Vencer la propia voluntad

Vencer la propia voluntad

20 de marzo de 2024 Desactivado Por Gospa Chile

ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA REINA DE LA PAZ DÍA 32


CONOCIMIENTO DE JESÚS

Verdaderos parientes de Jesús

Vencer la propia voluntad (Mensaje 25-3-1998)

(Buscamos un lugar apartado para hacer nuestra
preparación en oración)


Letanías al Espíritu Santo

Señor, Ten piedad de nosotros.
Cristo,Ten piedad de nosotros.
Señor, Ten piedad de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, Escúchanos.
Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo Redentor del mundo,Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo,Ten piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu, que procedes del Padre y del Hijo,Ten piedad de nosotros.
Espíritu del Señor, que al comienzo de la creación incubando las aguas las fecundaste,Ten piedad de nosotros.
Espíritu por cuya inspiración hablaron los santos hombres de Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu cuya unción nos enseña todas las cosas,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que das testimonio de Cristo,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de verdad que nos instruyes sobre todas las cosas,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que fecundas a María,Ten piedad de nosotros.
Espíritu del Señor que llenas todo el orbe,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de Dios que habitas en nosotros,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de sabiduría y entendimiento,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de consejo y fortaleza,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de ciencia y piedad,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de temor del Señor,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de gracia y misericordia,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de fuerza, dilección y sobriedad,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de fe, esperanza, amor y paz,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de humildad y castidad,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de benignidad y mansedumbre,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de gracia multiforme,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que escrutas hasta los secretos de Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que ruegas por nosotros con gemidos inenarrables,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que descendiste sobre Cristo en forma de paloma,Ten piedad de nosotros.
Espíritu en el cual renacemos,Ten piedad de nosotros.
Espíritu por el cual se difunde la caridad en nuestros corazones,Ten piedad de nosotros.
Espíritu de adopción de los hijos de Dios,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que apareciste sobre los discípulos en forma de lenguas de fuego,Ten piedad de nosotros.
Espíritu del que los apóstoles quedaron henchidos,Ten piedad de nosotros.
Espíritu que distribuyes tus dones a cada uno como quieres,Ten piedad de nosotros.
Sednos propicio, Perdónanos, Señor.
Sednos propicio, Escúchanos, Señor.
De todo mal, Líbranos Señor.
De todo pecado, Líbranos Señor.
De las tentaciones e insidias del diablo, Líbranos Señor.
De toda presunción y desesperación, Líbranos Señor.
De la resistencia a la verdad conocida, Líbranos Señor.
De la obstinación y de la impenitencia, Líbranos Señor.
De la impureza de la mente y del cuerpo, Líbranos Señor.
Del espíritu de fornicación, Líbranos Señor.
De todo espíritu malo, Líbranos Señor.
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo, Líbranos Señor.
Por la concepción de Jesús, hecha por tu operación, Líbranos Señor.
Por tu descenso sobre Cristo en el Jordán, Líbranos Señor.
Por tu advenimiento sobre los discípulos, Líbranos Señor.
En el día del juicio, Líbranos Señor.
Nosotros, pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que, así como vivimos por el Espíritu obremos también por el Espíritu, te rogamos, óyenos.
Para que, recordando que somos templo del Espíritu Santo, no lo profanemos, te rogamos, óyenos.
Para que, viviendo según el espíritu, no accedamos a los deseos de la carne, te rogamos, óyenos.
Para que por el espíritu mortifiquemos las obras de la carne, te rogamos, óyenos.
Para que no te contristemos a ti, Espíritu Santo de Dios, te rogamos, óyenos.
Para que seamos solícitos en guardar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz, te rogamos, óyenos.
Para que no creamos a todo espíritu, te rogamos, óyenos.
Para que sepamos discernir los espíritus, si son o no de Dios, te rogamos, óyenos.
Para que renueves en nosotros el espíritu de rectitud, te rogamos, óyenos.
Para que nos confirmes por tu espíritu soberano, te rogamos, óyenos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten misericordia de nosotros.

Oremos:

Te pedimos, Señor, que nos asista la fuerza del Espíritu Santo para que purifique convenientemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


San Mateo 12, 46-50

Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con él.
Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.»
Pero él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos.
Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»


Mensaje, 25 de marzo de 1998

“¡Queridos hijos! También hoy los llamo al ayuno y a la renuncia. Hijitos, renuncien a lo que les impide estar cerca de Jesús. De manera especial los llamo: Oren, ya que únicamente con la oración podrán vencer vuestra voluntad y descubrir la voluntad de Dios aun en las cosas más pequeñas. Con vuestra vida cotidiana, hijitos, ustedes llegarán a ser ejemplo y testimoniarán si viven para Jesús o en contra de El y de Su voluntad. Hijitos, deseo que lleguen a ser apóstoles del amor. Amando, hijitos, se reconocerá que son míos. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


