Sor Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado

Sor Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado

6 de mayo de 2024 0 Por Gospa Chile

« Jamás te abandonaré. Mi Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios »


«En Fátima —decía el Papa Francisco el 14 de mayo de 2017—, la Virgen eligió el corazón inocente y la sencillez de los pequeños Francisco, Jacinta y Lucía, como depositarios de su mensaje… Con la canonización de Francisco y Jacinta, he querido proponer a toda la Iglesia su ejemplo de adhesión a Cristo y de testimonio evangélico, y he querido también proponer a toda la Iglesia que cuide a los niños. Su santidad no es consecuencia de las apariciones, sino de la fidelidad y ardor con que respondieron ante el privilegio de ver a la Virgen María. Después del encuentro con la “hermosa Dama” —como la llamaban—, rezaban con frecuencia el Rosario, hacían penitencia y ofrecían sacrificios para que terminara la guerra y para las almas que más necesitaban de la divina misericordia ». Lucía permaneció en la tierra más tiempo que sus dos primos, como la Virgen se lo había anunciado.

El 13 de junio de 1917, en efecto, en el transcurso de la segunda aparición de Nuestra Señora en Fátima, Lucía, la mayor de los tres jóvenes pastores, pide a la celestial visitadora que los lleve con ella al Cielo. « Sí —responde la Virgen—, a Jacinta y a Francisco me los llevaré pronto, pero tú te quedarás aquí algún tiempo. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado. A quien abrace esa devoción, le prometo la salvación. Esas almas serán conservadas por Dios como flores colocadas por mí para adornar su trono ». ¿ Algún tiempo ? Para Lucía serán casi noventa años…

« ¡ Sí, queremos ! »

Lucía es el séptimo descendiente de Antonio y de María Rosa dos Santos, y nace el Jueves Santo 28 de marzo de 1907, en la aldea de Aljustrel, cercana a Fátima, en el centro de Portugal. Recibe el Bautismo el Sábado Santo. María Rosa, mujer de corazón lleno de ternura, educa con firmeza a sus hijos, de manera que, porque los ama mucho, no tolera capricho alguno. En la primavera de 1913, Lucía toma la primera Comunión, sintiéndose invadida por una profunda paz : « ¡ Señor, haz de mí una santa —dice en el fondo de su corazón—, conserva mi corazón siempre puro solamente para ti ! ». La tarea que se le confía consiste en conducir a las ovejas por los pastos ; a partir de 1916, sus primos Francisco y Jacinta se unen a ella. Ese mismo año, por tres veces consecutivas, ven a un ángel que les exhorta a rezar mucho y a hacer sacrificios en reparación de los pecados que ofenden a Dios. El 13 de mayo de 1917, la Santísima Virgen se les aparece en Cova da Iria, un terreno que pertenece a los padres de Lucía : « ¿ Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que quiera enviaros, como acto de reparación de los pecados que le ofenden y como súplica por la conversión de los pecadores ? —Sí, queremos. —Entonces, tendréis que sufrir mucho, pero la gracia de Dios os reconfortará. Rezad el Rosario todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra ».

A partir de ese momento, Lucía empieza a encontrarse con pruebas. A pesar de su promesa de mantener en secreto la aparición, Jacinta no puede callar lo que ha visto. Una vez al corriente del asunto, la familia de Lucía se niega a creer que las apariciones sean de verdad. María Rosa cree que su hija miente y no puede soportarlo. A partir del 13 de junio, numerosos curiosos acuden para interrogar a Lucía : un atrevimiento que importuna a María Rosa. Además, los cultivos de Cova da Iria sufren daños a causa de los peregrinos, de lo que se culpa a Lucía. En cuanto al párroco, le declara que sus visiones bien podrían ser una estratagema del demonio, lo que la sume en una gran turbación.

