaleza para llegar a ser una bendición para los demás; que los padres y madres de familia sean una bendición para sus hijos y que los hijos sean una bendición para sus padres. Te pedimos por todos los que guían a la Iglesia y al mundo, para que también ellos sean una bendición para aquellos de los que gobiernan. Bendice, oh Padre, a todos los que nosotros hemos maldecido con nuestras palabras, nuestra falta de amor, nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestros celos, nuestra esclavitud a las cosas de este mundo y nuestras relaciones equivocadas. Te pedimos que Tú los cures y los liberes de todos los efectos de nuestras maldiciones, a fin de que podamos encontrarnos unos a otros en el amor y la libertad interior y que por Jesucristo, Tu Hijo, oh Padre Celestial, seamos capaces de construir un mundo nuevo en Tu Espíritu. Te lo pedimos en nombre de Jesús, Tu Hijo, a quien Tú nos enviaste con María, la Reina de la Paz. Amén.

Fray Slavko Bárbaric

Medjugorje, Diciembre 25, 1998