«El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana, y mi madre.» (Mt 12, 49-50)
«Una de las transformaciones que Jesús ha hecho en mi alma ha sido la indiferencia. Yo mismo me maravillo, pues veo que he llegado a comprender algo que antes no comprendía.
Sabía que el nada desear es muy agradable a Dios y que es el camino para llegar a cumplir su voluntad… Pero esto lo sabía con la luz de la inteligencia… Comprendía con la razón, tan sublime doctrina. Deseaba alcanzar esa virtud de la santa indiferencia, y a Jesús se la pedí.
No tiene mérito el nada desear, amando a Dios, pues es la cosa más natural. Ahora así lo veo.
¿Cómo es posible amar la vanidad, amando a Dios? Y vanidad es todo lo que nosotros deseamos y no desea Dios. Querer sólo lo que Dios quiere, es lo lógico para el que es de veras su amador… Fuera de sus deseos…, no existen deseos nuestros, y si existe alguno, ése, es que es conforme a su voluntad, y si no lo fuera, es que entonces no estaría nuestra voluntad unida a la suya…
Pero si de veras estamos unidos por amor a su voluntad, nada desearemos que Él no desee, nada amaremos que Él no ame, y estando abandonados a su voluntad, nos será indiferente cualquier cosa que nos envíe, cualquier lugar donde nos ponga…
Todo lo que Él quiera de nosotros no solamente nos será indiferente, sino que será de nuestro agrado. (No sé si en todo esto que digo hay error; en todo me someto al que de esto entienda. Yo sólo digo lo que siento, y es que en verdad nada deseo más que amarle a Él, y que todo lo demás a Él lo encomiendo; cúmplase su voluntad).
Cada día soy más feliz en mi completo abandono en sus manos. Veo su voluntad hasta en las cosas más nimias y pequeñas que me suceden.
De todo saco una enseñanza que me sirve para más comprender su misericordia para conmigo.
Amo entrañablemente sus designios, y eso me basta. Soy un pobre hombre ignorante de lo que me conviene, y Dios vela por mí como nadie puede sospechar.
¿Qué de particular tiene que yo nada desee, si tan bien me va, poniendo mi único deseo en Dios y olvidando lo demás?
Mejor dicho, no es que olvide mis deseos, sino que éstos se hacen tan poco importantes y tan indiferentes, que más que olvidarlos, desaparecen, y sólo queda en mi ánimo un contento muy grande de ver que sólo deseo con ansia, cumplir lo que Dios quiere de mí, y al mismo tiempo una alegría enorme de yerme aligerado como de un peso muy gran de, de yerme libre de mi voluntad que he puesto junto a la de Jesús.
[…] Con Jesús a mi lado, nada me parece difícil, y el camino de la santidad cada vez lo veo mas sencillo. Más bien me parece que consiste en ir quitando cosas, que en ponerlas. Más bien se va reduciendo a sencillez, que complicando con cosas nuevas.
Y a medida que nos vamos desprendiendo de tanto amor desordenado a la criaturas y a nosotros mismos, me parece a mi que nos vamos acercando más y más al único amor, al único deseo, al único anhelo de esta vida… a la verdadera santidad que es Dios.
[…] ¡¡Señor…, Señor…, qué necios somos los hombres!! Un pedazo de trapo nos da placer, y un grano de arena nos da dolor.
¡Ten compasión de los hombres, Señor!»
(San Rafael Arnaiz Barón, 10-04-1938, Domingo de Ramos)


«Nosotros somos esclavos voluntarios: con todas las energías de nuestra libre voluntad aceptamos la esclavitud perfecta de Cristo y de María, y perseveramos luego en ella. Queremos libremente ser esclavos de Dios, aun cuando no estuviésemos obligados por naturaleza a esta dependencia absoluta. Queremos libremente ser esclavos de María, aun cuando Ella no tuviese, como tiene en realidad, títulos que hacer valer a nuestra pertenencia total respecto de Ella.
Y obsérvese bien, somos esclavos de amor. El amor, y todo amor, produce la dependencia. Jesús hace consistir precisamente el verdadero amor por El en el cumplimiento de sus voluntades, de sus mandamientos. En la misma medida en que amamos a alguien, en esa misma medida nos hacemos dependientes de él, y no podemos negarle nada. Y parece que sólo el amor puede hacer a alguien completa y definitivamente dependiente.
Este será también el efecto de nuestro amor a Jesús y a su santísima Madre. Puesto que este amor es el más fuerte y poderoso que pueda cautivar a un corazón humano, lleva a la dependencia más completa y radical, esto es, a la esclavitud.» (J. Mª Hupperts S.M.M.)