Desanimada por las contradicciones, Lucía está a punto de abandonarlo todo y de decir que no se trataba más que de una mentira. Comunica a sus primos que ya no irá a los encuentros fijados por la aparición celestial, el 13 de cada mes, pues tiene miedo de que sea el demonio. Sin embargo, el 13 de julio, empujada por una misteriosa fuerza, Lucía pasa a recoger a sus primos para ir a Cova da Iria. La hermosa Dama es fiel a las citas y, por tercera vez, pide que se rece diariamente el Rosario, y, en la medida de lo posible, en familia. Confirma también que hay que ofrecer sacrificios para la conversión de los pecadores, la reparación de los ultrajes hacia el Corazón de Jesús y hacia su Corazón Inmaculado. Después, les confía un secreto en tres partes. Les muestra, mediante la visión del infierno, el terrible destino que espera a los pecadores que no se han arrepentido. A continuación, hace entrega a los hombres de un medio para evitar ese mal irreparable : la devoción a su Corazón Inmaculado. Esa devoción también podrá conseguir la paz entre las naciones. Nuestra Señora indica las dramáticas consecuencias para el mundo si no se siguen sus peticiones : estallará una nueva guerra y se producirán persecuciones procedentes de Rusia, que expandirá sus errores por todo el mundo. En contrapartida, « si se escuchan mis peticiones —afirma la Virgen María—, Rusia se convertirá y habrá paz ».

Freír en aceite

El 13 de agosto, los tres pastorcillos no acuden a la cita. Ante la envergadura de los acontecimientos que suceden en Fátima, el gobierno anticlerical está preocupado ; los niños son conducidos contra su voluntad a Vila Nova de Ourèm, donde el administrador del distrito intenta que confiesen el secreto aportado por la Señora ; incluso llega a amenazarlos con tirarlos en un caldero de aceite hirviendo si no obedecen. A pesar de estar aterrorizados por la amenaza, ellos no hablan. Vencido por su heroica actitud, el administrador los devuelve a sus casas el 15 de agosto. El día 19, la Virgen se les aparece y dice que realizará un milagro en octubre. « Rezad, rezad mucho —dice— y haced sacrificios por los pecadores. Pues son muchas las almas que van al infierno porque no tienen a nadie que se sacrifique y rece por ellas ». Muchos años después, en 1946, le preguntarán a sor Lucía : « ¿ Cuál es la principal petición de Nuestra Señora ? —El sacrificio. —¿ Qué entiende usted por sacrificio ? —Nuestra Señora dijo que entendía por sacrificio el cumplimiento leal del deber de estado diario de cada persona. —Pero, ¿ el Rosario no es importante ? —Sí, pues debemos rezar para obtener las fuerzas que nos hagan capaces de cumplir nuestro deber cotidiano ». En su libro Llamadas del Mensaje de Fátima, precisará : « Son muchos los que, al situar el sentido de la palabra penitencia en las grandes austeridades, al no sentir ni las fuerzas ni la generosidad para ello, se abandonan a una vida de tibieza y de pecado ».

El 13 de octubre, la celestial aparición revela su nombre : Nuestra Señora del Rosario. Pide que se construya una capilla en su honor e insiste de nuevo en el rezo del Rosario. Finalmente, con gran tristeza, añade : « ¡ Que se deje de ofender a Dios Nuestro Señor, que ya es demasiado ofendido ! ». Mientras la aparición sube hasta el cielo, Lucía exclama : « ¡ Mirad el sol ! ». Entonces se produce la señal milagrosa prometida para confirmar la verdad de las apariciones. La abundante lluvia cesa, se disipan las nubes y aparece el sol, de tal modo que todos pueden mirarlo sin deslumbrarse. Por tres veces consecutivas, el astro gira sobre sí mismo, lanzando haces de luz que pintan a las gentes y el paisaje de diversos colores. De súbito, toda la multitud, llena de miedo, se pone a gritar : ¡ parece como si el cielo se desprendiera del firmamento para caer sobre la tierra ! Muchos confiesan entonces en voz alta sus pecados, realizando actos de fe y de contrición. Ese baile del sol fue observado por 70.000 testigos, en un radio de 40 km alrededor de Fátima. Así pues, no puede tratarse de una ilusión colectiva. Al final del prodigio, las gentes constatan que sus ropas, antes empapadas, están perfectamente secas.

