«Su corazón está lejos de mí» (Mc 7, 6)

«Su corazón está lejos de mí» (Mc 7, 6)

3 de junio de 2024 0 Por Gospa Chile

«Estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos»


Mensaje, 25 de octubre de 1989

“¡Queridos hijos! Hoy también los invito a la oración. Yo siempre los estoy invitando, pero ustedes aún están muy lejos. Por eso, a partir de hoy, decídanse seriamente a dedicarle tiempo a Dios. Yo estoy con ustedes y deseo ensearles a orar con el corazón. En la oración con el corazón ustedes encontrarán a Dios. Por eso, hijitos, oren, oren, oren! Gracias por haber respondido a mi llamado!”


Dice el Padre Slavko:

«Todos hemos tenido la experiencia de que cuando no nos va bien y tenemos problemas, inmediatamente pensamos que Dios no nos escucha, que no nos ayuda y que por lo tanto está lejos e inclusive ausente. Fundamentalmente, debemos estar conscientes de que Dios está cerca de nosotros, tal como dice san Pablo cuando dice que estamos «en Él y nos movemos dentro de Él». Dios siempre está cerca de nosotros, lo que sucede es que nosotros cerramos nuestro corazón a Él y tomamos distancia. En efecto, cada pecado nos aleja de Dios y constituye un obstáculo para que Dios esté en nuestro corazón. Y si cerramos nuestro corazón a Dios, entonces ciertamente no nos irá bien. Los problemas y las dificultades pueden llegar tan lejos, que la persona en su amargura termina apartando a Dios. Pero los problemas y las dificultades también pueden ayudar a la persona a comprender que no puede vivir sin Dios y así probablemente se abra a Dios. Esta es la oportunidad de toda la humanidad. Cuando nosotros, a través de nuestra actitud de vivir sin Dios, llegamos a un camino sin salida, también estamos listos para dar vuelta rápidamente y así convertirnos. Con respecto a la presencia de Dios, si miramos rápidamente la Biblia, podremos ver que Dios está constantemente presente. Cuando Dios se reveló al profeta Moisés, se identificó como el Dios que conoce a Su pueblo, que conoce los sufrimientos de Su pueblo y que también desea salvar a Su pueblo enviándole a Moisés. La presencia de Dios puede percibirse a través de diferentes signos. Alguien una vez contó las veces que en la Biblia de alguna forma u otra dice «no teman, estoy con ustedes», unas 350 veces. El nombre de Jesús es «Emmanuel» que significa «Dios con nosotros», y esto también significa Su presencia. Jesús eternizó Su presencia al tomar el pan en Sus manos y decir «Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes». En muchas oportunidades Jesús dijo a sus Apóstoles, «Estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos». De manera especial, la presencia de Dios se nos promete a través del Espíritu Santo quien nos conducirá y nos introducirá en la verdad que de otra forma no tendríamos. Dios está con nosotros. Pero en la Santa Eucaristía se nos da el principal elemento, por decirlo de alguna manera, de la presencia de Dios. Nuestra vida cambiará completamente cuando hayamos comprendido que Dios está con nosotros bajo la forma de pan. Al comprender la presencia de Dios en nosotros, el primer fruto será liberarnos de todo temor, porque todos los temores que generalmente vienen de la niñez siempre están relacionados con la ausencia de la persona amada. Cuando una persona amada, el padre o la madre, está ausente, se lleva esta herida durante toda la vida y la persona siempre vivirá con temor. El temor se irá cuando la persona amada vuelve, cuando uno siente, ve y escucha este amor tan necesitado. La experiencia principal de muchas personas hoy, es el temor, viven un temor existencial. Este temor es comprensible porque la persona ha estado alejada de Dios y la sanación interior se producirá solamente cuando abrimos nuevamente nuestro corazón a la presencia de Dios entre nosotros. Si investigamos el fenómeno de Medjugorje, es importante destacar que María constantemente nos invita a que asistamos a la Santa Misa y a la Adoración. Es bueno escuchar que muchos grupos de oración han vuelto a practicar la Adoración. Algunos grupos de oración han organizado Adoraciones permanentes, porque sus miembros están dispuestos a estar en presencia de Jesús durante una hora o más cada semana. La salvación del hombre está ligada a ahondar en la presencia de Jesús, y esto es lo que María quiere que hagamos. Por eso Ella dice, «Cuando adoran a mi Hijo, estoy con ustedes» y en otra oportunidad, «enamórense de Jesús en la Santa Eucaristía». Se refiere a la experiencia de tener a Jesús cerca de nosotros, y de esta experiencia de estar cerca de Dios obtendremos la paz y de la paz podrán crecer todas las demás cualidades positivas. En la Confesión también deberíamos tener una experiencia especial de la proximidad de Dios. La persona que se abre al Sacerdote y a Dios y que dice sus pecados y muestra sus heridas experimentará al Dios omnipresente, que perdona, que sana las heridas y que libera al corazón para estar nuevamente en presencia de Dios. Y así haremos todo lo que podemos para aceptar al Dios omnipresente y para permanecer en Él en todo momento». (Fray Slavko Barbaric, Septiembre 28, 1999)

«Dejad que el amor de Dios tome entera y absoluta posesión de un corazón; -dice Santa Teresa de Calcuta– que llegue a ser para este corazón como una segunda naturaleza; que no deje entrar en él nada que le sea contrario; que se afane continuamente a hacer crecer este amor de Dios buscando complacerle en todo y no rehusando nada de lo que le pida; que acepte como venido de la mano de Dios todo lo que le suceda.»

Y continúa la Santa Misionera de Calcuta: «El conocimiento de Dios produce amor y el de sí mismo, humildad. La humildad no es otra cosa que la verdad. “¿Qué tenemos que no hayamos recibido?” nos pregunta San Pablo (1Co 4,7). Si todo lo he recibido, ¿qué bien me pertenece? Si estamos convencidos de ello, jamás levantaremos la cabeza con orgullo. Si sois humildes nada os afectará, ni la alabanza ni el oprobio, porque sabéis qué es lo que sois. Si alguien se burla de vosotros, no os vais a amilanar. Si alguien os proclama santo no os pondréis sobre un pedestal. El conocimiento de nosotros mismos nos hace caer de rodillas.»

Atentamente Padre Patricio Romero