LETANÍAS DEL SANTO NOMBRE DE JESÚS

-Señor, ten piedad de nosotros
-Cristo, ten piedad de nosotros
-Señor, ten piedad de nosotros
-Cristo, óyenos
-Cristo, escúchanos

-Dios, Padre celestial, Ten misericordia de nosotros.
-Dios Hijo, Redentor del mundo,
-Dios Espíritu Santo,
-Santísima Trinidad, un solo Dios,

-Jesús, hijo de Dios vivo,
-Jesús, esplendor del Padre,
-Jesús, pureza de la luz eterna,
-Jesús, rey de la gloria,
-Jesús, sol de justicia,
-Jesús, hijo de la Virgen María,
-Jesús, amable,
-Jesús, admirable,
-Jesús, Dios fuerte,
-Jesús, padre del siglo futuro,
-Jesús, mensajero del plan divino,
-Jesús, todopoderoso,
-Jesús, pacientísimo,
-Jesús, obedientísimo,
-Jesús, manso y humilde de corazón,
-Jesús, amante de la castidad,
-Jesús, amador nuestro,
-Jesús, Dios de paz,
-Jesús, autor de la vida,
-Jesús, modelo de virtudes,
-Jesús, celoso de la salvación de las almas,
-Jesús, nuestro Dios,
-Jesús, nuestro refugio,
-Jesús, padre de los pobres,
-Jesús, tesoro de los fieles,
-Jesús, pastor bueno,
-Jesús, verdadera luz,
-Jesús, sabiduría eterna,
-Jesús, bondad infinita,
-Jesús, camino y vida nuestra,
-Jesús, alegría de los ángeles,
-Jesús, rey de los patriarcas,
-Jesús, maestro de los apóstoles,
-Jesús, doctor de los evangelistas,
-Jesús, fortaleza de los mártires,
-Jesús, luz de los confesores,
-Jesús, pureza de las vírgenes,
-Jesús, corona de todos los santos,

-Sednos propicio Perdónanos, Jesús.
-Sednos propicio Escúchanos, Jesús.

-De todo mal, Líbranos, Jesús.
-De todo pecado,
-De tu ira,
-De las asechanzas del demonio,
-Del espíritu impuro,
-De la muerte eterna,
-Del menosprecio de tus inspiraciones,
-Por el misterio de tu santa encarnación,
-Por tu natividad,
-Por tu infancia,
-Por tu divinísima vida,
-Por tus trabajos,
-Por tu agonía y Pasión,
-Por tu cruz y desamparo,
-Por tus sufrimientos,
-Por tu muerte y sepultura,
-Por tu resurrección,
-Por tu ascensión,
-Por tu institución de la santísima Eucaristía,
-Por tus gozos,
-Por tu gloria,

-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Ten misericordia de nosotros Jesús.
-Jesús, óyenos.
-Jesús, escúchanos

ORACIÓN

Te pedimos Señor, que quienes veneremos el Santísimo Nombre de Jesús disfrutemos en esta vida de la dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen.

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Ave Maris Stella

Salve Estrella del mar, Santa Madre de Dios
y siempre Virgen, feliz Puerta del cielo.
Tú que has recibido el saludo de Gabriel,
y has cambiado el nombre de Eva,
establécenos en la paz.
Rompe las ataduras de los pecadores,
da luz a los ciegos, aleja de nosotros los males
y alcánzanos todos los bienes.
Muestra que eres Madre: reciba nuestras súplicas
por medio de Ti, Aquél que, naciendo por nosotros,
aceptó ser Hijo tuyo.
¡Oh, Virgen incomparable! ¡Amable como ninguna!
Haz que, libres de nuestras culpas,
permanezcamos humildes y castos.
Danos una vida limpia,
prepáranos un camino seguro; para que,
viendo a Jesús, nos alegremos eternamente contigo.
Demos alabanza a Dios Padre,
gloria a Cristo Soberano y también al Santo Espíritu,
a los Tres un mismo honor. Amén

