Purificación, ahora, no mañana porque el mal echa raíces.

Purificación, ahora, no mañana porque el mal echa raíces.

14 de julio de 2024 0 Por Gospa Chile

«El Señor desea purificar vuestros corazones de todos vuestros pecados, de los pecados de vuestro pasado».


(P. Slavko Barbaric – 7 de diciembre de 1986)

«Queridos hijos, también hoy os invito a preparar vuestro corazón para estos días en los que el Señor desea de manera particular purificaros de todos los pecados de vuestro pasado. Ustedes, queridos hijos, no pueden hacerlo solos, así que estoy aquí para ayudarlos. Oren, queridos hijos, sólo así podrán conocer todo el mal que hay dentro de ustedes y ofrecerlo al Señor para que el Señor purifique completamente sus corazones. Por eso, queridos hijos, orad sin cesar y preparad vuestros corazones en la penitencia y el ayuno».

Me gustaría analizar algunas palabras de Nuestra Señora y mostrarles su significado, pensando en la paz. Nuestra Señora dice: «El Señor desea purificar vuestros corazones de todos vuestros pecados, de los pecados de vuestro pasado». Preguntémonos por qué Nuestra Señora dice estas palabras precisamente esta semana. Para mí hay algunas razones. Hemos comenzado el tiempo del renacimiento. Este tiempo es siempre una preparación especial para la venida de Jesús, podría decir que Nuestra Señora vive conscientemente su maternidad que dio vida a Jesús y su maternidad en lo que a nosotros respecta. Con estos mensajes quiere prepararnos como una madre prepara a su hijo para el nacimiento de otro hijo. Si no estamos preparados ¿qué puede pasar? Celos: no estamos preparados y no hay alegría, no hay paz, no hay vida. Entonces Nuestra Señora dice: preparaos, que vuestros corazones sean purificados. Entonces, la primera razón es la preparación para la nueva vida. Otra razón es esta: mañana es la fiesta de la Inmaculada Concepción y Nuestra Señora quiere que estemos preparados para esta fiesta. Por eso el Señor quiere purificarnos. Aquí actúa el mismo Señor que preservó a la Virgen del pecado. Nuestra Señora habla desde su experiencia y dice: «El Señor quiere purificaros». ¿De qué? Del pecado, de todos los pecados de tu pasado. ¿Por qué es importante ser limpiado del pecado? Queremos paz, amor, reconciliación y hermandad en el mundo. Todos los periódicos, todos los discursos en los parlamentos siempre hablan de justicia, de paz, pero ¿por qué no suceden estas realidades? Porque no pensamos en lo que dice Nuestra Señora: para tener paz, para amar, debemos ser purificados de los pecados. El pecado es siempre una realidad en nosotros que nos rompe el corazón. Nuestra Señora dijo en un mensaje que el odio destruye, ella no ve a nadie y no ve nada, el odio destruye los ojos y la vista del corazón. Entonces podemos decir grandes palabras sobre la paz, pero si no damos este paso del que habla Nuestra Señora, si no queremos purificarnos, dejarnos purificar por las consecuencias del pecado, la paz no es posible.

Los conflictos, el odio y todo lo que destruye a las familias no vienen porque no sabemos lo que debemos hacer, sino que vienen porque nos quedamos sólo en el nivel teórico, no entramos en nuestro corazón, no nos dejamos purificar y un corazón impuro nunca puede dar frutos de paz. El pecado, las heridas que provienen del pecado, son la fuente de todos los males del mundo. Aquí, purifícate, déjate purificar. Esta es una invitación, ante todo, a la confesión, porque la confesión es el primer paso de la reconciliación, de la purificación donde el Padre nos da gracia a todos. Jesús murió por nosotros y no pregunta qué has hecho mal, sólo pregunta si quieres y si la respuesta es: «Sí, lo intento, no quiero pecar más, quiero quedarme contigo», el Padre da gracia en abundancia. Cuando recibáis esta gracia de la reconciliación en la confesión, cuando – como dice Nuestra Señora – recibáis la paz cada mes, la reconciliación será posible porque la purificación continúa. Esta purificación es también una invitación a la santidad. ¿Por qué? ¿Qué significa ser santo? La primera dimensión del santo no es hacer prácticas extraordinarias en el desierto, sino dejarse curar del pecado y volverse sano de corazón. El pecado destruye, la gracia sana. Nuestra Señora nos invita a la purificación, nos invita a la santidad, a dejarnos curar. Y cuando un corazón es curado de las consecuencias del pecado, del odio, todo se vuelve posible después de todo. Por ejemplo, muchos dicen: “No puedo perdonar, la herida es muy profunda”, pero cuando un corazón es puro, es decir, cuando un corazón es humilde, cualquier herida puede ser perdonada. Si decimos que no podemos perdonar y nos preguntamos por qué, deberíamos decir: «Estoy orgulloso y no quiero perdonar». Las guerras y todos los conflictos surgen sólo porque somos orgullosos, porque somos egoístas. Por lo tanto, la purificación significa trabajo duro. Por esta razón o una de las razones por las que ayunamos es precisamente ésta: al ayunar vemos nuestra propia verdad y también nos desprendemos de nosotros mismos, como la Virgen se desprendió de sí misma. Hace unos días, meditando un poco sobre el amor de la Virgen, una madre decía: «Cuando pienso en lo que le hicieron a la Virgen, no puedo imaginar cómo ella podría perdonar. Estuvo cerca de la Cruz, sabía que su Hijo no había hecho nada malo y ante sus ojos lo crucificaron. Y Nuestra Señora perdona. Me imagino, dijo, si le hubieran hecho eso a mi hijo, lo que habría hecho yo». ¿Por qué Nuestra Señora podría perdonar? No porque no se sintiera ofendida, sino porque era humilde y fuerte en el amor. Entonces la purificación del pecado, de las consecuencias del pecado, significa un camino, un camino hacia la paz. Si queremos la paz, y ciertamente la queremos, tendremos que dejarnos purificar.