« La Virgen, al recordar y al ponernos en guardia contra el riesgo del infierno donde lleva la vida sin Dios —con frecuencia propuesta e impuesta—, vida que profana a Dios en sus criaturas, vino a recordarnos la luz de Dios que mora en nosotros y que nos cobija » —decía el Papa Francisco » (ibíd.). El mensaje de Fátima es, en efecto, el de una Madre preocupada por el bien de cada uno de sus hijos, a quienes recuerda que el mayor de los males del hombre es el pecado que conduce al infierno y provoca las guerras. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que « A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero » (CEC 1488). María nos invita a todos, bajo la protección de su Corazón Inmaculado, a vivir en la luz de Dios y a obtener la paz del mundo.

Sola en adelante

El 4 de abril de 1919, Francisco, aquejado de la gran gripe, deja este mundo ; Jacinta fallece de la misma enfermedad el 20 de febrero de 1920. Así pues, Lucía se halla sola para cumplir la misión que el Cielo le ha confiado. En junio de 1921, conoce a Monseñor da Silva, obispo de Leiria, que se convierte en un padre para ella. A fin de protegerla de los curiosos, el prelado considera necesario enviarla a proseguir sus estudios al colegio de las hermanas de Santa Dorotea, en Vilar, un barrio de Oporto. El 15 de junio, a la edad de catorce años, Lucía abandona definitivamente Fátima. Arrodillada por última vez en Cova da Iria, llora y pide perdón a Nuestra Señora, pues no se siente capaz de ofrecerle el sacrificio de su partida. La Virgen se le aparece entonces y le da ánimos, conforme a su promesa del 13 de junio de 1917 : « Jamás te abandonaré. Mi Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios ». En Oporto, Lucía recibe un nuevo nombre : Maria das Dores (de los Dolores). “Dores”, como la llaman, no tiene derecho a hablar de las apariciones, ni de su pueblo, ni de su familia, lo que es incomprensible para sus compañeras y que le provoca muchas humillaciones. Sin embargo, todo lo soporta en silencio, ofreciendo con amor las espinas que se le presentan y repitiendo la plegaria aprendida de Nuestra Señora : « ¡ Oh, Jesús !, es por amor a ti, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Corazón Inmaculado de María ». Aquí ya no es la famosa vidente de Fátima, sino una alumna cualquiera. No obstante, tiene “un no sé qué” que le confiere superioridad sobre sus compañeras, que hace que la respeten y amen, incluidas las maestras. Está dotada para los estudios, por lo que Dores querría pasar al instituto, pero no le resulta posible hacerlo sin desvelar su identidad. Entonces, se levanta una tempestad en su alma : desea estudiar con el objetivo de transmitir mejor el mensaje confiado por el Cielo, y quiere tomar las riendas de su propia vida. Por eso se desahoga ante el sagrario : « No estés triste —le dice Jesús—, pues no estudiarás, pero yo te daré mi Sabiduría. El mensaje es confiado al cuidado de mi Jerarquía ».

« ¡ Intenta consolarme ! »

El 26 de agosto de 1923, Dores es admitida en las Hijas de María y se consagra por entero a Dios por el voto privado de castidad perpetua. Durante el verano, pasa las vacaciones en el campo, en el entorno de Monseñor da Silva, a quien abre su corazón. En el verano de 1925, María Rosa se reúne con su hija ; Lucía obtiene entonces su permiso para hacerse religiosa. Desde las apariciones, se siente atraída por el Carmelo, pero la persuaden de que carece de salud para ello, y de que haría mejor entrando en las hermanas de Santa Dorotea, dedicadas a la enseñanza. Lucía abandona Oporto el 25 de octubre para dirigirse como postulanta con esas religiosas en Pontevedra, en Galicia (España). Seis semanas después de su llegada, el 10 de diciembre de 1925, la Virgen y el Niño Jesús se le aparecen : « Ten compasión del Corazón de la Santísima Virgen » —dice el Niño Jesús. Nuestra Señora añade : « Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos hunden en él en todo momento por sus blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, intenta consolarme, y transmite que prometo asistir en el momento de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación del alma, a todos los que, durante el primer sábado de cinco meses seguidos, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos, meditando sobre los quince misterios del Rosario, en espíritu de reparación ».