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«La Santísima Virgen os dará parte de su fe, que fue sobre la tierra más grande que la fe de todos los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles y de todos los Santos. Ahora que está reinando en los cielos, no tiene ya esta fe, porque lo ve todo claramente en Dios por la luz de la gloria; pero, no obstante, con el agrado del Altísimo la conserva en cierto sentido en el cielo, la conserva para guardarla en la Iglesia militante a sus fieles siervos y devotos.
Cuanto más ganéis la benevolencia de esta augusta Princesa y Virgen fiel, más fe verdadera tendréis en toda vuestra conducta; una fe pura, que hará que no os inquietéis de lo sensible y de lo extraordinario; una fe viva y animada por la caridad que hará que no obréis sino por motivos de puro amor; una fe firme e inquebrantable como una roca, que os mantendrá firmes y constantes en medio de las tempestades y las tormentas; una fe activa y penetrante que, como un divino salvoconducto, proporcionará entrada en todos los misterios de Jesucristo, en los fines últimos del hombre, y en el corazón de Dios mismo; una fe animosa que os animará e inducirá a emprender y llevar a cabo, sin titubear, grandes cosas por la gloria de Dios, y para la salud de las almas; en fin, una fe que será vuestra lumbrera ardiente, vuestra vida divina, vuestro tesoro escondido y rico de la divina sabiduría, y vuestra poderosísima arma, de la que os serviréis para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, para abrasar los tibios y a los que tienen necesidad del oro abrasado de la caridad, para dar vida a los que están muertos por el pecado, para conmover y convertir por vuestras dulces y poderosas palabras los corazones de mármol y arrancar los cedros del Líbano, y en fin, para resistir al demonio y a todos los enemigos de la salvación.» (Tratado Verdadera Devoción 214)


«Nuestra voluntad debe cooperar con la voluntad de Dios y estamos, por así decirlo, obligados a buscar primero la voluntad de Dios y a aceptarla. Corremos siempre el peligro de distanciarnos de Dios cuando queremos seguir nuestra propia voluntad. Esto sucede porque nuestro entendimiento, nuestra libertad y nuestras habilidades son muy limitadas y por eso, fácilmente nos equivocamos en nuestras decisiones. De ahí que el camino más seguro para cooperar con la voluntad de Dios sea el buscarla siempre y aceptarla siempre, aún en las cosas más pequeñas. En general, podemos decir que todos conocemos por supuesto cuál es Su voluntad, porque ésta es que nuestro amor, nuestra fe, nuestra esperanza y confianza en El crezcan siempre más. Así seremos capaces de edificar una nueva relación con nosotros mismos, con Dios y con los que nos rodean. Debemos cuidar que nuestras oraciones no se conviertan todas en una lucha contra la voluntad de Dios o que a través de la oración tratemos de cambiar Su voluntad, porque es Dios quien espera que la nuestra cambie.»

(Fray Slavko Barbaric, Marzo 27 de 1998)

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Letanías Marianas

Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial, Ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo,Ten piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios,Ten piedad de nosotros.
Santa María, Ruega por nosotros (emplear esta respuesta de ahora en adelante).
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Madre de misericordia,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso de insigne devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina asunta a los Cielos,
Reina del Santísimo Rosario,
Reina de la familia,
Reina de la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
Ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios
Para que seamos dignos de alcanzar las promesa de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración

Te rogamos nos concedas,Señor Dios nuestro, gozar de continua salud de alma y cuerpo, y por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.


Magnificat

Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios,
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y contó de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre.
Amén.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

28-¿De qué muerte falleció san José?

Según la tradición, san José durante los siete u ocho últimos años de su vida, fue visitado por la enfermedad y los sufrimientos: los largos y penosos viajes que había hecho, los padecimientos de corazón, los trabajos y las privaciones, habían alterado su constitución y arruinado completamente sus fuerzas. Aseguran que esto no fue para él sino un resto de vida tan lánguida, por lo que le fue preciso, según la decisión de Jesús y de María, entregarse al descanso. Observamos que la muerte de san José nada tuvo de sobrehumano. Y sin embargo, no fue una muerte ordinaria la de nuestro santo Patriarca; los males y las enfermedades intervinieron, no para producir la disolución de su vida, sino para concluir de embellecer su corona, y completar su eterna fortuna, Cuando llegó el tiempo de terminar su bella y santa vida, el mal debió alejarse y dejar obrar al amor. Tal es al menos la opinión de muchos autores distinguidos por su ciencia y virtudes, y tal es el sentir de san Francisco de Sales y san Alfonso María de Ligorio. Y ¿cómo hubiera podido morir José de otra manera, exhalando su último suspiro en los brazos de Jesús y de María? Había vivido de amor, y debió morir por amor. El corazón de José, era un foco ardiente de fuego, que no se consumía, y pudo llevarlo durante una larga vida, porque las llamas de este corazón se escapaban por sus servicios como por otras tantas aberturas pero cuando estas vías se cerraron en un corazón tan activo, su corazón debió derretirse como la cera. Así podemos afirmar con toda seguridad, que la muerte de san José fue como la de su santa esposa, una muerte de amor. Esto lo reveló la santísima Virgen a santa Brígida.


                Revelación de los siete dolores y de los siete gozos.

Séptimo dolor

                                     Lc 2, 44-45

Le estuvieron buscando entre los parientes y conocidos, y al no hallarle, volvieron a Jerusalén en su busca.

Séptimo gozo

                                       Lc 2,46

Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas.


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)


ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.