En julio de 1926, Lucía se incorpora al noviciado en Tuy (España), donde recibe el hábito el 2 de octubre, con el nombre de sor María das Dores. A petición de su confesor, pone por escrito su testimonio sobre la práctica de los cinco primeros sábados de mes ; ese texto revela de nuevo la voluntad de Dios de establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. El 3 de octubre de 1928, a pesar de su persistente atracción por la vida enclaustrada, sor Dores profesa sus primeros votos en las hermanas doroteas. Una de sus principales actividades es la ropería, donde sobresale ; de hecho, sabe coser muy bien, haciéndolo todo con gran perfección.

Sor Dores ha obtenido permiso para quedarse sola en la capilla cada jueves, desde las once hasta medianoche. En la noche del 13 de junio de 1929, la capilla se ilumina : en el altar aparece una Cruz de luz que se alza hasta el techo. Bajo el brazo derecho de la Cruz está Nuestra Señora llevando su Corazón Inmaculado en la mano izquierda : « Ha llegado el momento —dice— en que Dios pide al Santo Padre que realice, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado. Promete salvarla mediante ello ». El 29 de mayo de 1930, Nuestro Señor le comunica que hay que pedir al Santo Padre la aprobación de la devoción de los primeros sábados de mes y la consagración de Rusia, que no se ha realizado. Ese mismo año, el 13 de octubre, Monseñor da Silva proclama solemnemente, ante más de 100.000 fieles reunidos en Cova da Iria, el origen divino de las apariciones.

Otro martirio

Sor Dores celebra su profesión perpetua el 3 de octubre de 1934. Poco después la envían a Pontevedra, donde vive los primeros meses de la revolución comunista española, antes de regresar a Tuy. Está dispuesta a aceptar el martirio si Dios quiere concederle esa gracia. « Me reservó —dirá más tarde— otro martirio, que a veces es más difícil : el lento martilleo de la renuncia que crucifica e inmola ». Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, los víveres escasean y las hermanas padecen hambre. Sin embargo, Portugal permanece ajena a los estragos de la guerra, como lo había escrito Lucía al Santo Padre el 2 de diciembre de 1940 : « Nuestro Señor promete, teniendo en cuenta la consagración de la nación que hicieron los obispos portugueses al Corazón Inmaculado de María, una protección especial a nuestro país durante esa guerra, y que esa protección será la prueba de las gracias que concedería a las demás naciones si fuesen igualmente consagradas ». El 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII consagra la Iglesia y el mundo al Corazón Inmaculado de María, mencionando a Rusia de manera alusiva. El 4 de mayo de 1943, sor Dores escribe : Nuestro Señor « promete el pronto final de la guerra, habida cuenta del acto que se ha dignado hacer Su Santidad. Pero como fue incompleto, la conversión de Rusia será para más tarde ». El 25 de marzo de 1984, Juan Pablo II, en unión con todos los obispos del mundo, renovará esa consagración. Sor Lucía escribirá entonces que ese acto se realizó tal como Nuestra Señora había querido.

Entre 1935 y 1941, a petición de Monseñor da Silva, sor Lucía escribe cuatro memorias, donde queda revelado todo sobre Fátima, a excepción de la tercera parte del secreto. En 1943, el prelado desea que ella lo haga constar por escrito. Muy atribulada, la hermana recurre a María, quien, el 2 de enero de 1944, le concede el permiso para escribirlo, precisando que ese texto no podrá ser divulgado antes de 1960. Después de esa fecha, muchas personas pedirán la revelación del tercer secreto, pero sor Lucía dirá : « ¡ Si las gentes vivieran lo más importante, lo que ya se ha dicho… ! Solamente se ocupan de lo que queda por decir, en lugar de lo que se pidió : oración y penitencia ».

En mayo de 1946, sor Dores vuelve a Oporto. El 21, tiene el gozo de hacer una peregrinación a Fátima. Poco después escribe : « Las multitudes corrían detrás de mí buscando lo sobrenatural que no encuentran en el mundo. Así pues, deseo que mis pasos dejen un surco de luz para indicarles mediante la fe el camino del Cielo ». Su deseo de ingresar en el Carmelo se hace cada día más imperioso : « No es que piense encontrar en el Carmelo una vida llena de rosas. No, incluso pienso que si consigo arrancar una, quizás tenga espinas más punzantes… Lo que quiero encontrar en el Carmelo son los muros del claustro que me pongan al abrigo de la oleada desmesuradamente importante de las miradas curiosas e indiscretas, a fin de llevar una vida de recogimiento e intimidad más intensa con el Señor ». En 1947, ella se abre en secreto a Pío XII sobre ese deseo. El Papa ve en ello la voluntad de Dios, concediéndole la autorización de cumplirlo, por lo que ingresa en el Carmelo de Coímbra el Jueves Santo 25 de marzo de 1948, tomando el hábito de carmelita el 13 de mayo. El 31 de mayo de 1949, festividad de María Mediadora de todas las gracias, profesa solemnemente y recibe el nombre de sor María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado. Con los ojos siempre fijos en María, se deja conducir hasta Dios Trinidad de Amor, en una vida de fe que atraviesa momentos de espesas tinieblas.

El gozo de las hermanas

En comunidad, sor María Lucía vice con sencillez, sin llamar la atención. Con su aspecto jovial, su amplia sonrisa y su gran facilidad para los chistes, aporta alegría a las hermanas durante el recreo. Al no querer dar un paso que no lleve la marca del sello de Dios, obedece a sus superioras con gran delicadeza de conciencia. Siempre está disponible, y acepta o abandona cualquier actividad, dependiendo de lo que se le pida. No obstante, en el Carmelo no consigue del todo escapar a las visitas, que le importunan, pues son —afirma— « un trozo de mi cruz, pero también son una parte de la misión que Dios me ha encomendado ; ni siquiera en el Cielo me dejarán en paz, pero allí las recibiré con mayor generosidad, pues ya no habrá peligro de perturbar la unión de mi alma con Dios… ». Más adelante, las personas que deseen hablar con sor Lucía deberán tener autorización de la Santa Sede. No obstante, estará muy ocupada debido a la voluminosa correspondencia, ya que, de todas las partes del mundo, imploran su plegaria para aliviar sufrimientos físicos o morales.

Sor Lucía regresará a Fátima cuando peregrinen allí los Papas Pablo VI y, después, Juan Pablo II. En el año 2000, ante el anuncio de la beatificación de sus primos Francisco y Jacinta, su corazón late con un nuevo ímpetu, de tanto que había deseado ese acontecimiento, preparado gracias a sus testimonios. Sin embargo, su salud empieza a resentirse, hasta el punto de no poder caminar y tener que desplazarse en silla de ruedas ; pero no por ello quedan menoscabados su serenidad y buen humor, aunque confiesa : « Nadie quiere morir joven, pero cuesta mucho ser vieja ». A partir de noviembre de 2004, ya no sale de su celda. El 10 de febrero de 2005, con motivo de un gran sufrimiento, pronuncia sus últimas palabras : « Lo ofrezco por el Santo Padre », entrando después, durante sus últimos días, en un profundo silencio. El día 13 por la mañana recibe la bendición del Papa Juan Pablo II, enviada mediante un fax que ella misma puede leer : « Reverenda sor Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado : Le reafirmo mi unión afectuosa, con especial mención de su persona a Dios que todo lo consuela, para que pueda, con serenidad y resignación, sobrellevar de forma meritoria estos momentos de tribulación, unida a Cristo redentor y dejándose iluminar por su Pascua… ». Por la tarde, en presencia del obispo de Coímbra y de toda la comunidad, sor Lucía se apaga plácidamente, con la mirada puesta en el crucifijo que sostiene su madre priora. El gobierno de Portugal declara un día de luto nacional con motivo de sus exequias, celebradas en la catedral de Coímbra el 15 de febrero, cuyo edificio resulta demasiado pequeño para albergar a la multitud. El cuerpo de sor Lucía es inhumado en el claustro del Carmelo antes de su traslado a Fátima, al año siguiente, el 19 de febrero de 2006. El proceso diocesano para su beatificación se cerró solemnemente el 13 de febrero de 2017.

Siguiendo el ejemplo de sor Lucía, consagrémonos al Corazón Inmaculado de María, a fin de vivir bajo la mirada de nuestra Madre de los Cielos tanto tiempo como el Señor nos lo permita en la tierra.

Dom Antoine Marie osb


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